La primera carta de San Oriol a los polacos ha abierto un profundo cisma en el mundo indepe. Junqueras, que ya ejerce como el nuevo líder o Nelson Mandela del soberanismo pacifista catalán, ha renunciado en su histórica misiva a la “vía unilateral” para alcanzar la independencia. Y esa abdicación de la hoja de ruta (que no del objetivo) no ha sido bien acogida en los sectores más inmovilistas del separatismo catalán.
Mientras el exconseller Santi Vila ve “valentía” en las palabras del líder de Esquerra Republicana, sentenciando con rotundidad que “el procés se ha acabado”, los puigdemontistas más irredentos y los antisistema de la CUP se rasgan las vestiduras y advierten de que la batalla por la independencia no ha hecho más que comenzar. Sin duda, unos y otros ya están preparándole el cartel o sambenito a Junqueras con el rótulo en rojo de botifler. Quizá precisamente por eso Pedro Sánchez lo quiere en la mesa de negociación.
Todos toman posiciones de cara a la trascendental mesa de negociación que han pactado Pedro Sánchez y Pere Aragonès (previo indultos a los políticos presos) y hay tantas posturas como corrientes ideológicas en el bloque secesionista. Hasta el ex president de la Generalitat, Artur Mas, se ha pronunciado ante el momento histórico crucial. El padre del procés, el hombre que tiró la piedra y escondió la mano, el agente que montó todo el pollo de la desconexión con España para tapar el 3 per cent y la descomposición por corruptelas del pujolismo convergente, está totalmente de acuerdo con la carta que Junqueras publicó el pasado martes en el diario Aray ya no piensa en aventuras revolucionarias que solo llevan a callejones sin salida, sino que opina que la “solución” pasa necesariamente por el referéndum pactado y no por echarse al monte por la vía unilateral. Ya podía haber empezado por ahí hace diez años, nos habría ahorrado unos cuantos disgustos.
Junqueras y la Republiqueta
Pero no todos los personajes del drama catalán hacen la misma radiografía política ni llegan a los mismos diagnósticos que el exhonorable Mas. Hace solo unos días, en plena negociación para la formación de Govern, el entorno de Carles Puigdemont y la Asamblea Nacional Catalana volvían a apostar por la vía unilateral y avisaban de que los indultos no cambiarán nada en el proceso de Cataluña hacia la independencia. Es decir, el mantra del ho tornarem a fer(lo volveremos a hacer) con el que Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, dos de los encarcelados por poner las urnas el 1-O, siguen arengando a los soñadores y utópicos de la teoría autodeterminista de los pueblos que se quedaron colgados en el viaje lisérgico, chute u orgasmo de ocho segundos, el tiempo de éxtasis en el que la Republiqueta independiente fue realidad aunque por un suspiro.
La carta de Junqueras va a servir para desbloquear, para iniciar el deshielo, para desinflamar
Los Jordis siguen en sus trece, no muestran arrepentimiento alguno ni propósito de enmienda, como esos viejos roqueros de los ochenta con chupa de cuero que se resisten a entender que su tiempo ha pasado y se han quedado carcas. No han tenido suficiente dosis de realidad con todo lo que ha ocurrido estos años. No les ha bastado con los palos infames de los piolines, la pantomima del referéndum, la frustración de un país, la ruina económica de Cataluña, la brecha que ha acabado en fractura social, los juicios surrealistas, las condenas desproporcionadas, la degradación de las instituciones milenarias, la histeria colectiva, en fin el odio propagándose y enquistándose en toda la sociedad catalana. Insisten en la jugada, persisten, quieren más.
Tampoco a la CUP le ha gustado la carta del hermano Oriol, que como decimos ya ejerce de misionero de la paz o gran profeta de la fraternidad y la reconciliación entre catalanistas y españolistas. La portavoz del grupo radical en el Congreso, Mireia Vehí, advierte de que renunciar a la vía unilateral no solucionará el conflicto político en Cataluña, ya que para arreglarlo hay que pasar por la amnistía y la autodeterminación. Amnistía no habrá porque ya no estamos en el 77, cuando salíamos de una dictadura, en todo caso habrá indultos si es que las derechas no dan antes un golpe blando en la Plaza de Colón, una manifestación magistralmente calificada por Carmen Calvo como “la nadería”. Y en cuanto a la autodeterminación, se les ha dicho por activa y por pasiva que la Constitución no lo permite, que el rey y el Ejército no están por la labor y que cualquier presidente del Gobierno que inicie ese peligroso camino acabará, si no en Lledoners, en Soto del Real. Es inútil, no lo entienden.
Todo lo cual nos lleva a una conclusión evidente. La carta de monseñor Junqueras va a servir para desbloquear, para iniciar el deshielo, para “desinflamar” la situación (lo cual no es poco con la extrema derecha calentando el ambiente y el PP desplegando ruidosas mesas petitorias con recogida de firmas catalanofóbicas). A partir de ahí, y con los indultos ya firmados por el ministro de Justicia, en la mesa de negociación se va a hablar de lo que se puede hablar: de un nuevo marco jurídico territorial que supere el autonomismo agotado y avance hacia el federalismo; de un nuevo Estatut que reconozca a Cataluña como nación (recuperando el marco estatutario de Zapatero derogado por Rajoy); de selecciones nacionales deportivas; de más catalán y menos castellano en las escuelas; en definitiva, del paso a una nueva fase en el histórico camino de esa bendita tierra hacia su autogobierno total, que probablemente sucederá algún día en el futuro, cuando el independentismo haya amasado el caudal popular suficiente.
Las dos partes (Estado español y Generalitat) van a tener que ceder porque el diálogo y la negociación consisten precisamente en eso. “Comprensión y magnanimidad”, ha pedido Sánchez a los españoles. La carta del Junqueras caído del caballo acierta en el análisis y es realista sobre el actual escenario del endiablado conflicto. Después de tantos años de patrioterismo de pandereta por ambas partes, de esteladas y rojigualdas, de falsos eslóganes (Espanya ens roba versus “A por ellos oé”) se impone la racionalidad, el sentido común y el pragmatismo. Es la única salida para superar el escenario de guerra de trincheras en el que ambos ejércitos permanecen embarrancados sin avanzar ni un solo milímetro. Todos nos jugamos mucho en esa mesa de negociación sanchista. Si el invento fracasa, entrarán en escena los ultras de uno y otro bando. Crucemos los dedos y que Dios nos coja confesados.