La guerra de Ucrania es un fiasco para Putin

15 de Mayo de 2023
Actualizado el 02 de julio de 2024
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A estas alturas de la guerra, solo cabe extraer una conclusión: la invasión de Ucrania planeada por Putin es un fiasco militar, político, social y diplomático. Hace algo más de un año, cuando comenzó todo, el dirigente del Kremlin confiaba en someter a su enemigo en unos pocos días, todo lo más semanas. ¿Qué ha conseguido a día de hoy? Se ha apoderado de unos territorios aislados en el Este del país, es cierto, pero Rusia vive hoy una situación que empieza a ser preocupante.

El frente está estancado

Ya van más de 100.000 bajas en el ejército ruso y subiendo. Lo que iba a ser una operación relámpago, gloriosa y eficaz para enseñarle al mundo el poderío ruso, no ha sido tal. Putin no solo no ha sometido el país invadido, sino que lleva meses tratando de tomar una pequeña localidad como Bajmut sin conseguirlo. Muy mal debe estar el ejército putiniano cuando ni siquiera puede controlar un pueblo de la vasta geografía ucraniana. Hoy mismo, el propio Kremlin ha tenido que reconocer que las tropas ucranianas se han activado en toda la línea del frente, aunque las fuerzas rusas controlan la situación, según el líder de la autoproclamada república popular prorrusa de Donetsk (RPD), Denís Pushilin. “Vemos una activación a lo largo de toda la línea de contacto. Pero aún no es la contraofensiva (ucraniana) de la que tanto se habla”, aseguró Pushilin en declaraciones al canal de la televisión estatal rusa Rossía-24.

Militarización de la zona

Si lo que pretendía Putin con esta invasión era desmilitarizar Ucrania, crear un cordón de seguridad frente a la amenaza de la OTAN, es evidente que ha conseguido justo el efecto contrario. Los países vecinos del área, temerosos de ser invadidos por Rusia, piden a gritos ingresar en la Alianza Atlántica y el régimen de Kiev ha estrechado lazos de amistad, más fuertes que nunca, con los aliados de Occidente. Hoy la OTAN está más cerca de Rusia que hace dos años. La comunidad internacional ha tomado partido por el Gobierno de Zelenski y cada día llega más armamento pesado y ligero a Ucrania. Hoy mismo Macron ha anunciado que Francia entregará vehículos blindados y tanques ligeros a Kiev. Estados Unidos, Alemania y un largo listado de países se suman a la alianza. España también apoya con varios carros Leopard.

Zelenski ha ganado la batalla mediática

El presidente de Ucrania viaja estos días por medio mundo tratando de recabar apoyos. Alemania, Reino Unido, Francia, España, allá donde va es recibido como un héroe. El británico Sunak está dispuesto a colaborar con misiles de largo alcance que podrían poner en serio riesgo la seguridad de Rusia en su propio territorio. Es tal la popularidad de Zelenski que hasta le han dado el Premio Carlomagno en la ciudad alemana de Aquisgrán, un galardón que solo se confiere a los más grandes estadistas. Mientras tanto, Putin queda como un autócrata rancio, peligroso y acabado.

Descontento en las Fuerzas Armadas

Tras meses de encarnizados combates, las tropas rusas destinadas en Ucrania están desmoralizadas y mal pertrechadas. El Grupo Wagner, la unidad de élite personal de Putin, formada por 50.000 mercenarios, ha amenazado con abandonar el frente, volviendo a casa, ya que no recibe material militar suficiente. Yevgueni Prigozhin, jefe del batallón, ha desafiado en público al Kremlin: “Retiro las unidades de Bajmut porque con la falta de municiones están condenados a una muerte sin sentido”, dijo dirigiéndose “al jefe del Estado Mayor, Valeri Guerásimov, al ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, al comandante en jefe, Vladímir Putin, y al pueblo de Rusia”. Si el Grupo Wagner se marchase de Ucrania, Rusia no tardaría ni 24 horas en sufrir la temida contraofensiva de Zelenski. El último atentado con drones contra la sede del Kremlin en Moscú, el crecimiento de la disidencia interna(los partisanos se han organizado como un potente foco de resistencia popular hasta reivindicar los últimos ataques terroristas contra famosos personajes del régimen putiniano) y los rumores de sublevación en algunos sectores de las fuerzas armadas rusas vienen a demostrar que el líder moscovita es hoy más débil que nunca.

Pérdidas económicas y sanciones

La descabellada invasión de Ucrania ha sumido a Rusia en una crisis económica galopante. El PIB se ha desplomado, grandes multinacionales han tenido que cerrar sus fábricas en Occidente, los oligarcas son considerados apestados (nadie quiere hacer negocios con ellos) y el rublo está por los suelos. La población rusa empieza a sentir el efecto no ya del desplome y la recesión, sino las consecuencias de las severas sanciones que la comunidad internacional ha impuesto a Rusia. El bloqueo será más intenso a medida que pase el tiempo, ningún país puede resistir en esas condiciones en un mundo globalizado por mucho que Moscú trate de abrir nuevos mercados en países amigos como China, Irán o India. Cabría preguntarse qué opina el pueblo ruso de todo este sindiós de la guerra. Lamentablemente, nunca podremos saberlo, ya que en Rusia hace tiempo que dejó de existir la libertad de prensa y cualquiera que haga esa encuesta a la opinión pública será acusado de traidor, detenido, procesado y recluido en Siberia.

Imagen de cara al exterior

La sensación que queda de esta guerra sin sentido es que Rusia ya no es aquella superpotencia soviética de antes que hacía temblar el planeta. Se han aireado las carencias, las vergüenzas militares. Es cierto que el país sigue contando con un gran arsenal atómico, pero Putin sabe que no puede utilizarlo porque nadie puede ganar una guerra nuclear. En caso de confrontación a gran escala la destrucción de la Tierra sería total. Solo un loco dispuesto a meterse en un búnker el resto de su vida sería capaz de apretar el botón del temido maletín. En ese contexto, con una Rusia acorralada, el plan de paz de China empieza a cobrar sentido. Quizá sea la última salida airosa que le queda a Putin, un hombre que, no lo olvidemos, está reclamado por la Corte Penal Internacional por genocidio y crímenes de guerra.

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