La retórica de Podemos, del éxtasis a la debacle

Alejandro M. Gallo
27 de Octubre de 2023
Actualizado el 17 de octubre de 2024
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Pablo Iglesias podemos

En el ocaso de su vida política, a Silvio Berlusconi le resultaba difícil mantener aquella retórica simplista pero eficaz, que deslegitimaba al adversario y explicaba los problemas complejos de forma sencilla para conectar con los electores. En ese momento, construyó un enemigo (diría Umberto Eco), inexistente en la realidad, responsable de los problemas de Italia: los comunistas y los jueces.

Berlusconi, al que se le consideraba el inventor del populismo en la Europa democrática, mostró al mundo que cuando un líder deja de usar la retórica para explicar la realidad y pasa a usarla para justificar su política, ha comenzado el principio del fin de su carrera.

Donald Trump sería otro ejemplo más reciente, pues sus seguidores de QAnon, Proud Boys, Alt Right y Stop the Steal crearon ex-nihilo el Estado Profundo, un Estado dentro del Estado, como el enemigo de los Estados Unidos, una élite misteriosa y ultrapoderosa que mueve los hilos entre bambalinas y es la causante de todos los males de la nación, compuesta por demócratas pedófilos, actores libertinos de Hollywood, empresarios globalistas, burócratas de Washington DC y un sinfín de personajes que les interesaba señalar como enemigos

Es decir, un líder o una organización política evidencia su declive en el instante que su retórica ya no explica ni aclara ni resuelve los problemas de la compleja realidad en la que vive el ciudadano medio, sino que la emplea para justificar la actuación política de ese líder u organización, eludiendo responsabilidades y señalando a un enemigo ―construido ad-hoc y, generalmente, ex-nihilo― como causante y responsable de los males.

Así, la crisis económica del 2008 influyó en el nacimiento de nuevas organizaciones políticas que canalizaron el malestar social y la indignación: el Nuevo Partido Anticapitalista surgió en Francia en el 2008 y el Movimiento 5 Estrellas lo hará en Italia al año siguiente. Además, también aparecieron movimientos sociales y revueltas de tinte espontáneo: la Primavera Árabe; el Movimiento 15-M; Occupy Wall Street; YoSoy132 o Primavera Mexicana. Cuando estos movimientos se apagaron, surgieron otros sobre sus cenizas, como una segunda generación: Syriza en Grecia; Nuit Debout y los Chalecos Amarillos en Francia y el movimiento Black Lives Matter en los Estados Unidos. De todos los anteriores, solo han llegado a gobernar el Movimiento 5 Estrellas y Syriza, del 2015 al 2019, antes de entrar en una crisis profunda de identidad y de praxis.

En España, Podemos puede considerarse como producto de esa segunda generación, pues irrumpió en el panorama político a comienzos del año 2014, concretamente se fundó el 11 de marzo y se presentó por primera vez a unos comicios en las Elecciones Europeas del 25 de mayo de 2014, alcanzando cinco escaños y el cuarto puesto, con 1.253.837 votos. De tal manera que, en el periodo que abarca desde su nacimiento hasta hoy en un gobierno en coalición con el PSOE, su discurso ha sufrido un proceso con cuatro periodos claramente diferenciados.

Los dos primeros ya fueron señalados en «La trayectoria del discurso de Podemos: del antagonismo al agonismo» por el profesor Javier Franzé y llegarían, según él, hasta octubre del 2016. Sin embargo, creo ―por las razones que expondré― que el segundo periodo se prolongaría cinco meses más, hasta después de Vista Alegre II en marzo del 2017, que comenzaría el tercero, al que denomino «paranoide», que concluiría con la «construcción del enemigo» en el cuarto periodo, indicativo del comienzo de la debacle.

Periodo antagónico

Este periodo, según Franzé, abarcaría desde marzo de 2014 hasta enero de 2015. Su característica principal es que el discurso se basa en el antagonismo con el sistema político existente, entendido desde la acepción de populismo de Ernesto Laclau, como enemistad con el orden político y pretensión de impugnarlo. Esto implicaba la construcción de un Nosotros-Ellos. Es la base del enfrentamiento de los Amigos (Nosotros) contra los Enemigos (Ellos) donde obliga a refundar el orden existente para que las demandas puedan realizarse. En este espacio de casi diez meses, la retórica política es a la ofensiva, provocando que el discurso de las otras organizaciones políticas pase a la defensiva y sus analistas no sean capaces de situar ni definir a Podemos, de ahí que lo nombrarán populismo, izquierda radical, amigos del régimen iraní, de simpatizantes de ETA o del Movimiento Cinco Estrellas de Grillo, de chavismo y hasta lepenismo hispano. Ante esta falta de definición y anclaje, los adversarios políticos consolidados inician un proceso de desgaste mediante la acusación de corrupción. El primer caso fue el de Juan Carlos Monedero, que abandonará la formación el 30 de abril de 2015; luego citarían a Iñigo Errejón, a Pablo Iglesias, a Tania Sánchez por su gestión en Rivas-Vaciamadrid y, por fin, a Pablo Echenique.

En estos meses, Podemos creó conceptos o significantes vacíos, que dominaron su discurso y el debate, como «casta», «empoderamiento», «escraches», «puertas giratorias» o «Patria», que asociaban a la gente y al Estado de Bienestar y enfrentada a la Patria del establishment, a los que solo les unía sus cuentas corrientes, decían. La dicotomía presentada no será derecha-izquierda, sino arriba-abajo, identificando lo nuevo-abajo-democracia y enfrentándolo a lo viejo-arriba-oligarquía.

Llamaron a la construcción de círculos, como opuestos a la visión jacobina o leninista de la organización. Estos círculos, a diferencia de las células leninistas compuestas por obreros, se llenarán de ciudadanos, con lo que pretendían construir un nuevo sujeto hegemónico: el pueblo. El color de la formación era nuevo en el horizonte político de entonces y hasta sus gestos cambiaban respecto a la izquierda clásica, pues Errejón hacía la «V» de la victoria y Monedero extendía la palma de la mano como en el 15-M.

Este periodo de antagonismo, unido a la velocidad que imprimieron a su actividad política y a su retórica, corresponde a una nueva forma de ejercer la oposición en la historia de la izquierda, pues hasta ahora se discutía entre «guerra de posiciones» ―ejercida hasta 1917 por la II Internacional―, propia de la estrategia militar de trincheras y líneas defensivas empleada en la I Guerra Mundial, y la «guerra de maniobras», inaugurada por la Revolución Rusa y la III Internacional en sus primeros congresos. Esa nueva forma de velocidad con la que se desarrolla el periodo antagónico era el traslado a la política de la Blitzkrieg, la «guerra relámpago» de la Wehrmacht.

Periodo agonista

El profesor Franzé sitúa esta fase desde enero 2015 hasta octubre del 2016. Es el momento que la organización se prepara para las Elecciones Municipales y Autonómicas del 24 de mayo de 2015 donde estaban seguros de alcanzar la dirección en algunas administraciones. De esta forma, se sustituyó el antagonismo por el agonismo, de la enemistad se pasó a una cierta amistad política, pero manteniendo fuertes diferencias en ese orden. Era el agonismo definido por Chantal Mouffe. Este cambio es el resultado de la preparación para las elecciones citadas y de otros dos fenómenos. El primero sería la identificación desde diferentes medios de Podemos con el régimen de Venezuela, con lo que se le comienza a llamar bolivariano o chavista, eso provoca por primera vez que el discurso cambie a la defensiva al ser ubicado por las fuerzas contrarias como parte de la «casta» a la que atacan. El segundo es la irrupción del partido Ciudadanos que le disputa el discurso y el espacio de lo Nuevo contra lo Viejo. En este proceso dejan de utilizar el término «casta», pues a la organización Podemos se la empieza a identificar con ella, y se señala a las élites como beneficiarias de unas instituciones que han de ser recuperadas para los ciudadanos. De ahí el discurso de Errejón el 31 de enero de 2015 en la Marcha del Cambio. «Son ellos (los privilegiados) los que se han colocado por encima de la ley, por encima de las instituciones […]. No les creemos más […]. En el año 2015 la gente va a recuperar la soberanía, la gente va a recuperar nuestro país».

Ahora ven a las instituciones como neutrales, apelan a los «socialistas de corazón» y citan a la socialdemocracia, aunque el eje nuevo-abajo-democracia contra viejo-arriba-oligarquía sigue presente en la retórica. El Nosotros es la gente y el Ellos es la oligarquía. Sin embargo, la relación con lo que denominan el Régimen 78, surgido de la Transición, cambia, pues pasan de considerar que estaba agotado a verlo como necesitado de una restauración desde arriba o un proceso constituyente desde abajo. De ahí que se proponga una nueva Transición que llevara el espíritu del 15-M, que implicaría recuperar las instituciones para la gente y poner a las élites bajo la ley. Y proponen aliarse con fuerza cercanas, como PSOE o IU, en una especie de nuevo Compromiso Histórico, al estilo italiano del PCI de Enrico Berlinguer, o más bien un actualizado Frente Popular con todas las formaciones políticas de izquierdas, cuestión que reafirmaría esta etapa agonista o regenerativa.

Este periodo abarcará las Elecciones Municipales y Autonómicas de mayo del 2015; las Elecciones Generales del 20 de diciembre del 2015 en las que alcanzan 69 diputados y 3.198.584 votos; y las Elecciones Generales del 26 de junio de 2016, con 71 diputados de Unidos Podemos (Podemos+IU). Esta fase provoca que la organización tenga que abandonar la velocidad de la «guerra relámpago» y se sumerja en la rutina institucional, donde el ritmo le vendrá impuesto por los procedimientos legales, junto al resto de trabas burocráticas y políticas. El profesor Franzé finaliza su estudio en octubre de 2016, pero este periodo agonista es idéntico a los cinco meses siguientes, hasta febrero del 2017 con la celebración de Vista Alegre II, donde se despliega un nueva fase y, por ende, un nuevo discurso.

Periodo paranoide

Será en marzo de 2017 cuando tome cuerpo este periodo o estilo, semejante al inaugurado por Barry Goldwater en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos en 1964, donde no solo apelaba a las emociones, sino que quería provocar la sensación de un «despertar» ―¡Eureka!― a la comprensión de la realidad política. Fue el origen de la retórica de Ronald Reagan en los ochenta y del seguidismo radicalizado del discurso de Trump y sus partidarios del Gran Despertar, al igual que años antes el nombre de Podemos fue una imitación del We Can de  Barack Obama, así como el eslogan «Sí se puede».

Lo primero que hicieron fue sustituir el término «casta» por otro que abarcase todas las anomalías no explicadas y mantuviera un impacto semántico. De ahí que comienzan a utilizar el término de «trama», como nuevo significante acuñado por Manuel Monereo. «Empleo trama como algo consciente, como una estructura organizada permanentemente, donde están los poderes económicos, ciertos poderes mediáticos, políticos y de la clase política», dijo Monereo en aquellos momentos. La trama es, pues, un «Gobierno en la Sombra», al que oponen el Bloque Histórico, que sería sumar a Podemos organizaciones a la izquierda del PSOE. Desde ese momento la locución «trama» comenzó a utilizarse por los dirigentes políticos de la organización, incluso contaban con un hashtag para este término #LaTrama.

La «trama» presentaba las características del conspirador invisible y ficticio que impide llevar a buen puerto las políticas de la organización, pero exime a los dirigentes de Podemos de responsabilidad en sus actuaciones, pues tienen señalado al culpable de las desgracias de la sociedad. Localizar esta trama es como una Epifanía solo acta para elegidos, son idénticos a los redpilled del Gran Despertar de QAnon ―imitado de The Matrix―, que toman la pastilla roja y siguen con fe al Conejo Blanco ―imagen copiada de Alicia en el país de las maravillas― hasta la madriguera, donde le será revelada la verdad, la conspiración del Estado Profundo que combate Donald Trump. Es el momento de la gran revelación, donde los chamanes nos explican la realidad oculta: Todo está relacionado y el Todo queda explicado, base del pensamiento conspiranoide y su retórica. Como apreciamos, el esquema del Estado Profundo era muy parecido al Gobierno en la Sombra de la «trama» de Podemos.

Ese momento fue el comienzo de una nueva caza de brujas, donde señalaban a quienes ellos decidían. Un ejemplo lo tenemos en las imágenes colocadas en el TramaBus, donde anularon de un plumazo la presunción de inocencia y aplicaron, al igual que Joseph McCarthy, la falacia de la inversión de la carga de la prueba. Es el mismo esquema, los mismos andamios internos, de la retórica política utilizada por todos los dictadores del siglo XX y de los que conocemos del siglo XXI. Y meses después, «la trama» pasó a denominarse la «mafia del canapé», que era un término más fino y exquisito que el Estado Profundo de QAnon. El discurso paranoide continuaba y frente a la «trama», a la «mafia del canapé» que ataca, engaña y roba a la gente, situaron al Bloque Histórico, formado por ellos y sus aliados.

Como dicen los que saben de esto: «dame un antagonismo y me hará cada vez más fuerte». Es el Nosotros frente al Ellos. No hay izquierda ni derecha, ni el arriba-abajo de la fase antagonista, ahora es el Enfrente, el regreso a lo básico de la retórica mundana o barriobajera, si lo prefieren. Como se puede ver, el análisis concreto de la situación concreta (defendida por Vladimir I. Lenin) dejó paso al héroe y sus aliados (Nosotros), al villano intrínsecamente malvado (Ellos), la princesa cautiva y la liberación del pueblo oprimido (la Misión encomendada), un relato muy viejo y manido en boca de gente joven y supuestamente transformadora.

Actualmente, el término «trama» está agotado y no se utiliza en el discurso político de la organización, solo lo siguió empleando Manuel Monereo en algún texto, por ejemplo, «Lo que la trama trama» (2020). En una muestra de que ha dejado de ser un «significante vacío», si es que alguna vez lo fue, y se ha convertido en un «significante vaciado», que no significa ni explica nada y nos recuerda a la «Nada nadea» de Martin Heidegger.

Periodo de la construcción de enemigos

El rédito político de esas fases con sus tres estilos de retórica, lo hemos visto en las Elecciones Generales del 28 de abril 2019, donde Unidas Podemos bajó a 42 diputados, con una pérdida de 29. En las Elecciones Generales del 20 de noviembre de 2019, siguió bajando y se situó en 35 diputados. Unos meses después, enero 2020, el partido entró en el gobierno de la nación y el discurso se modificó. Si hasta ahora, tanto los periodos antagónicos, agónicos y paranoides intentaban explicar a su modo la realidad política, social y económica, desde enero del 2020, con la entrada en el gobierno de la nación, el discurso de esta organización política ha dejado de explicar y ha pasado a justificar.

Esta nueva fase, en la que un discurso ya no explica ni predice y solo sirve para justificar acciones, generalmente con hipótesis ad-hoc, es la misma que se produce en la ciencia cuando un programa de investigación no sirve y ha de ser sustituido por otro. Si los astrólogos fueron capaces de predecir y explicar por qué regresó el cometa Halley el mismo año en que había sido calculado, era una muestra de la vigencia de la teoría de Issac Newton, de que aún estábamos ante un Programa Científico Progresivo (diría Irme Lakatos), frente a teorías aristotélicas o escolásticas que ya no predecían nada y se dedicaban a justificar los fenómenos desde esas creencias, convirtiéndose en regresivas, en un arma inútil ―a veces, contraproducente― para investigar e interpretar la realidad.

Eso era lo que había pasado con la retórica de la organización, había dejado de ser progresiva y se había convertido en regresiva. La fase paranoide mencionada antes, dio paso a la creación y construcción de enemigos a los que señalar como causantes de que los designios de la Providencia Divina no se cumplieran. Ese fracaso se atribuía a los de antes, después a los de siempre, pero tenía en común que nunca asumían culpas desde la organización. Hay que buscar enemigos que carguen con la responsabilidad de la incompetencia. Lo que importa es sacar provecho, acusar al adversario para tapar la propia incapacidad. Le ocurrió lo mismo a Jair Bolsonaro en Brasil, a Nigel Farage en el Reino Unido, a Donald Trump en los Estados Unidos o a Mauricio Macri y a Cristina Fernández de Kirchner que se señaban entre sí como enemigos declarados y causantes de todos los males de la Tierra.

En esos momentos de declive es una necesidad estratégica construir un enemigo, pues ayuda a sobrevivir en el mundo de la política y, a lo mejor, también a ganar algunas elecciones, pero no sirve para gobernar con talento ni para realizar una buena gestión pública. Si el enemigo no existe, hay que correr el riesgo y crearlo; es un buen método para unir voluntades contra ese enemigo común, expiar culpas y ganar alguna batalla, nos dirá Umberto Eco en Construyendo el enemigo.

Si las cosas no van bien para nuestros intereses ―argumentarán―, tal vez es por ciertos periodistas que hablan mal de nosotros y de seguido pasan a la fase de señalarlos, hasta el punto de dar nombres como el de Ana Rosa Quintana, a la que añaden el insulto. Si el resultado de una ley no es el esperado, incluso es lo contrario, pues la culpa es de otro enemigo: los jueces machistas. Nunca se asume que la ley puede ser el problema, aunque presente la evidencia de haber provocado más de mil rebajas de penas a violadores y pederastas. A periodistas desafectos y jueces machistas, han unido en algunas esferas a los colegiados médicos objetores, a los que hay que señalar también por no querer practicar abortos. 

Sin frenos a la debacle

Estos nuevos enemigos se unen a los que han ido construyendo a lo largo de los años y no han desechado, como el Ibex-35 o Amancio Ortega, al que presentan como la reencarnación de Lucifer en la Tierra, al igual que la extrema derecha hace con George Soros o Bill Gates. Todo tiene la misma finalidad para los dos extremos políticos: construir un enemigo al que echarle las culpas de lo que ocurra, mientras ellos se liberan de la responsabilidad de sus actos y ocultan su incapacidad. Es la paranoia de fusión, el punto de unión de los dos extremos políticos (de la que ya hablé en el artículo «La retórica paranoide en el discurso político», en el nº 72 de Diario 16). El resultado último de todo esto es que en la elecciones autonómicas del 28M, Podemos bajó de 47 diputados autonómicos a 14 ―amén de los concejales perdidos― y en las generales del 23 de julio solo obtuvo 5 diputados, dentro de los 31 de la coalición Sumar, pues su marca en solitario ya no vende.

Argumenta y concluye Mariano Sánchez Soler en su investigación La larga marcha ultra, que el auge de la extrema derecha en Europa se debe principalmente ―por supuesto, sin contar la debilidad del movimiento obrero― porque con su retórica ha sido capaz de aprovechar las lagunas, las anomalías, la falta de verosimilitud y las incoherencias del discurso llamado progre, que lo han alejado de la realidad diaria, de la cotidianidad, de ciudadanos que quieren soluciones concretas a problemas concretos, a los que no les sirven las grandes palabras ni significantes vacíos ni neolenguajes que no le ayudan a llegar a fin de mes ni a obtener empleo ni a aumentar la seguridad en el puesto de trabajo o a tener suficiente poder adquisitivo para disfrutar unas pequeñas vacaciones o para que sus hijos aspiren a estudios superiores.

La debacle, pues, está servida, pero se seguirá argumentando que la culpa es de otros, de enemigos muy poderosos, porque ellos lo han hecho muy bien. Las excusas eternas de los malos perdedores, que su retórica se ha alejado de la realidad y de las verdaderas necesidades del ciudadano medio. Dejaron de escuchar, tal vez porque no los conocían, al tendero de la esquina, al quiosquero, al camarero, al chapista, al carnicero, al pescadero, al minero…

Existe una moraleja argentina, paradójica e irónica al mismo tiempo ―desconozco si la conocían Ernesto Laclau y Chantal Mouffe―, con la que concluiré este artículo, y que es un buen resumen de la argumentado más arriba e ilustra a la perfección esa desconexión de la retórica de la organización con las necesidades de los ciudadanos. Cuentan que si vemos a una persona con una bandera y detrás a un grupo enorme de ciudadanos caminando con paso firme detrás de ambos, pues casi seguro que la persona que porta la grímpola sea el abanderado. Sin embargo, si vemos una persona con una bandera y la gente ni le sigue ni le presta atención, entonces se trata con certeza del boludo de la bandera

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