La hipocresía del PP: felicita a Macron por su victoria pero pacta con el lepenismo español

25 de Abril de 2022
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Abascal recibe a Le Pen en una reciente reunión en Madrid.

Mientras Marine Le Pen todavía brindaba con champán por sus buenos resultados electorales, el Partido Popular de Núñez Feijóo se dedicaba a colocar tuits de felicitación a Emmanuel Macron, congratulándose de la victoria del centroderecha francés. Ellos, que en los últimos días han cerrado infames acuerdos de gobierno con el lepenismo español, o sea Santi Abascal. ¿Son o no son geniales estos muchachos peperos? El posfascismo alboreando en toda Europa en uno de los momentos más dramáticos de la historia y el PP practicando el trilerismo, la hipocresía política más abyecta y el juego del ahora me pongo la máscara de demócrata, ahora la de autócrata populista. Bochornoso.

La gran ceremonia de la incoherencia y la contradicción empezó con el diplomático telegrama del presidente popular de Castilla y León, Alfonso F. Mañueco: “Enhorabuena Emmanuel Macron. Su triunfo en las elecciones presidenciales francesas representa la moderación y el diálogo, así como la defensa y el valor de la Unión Europea. Castilla y León seguirá estrechando lazos comerciales, económicos y culturales con Francia”. ¿Moderación? ¿Qué moderación si él va todo el rato de la mano de los ultraderechistas? ¿Diálogo? ¿Diálogo para qué si desde Durruti sabemos que con el fascismo no se dialoga, sólo se le combate? Lógicamente, el tuit del presidente castellano no pasó desapercibido y enseguida todo Twitter se le echó encima poniéndolo verde y afeándole su impresentable ejercicio de malabarismo político. La reprimenda de las masas tuiteras estaba más que justificada teniendo en cuenta que no han pasado ni dos semanas desde que el PP formara gobierno con Vox repartiendo carteras, cargos y manuales de instrucción para demoler la democracia por parcelas. Ese acuerdo, lo repetiremos hasta la saciedad y las veces que haga falta, pasará a la historia como la primera vez que la extrema derecha gobierna en nuestro país desde la muerte de Franco.

El comentario de F. Mañueco (la “F.” de Fernández habría que sustituirla ya por la “F.” de falso) fue sonrojante desde el punto de vista de la decencia democrática, pero faltaba lo mejor de la noche: el tuit del jefe de los genoveses sumándose a los parabienes y brindis al reelegido presidente de la República francesa. “Francia ha decido seguir por el camino de la estabilidad, la centralidad y la moderación”, escribía Alberto Núñez Feijóo en la red del pajarito azul. A más a más, el líder popular calificaba el momento actual que vive el mundo de “trascendental” y destacaba que el pueblo francés haya elegido “seguir construyendo una Europa más fuerte y unida”. Estabilidad, centralidad y moderación. Perfecto. Ahora bien, ¿es estable para España un acuerdo con los posfranquistas que viene a enfrentar a unos españoles contra otros, poniendo patas arriba la Constitución y alterando el modelo de convivencia del 78, ese que Abascal llama despectiva y guerracivilísticamente “consenso progre”? ¿Está recuperando el PP el centro cuando no hace más que radicalizarse y escorarse a la derecha? ¿Se puede considerar al Partido Popular una formación moderada teniendo en cuenta esas alianzas con los autócratas que hasta hoy han coqueteado con Trump y con Putin? Pocas veces se ha visto un caso de cinismo político tan descarnado.

Obviamente, los socios del PP en bifachitos autonómicos no estaban tan contentos con la victoria de la democracia y el macronismo y aplaudían sin complejos los grandes resultados de su candidata favorita Le Pen. “No se puede confinar políticamente a la mitad de los europeos”, tuiteaba el vicepresidente primero de Vox, Jorge Buxadé, que además calificaba de “extraordinario” el resultado obtenido por la extrema derecha y advertía que “sería un gran error ignorarlo”. Al mismo tiempo, Macarena Olona publicaba una foto de ella junto a destacados miembros del partido ultra portugués Chega, reafirmando así cuál es la intención de la nueva internacional fascista: acabar con la democracia en Europa e implantar gobiernos autoritarios y autócratas al más puro estilo reaccionario trumpista.

En medio de ese fiestón facha con mucho odio y champán francés (calimocho en el caso de Vox, que es más español), en medio de ese gran revival en plan walking dead neonazi como no se recuerda desde hace un siglo, el PP se ha convertido en la gran excepción de la derecha europea. Pactan con el nuevo fascismo sin pudor, blanquean a los ultras y rechazan el cordón sanitario mientras sus compañeros de Bruselas se sonrojan y se llevan las manos a la cabeza. La conclusión es que ya no hay manera de diferenciar al Partido Popular de Vox y cualquier día Abascal entra en el despacho de Génova para tomar mando en plaza.

Ni un mes han tardado los españoles en catar a Feijóo, un señor que venía con la vitola de moderado y de demócrata de pedigrí y que a las primeras de cambio se ha abrazado al fascismo posmoderno más abyecto. Uno que ya no tiene nada que perder y se ha convertido en un descreído (me van a fusilar los dos bandos) siente auténtica vergüenza de vivir en un país donde la derecha supuestamente aseada y convencional se ha subido al tanque de los autoritarios putinescos para terminar de acabar con las libertades en este país. Los Le Pen, Orbán, Abascal y compañía han venido no para reformar nada, que no les interesa, sino para demolerlo todo y acabar con la democracia tal como la hemos conocido. Viendo las cosas que estamos viendo no extraña que el perfil de abstencionista desafecto vaya en aumento en Francia ni que cientos de miles ya ni siquiera se dignen a pasar por la urna para cumplir con el trámite de votar. Aquí, en España, vamos por el mismo camino de la desconexión con la calle. Muchos ciudadanos han roto definitivamente con la política, en parte porque la izquierda real incapaz de acabar con la desigualdad ha fracasado por incomparecencia (no está ni se le espera) y en buena medida porque la derecha supuestamente democrática ha decidido ir en frente común con los nacionalistas autoritarios. Ya solo queda el odio, la falta de esperanza en el futuro y unos cuantos millones de vagabundos y marginados del sistema que ven en el fascio redentor la única solución a sus problemas. El camino está allanado para que lleguen los del brazo en alto. Porca miseria.  

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