La derecha amenaza el futuro de las pensiones en España

Gurús del nuevo paradigma ultraliberal, como el exlíder de Ciudadanos que considera la paga de jubilación una "estafa piramidal", proponen planes para liquidar totalmente el Estado de bienestar

08 de Enero de 2025
Actualizado el 13 de enero
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Albert Rivera e Inés Arrimadas en un acto de Ciudadanos.
Albert Rivera e Inés Arrimadas en un acto de Ciudadanos.

Qué tiempos aquellos en los que los sufridos columnistas nos veíamos obligados a escribir sobre Albert Rivera aun a riesgo de terminar con arcadas, a base de píldoras para dormir o bajo fuertes sesiones de mindfulness para desestresar. Teníamos muy olvidado al personaje, vivíamos muy tranquilos sin él, pero el chico ha vuelto y lo ha hecho por la puerta grande, provocando un auténtico revuelo político al asegurar que (y agárrense, que vienen curvas), “el sistema de pensiones supone una estafa piramidal”. Y lo dice uno que iba por la vida de gran defensor de la Constitución, nuestra carta magna que garantiza el derecho de los españoles al cobro de una pensión digna. Riverita, eres más falso que una moneda de dos caras.

El bueno de Albert, que atraviesa por horas bajas, ha debido creer que, soltando un titular incendiario, una idea fuerza sacada del manual Trump, un escándalo mediático en condiciones, se hablará de él, aunque sea mal, que al final es de lo que se trata, ya lo dijo el publicista aquel. Por si los españoles no habían tenido suficiente con un año rebosante de bulos, mentiras y leyendas urbanas propaladas por las antenas de Elon Musk, ahí estaba Rivera para añadir un poco más de incertidumbre, sobresalto y miedo al futuro con sus disertaciones etílicas y gallardas mentales neoliberales salidas de la rave Big Fucking Party 2025, esa Nochevieja perpetua y sin fin de Ciudad Real que al final se ha saldado con diez detenidos, un centenar de denuncias por desórdenes de todo tipo y un montón de gente bebida, fumada, esnifada y chutada.

Albert Rivera estuvo trece años dándonos la brasa con su ideología cuñadista propia de Barrio de Sésamo, o sea aquello de “ni de derechas ni de izquierdas”, “ni azules ni rojos”, más el supuesto sueño de una España de “ciudadanos libres e iguales” que ni él mismo llegó a creerse. Pero aquel proyecto político demagógico-populista travestido de liberal quebró (en buena medida por su mala cabeza) y finalmente tuvo que salir de la vida pública para dedicarse a despachos y bufetes, donde tampoco cuajó. Recuérdese cómo en 2020 se anunció su flamante fichaje por el gabinete de Martínez-Echevarría y cómo los socios de la empresa terminaron largándolo por “baja productividad” y “nulo rendimiento”. Ahí se terminó la meteórica aventura del muchacho que estuvo a punto de ser, nada más y nada menos, que vicepresidente del Gobierno de España de haber fraguado su pacto con Pedro Sánchez, ahí es nada. Como se dice coloquialmente, pa habernos matao.

Finalmente, el experimento Rivera devino en fiasco (tanto político como jurídico) y desde entonces el hombre se ha dedicado a tareas de consultoría con su amigo Villegas (otro fallido de Ciudadanos), a dar conferencias que aburren a las ovejas y a hacer sus pinitos como analista para el digital de la fachosfera The Objective. Ciertamente, no merece la pena perder el tiempo leyendo lo que destila la pluma de esta lumbrera apagada de nuestro tiempo (siempre hay que desconfiar de alguien que recomienda a Kant aunque reconoce que no lo ha leído nunca), pero de cuando en cuando nos deja alguna perla que otra que no podemos pasar por alto, como esa ocurrencia de que las pensiones son “una estafa piramidal”. Para estafa el partido que fundaste, campeón.

Obviamente, nos encontramos ante otro personaje dispuesto a dar el gran salto ultra, ante otro “evolucionado” que pretende dejar atrás ese liberalismo centrista y moderado que predicaba (y que ya no se lleva porque triunfa la religión del odio en todas partes) para meterse de lleno, y hasta las cachas, en el nuevo fascismo posmoderno sin complejos. De ahí que el sujeto se haya quitado la careta. Tratar de denostar el sistema público de pensiones no deja de ser una bomba retórica sacada del manual del buen trumpista para terminar de dinamitar lo poco que queda de Estado de bienestar. Es tanto como calificar a casi seis millones de jubilados de cómplices de un inmenso delito, de subvencionados, de aprovechados de la paguita, cuando se trata de honrados trabajadores que se han ganado el derecho a una digna y merecida vejez tras décadas de sangre, sudor y lágrimas en el campo de batalla del salvaje mercado laboral español. ¿Y qué habrá pensado esa juventud nihilista seducida por los cantos de sirena de la extrema derecha al escuchar las profecías del iluminado nuevo Adam Smith de la Barceloneta? Más de la mitad de nuestros jóvenes intoxicados por el bebedizo del ciberfascismo están convencidos de que, llegado el momento, no habrá pensiones para ellos porque la caja estará vacía por culpa de Sánchez y de su banda de secuaces, con Ábalos y Koldo a la cabeza, dispuestos a saquearlo todo. Las abracadabrantes divagaciones de Rivera habrán cargado de razones a los desnortados chavales convencidos de que la democracia es una mierda.

De una forma o de otra, lo cierto es que el mensaje ultra va calando y ahí está el outsider francotirador Albert dispuesto a aportar su granito de arena a la causa de la nostalgia. El exlíder de Ciudadanos es otro que se sube al carro del populismo demagógico y a la guerra cultural en la lenta pero imparable tarea de demolición de los servicios públicos. ¿Por qué? Quién sabe, quizá esté preparando su fichaje con Santi Abascal. De un personaje como él salido de la decadente frivolidad posmodernista se puede esperar casi cualquier cosa. Incluso que lo veamos apostar –ya sin ruborizarse, como un ácrata más, como un cayetano declarado y confeso–, por liquidar el sistema de pensiones, gran logro de la socialdemocracia emergida tras la ruina y las cenizas de la Segunda Guerra Mundial.

Jamás olvidaremos estas navidades, Albert. Ya siempre llevaremos en nuestra memoria aquel año en que, disfrazado de Papá Noel, bajaste por la chimenea de los hogares españoles con el macuto cargado de regalos envenenados, o sea, un programa de duros recortes del Estado de bienestar, la motosierra del loco Milei (el juguete que lo ha petado entre las familias ultras en estas fiestas tan entrañables) y el Mein Kampf, edición corregida y ampliada. Unai Sordo, que tiene calado al tipo, lo ha calificado como “cuñao pretencioso de escuela de negocios”. Ahí ha estado brillante el sindicalista de Comisiones.

A fin de cuentas, lo que nos propone AR es que cada trabajador se pague lo suyo, individualmente y sin tablas de cotizaciones de ningún tipo, de manera que el país termine en una especie de sálvese quien pueda y en la ley del más fuerte. Es decir, insolidaridad al poder y ruptura del principio de igualdad. Toda esta basura ideológica trumpizada que nos da a comer el cuñado de cuñados tiene un solo y único objetivo: liquidar al malvado papá Estado que fríe a los ricos con sus impuestos y poner nuestra jubilación en manos de un banco, de una compañía de seguros o de un fondo buitre. O sea, que le confiemos nuestro futuro al corrupto de turno hasta que la compañía quiebre y se largue con nuestro dinero a las Seychelles. Muy listo el Riverita.

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