Irene Montero es como Ana Patricia Botín. Su conocimiento del feminismo es inexistente, incorrecto, incompleto, nulo y vacío. Mientras que la presidenta del Santander se autoproclama feminista porque, tal y como afirmó en la Junta General de Accionistas, «creo en la igualdad de oportunidades y quiero decir que esto no solo es lo correcto, sino que es bueno para el negocio», la actual ministra de Igualdad antepone las justas reivindicaciones del movimiento LGTBI, que no solo es correcto sino bueno para hacer política para su partido en campaña electoral. Y pone en presunto riesgo, tal como aparece en el borrador, a la lucha contra la violencia de genero .
No obstante, el desconocimiento (o la ignorancia) lleva a Irene Montero a obviar que muchas de las pretensiones de los diferentes movimientos homosexuales chocan frontalmente con el feminismo. Por ejemplo, algunas de las asociaciones y federaciones que han redactado el borrador de la Ley Trans también reclaman la aprobación de una ley que legalice la gestación subrogada, es decir, la mayor esclavitud actual a la que se somete a las mujeres en la actualidad.
El borrador de la Ley Trans, tal y como está redactado, es un verdadero peligro para los derechos de las mujeres, sobre todo porque destroza uno de los pilares sobre los que se asienta la lucha del feminismo: la erradicación de la violencia de género.
Insistimos en dos aspectos antes de pasar a analizar estos hechos, según lo indicado en el borrador. En primer lugar, las personas trans están absolutamente legitimadas a reivindicar y a que se les concedan los derechos que reclaman. En segundo término, hay que dejar muy claro que estar en contra o ser críticos con este borrador no implica, en ningún caso, la existencia de transfobia. «No me dejes caer en el vulgar error de soñar que soy perseguido cada vez que alguien me contradice». Este pensamiento de Ralph Waldo Emerson muestra cómo hay colectivos que no aceptan la legítima discrepancia y sólo se mueven en base a la imposición de sus ideas. Algo así está pasando en la actualidad.
La autodeterminación de género, tal y como está definida en el borrador de la Ley Trans, provoca que se difuminen absolutamente los conceptos hombre y mujer y, evidentemente, esto tiene consecuencias muy graves sobre la lucha contra la violencia de género. El texto del Ministerio de Igualdad define la identidad de género como «la vivencia interna e individual del género tal y como cada persona la siente y autodefine, pudiendo o no corresponder con el sexo asignado al nacer». El artículo 5.1 del borrador, toda persona tiene derecho «al reconocimiento de su identidad de género libremente manifestada, sin la necesidad de prueba psicológica o médica, en los términos previstos en esta ley […] al libre desarrollo de la personalidad acorde con su identidad de género y expresión de género […] a ser tratada de conformidad a su identidad de género en todos los ámbitos públicos y privados, de acuerdo con lo previsto en esta ley».
Por otro lado, en referencia a la cuestión registral el borrador señala en su artículo 9 que «toda persona de nacionalidad española, mayor de dieciséis años y con capacidad suficiente, podrá solicitar por sí misma la rectificación de la mención registral del sexo». Es decir, que, en virtud de la «vivencia interna e individual del género tal y como cada persona la siente», se puede cambiar la mención registral al sexo de esa persona cuando quiera y las veces que quiera.
Sin embargo, esta parte tendrá un efecto demoledor en la lucha contra la violencia de género. Cuando este borrador habla de la identidad de género en base a una vivencia interna lo que se está haciendo es cumplir con algunos de los objetivos de determinados lobbies que, levantando la bandera de la igualdad, lo que hacen es, precisamente, acabar con todos los avances conseguidos en este ámbito. La identidad y la autodeterminación de género no es ningún principio político y ninguna ley puede regular los sentimientos de las personas.
El borrador de la Ley Trans, con toda la buena intención que pueda tener, podría abrir la puerta para la protección de maltratadores que aún no han sido denunciados frente a lo que recoge la ley en contra de la violencia de género. Como no se reconoce ningún tipo de control a la hora de la autodeterminación, se abre una vía para que personas sin ningún tipo de vivencia interna cambien en el Registro Civil el sexo y, de esta manera, evitar los agravantes en caso de ser denunciados. En concreto, un maltratador, antes de cometer un crimen machista, no tiene más que acercarse al registro y realizar la modificación de sus datos que contempla el borrador para que no se le apliquen los agravantes de género recogidos en el artículo 153 de Código Penal. No se trata de frivolizar, no se trata de buscar ejemplos rebuscados, se trata de plantear lo que ya está ocurriendo en determinadas comunidades autónomas en las que hay personas que presentan roles femeninos para aprovecharse de leyes mal redactadas o para, directamente, convertirse en sus máximos opositores.
El borrador de la Ley Trans, redactado como si fuese el manifiesto de una asociación o un colectivo LGTBI, provoca que, al asumirse que la condición de mujer es un hecho que no trasciende a la realidad, las víctimas de violencia de género o de violencia sexual lo sean por elección propia. Esto es muy grave.
Por otro lado, se está utilizando al feminismo como Caballo de Troya para imponer aspectos que nada tienen que ver con la lucha de las mujeres por la igualdad. La Ley Trans nada tiene que ver con el feminismo y el manifiesto publicado en favor del borrador, pretendidamente por asociaciones feministas, está firmado por asociaciones y colectivos que no son feministas, sino por organizaciones cercanas a Podemos o por sus propios Círculos.
¿Deben reconocerse los derechos de las personas trans? Evidente y rotundamente, SÍ. ¿Es este borrador el camino para lograrlos sin conculcar otros derechos logrados tras muchas décadas de lucha? Evidente y rotundamente, NO.