Las posibles consecuencias de la victoria de Giorgia Meloni en las elecciones italianas han sobrepasado las fronteras de la Unión Europea y llegaron a la Casa Blanca. Sin embargo, en la Administración Biden han empezado a analizar supuestas consecuencias sin entrar a evaluar las causas que han llevado a un partido neofascista a ser el más votado en la tercera economía de la UE y en uno de los miembros del G7.
La Casa Blanca hizo un comunicado público institucional, sin entrar en detalles, pero sin mencionar a Meloni por su nombre. «Es un aliado de la OTAN, como saben, un socio del G7 y miembro de la UE. Trabajaremos con el nuevo gobierno italiano en toda la gama de temas compartidos. desafíos globales, incluido el apoyo a Ucrania mientras se defienden de la agresión de Rusia», afirmó Karine Jean-Pierre, jefa de prensa de la Casa Blanca.
Eso sí, también señaló que es preocupante la tendencia que se está dando en Europa tras la subida del apoyo a las formaciones de extrema derecha en países como Francia, Suecia, Hungría y, evidentemente, Italia.
Para los analistas políticos estadounidenses, la victoria de la extrema derecha en Italia se produce cuando las alianzas geoestratégicas se pondrán a prueba en lo que se prevé como un invierno frío y oscuro para Europa.
La Administración Biden está preocupada porque la llegada de Meloni pudiera empezar a poner en cuestión el compromiso de Italia con la guerra de Ucrania o la OTAN, dado que la próxima primera ministra ya anunció que los recursos de Italia deben usarse para los italianos, sobre todo si la Unión Europea cae en recesión.
Sin embargo, la causa de que Meloni haya vencido en Italia y que la extrema derecha esté creciendo en Europa hay que buscarla en lo que ocurre en Wall Street y en la posición de poder absoluto de las grandes multinacionales estadounidenses que, en general, están condicionando las políticas de las democracias para seguir desequilibrando la balanza hacia una sociedad en la que desaparezca el estado del bienestar y se reproduzca el sometimiento de las clases trabajadoras de rentas medias y bajas.
Desde las grandes empresas estadounidense y desde los despachos de Wall Street se está implementando por la vía de los hechos una estrategia que no está basada en la tradicional lucha entre ricos y pobres, sino que es un ataque directo para erradicar las clases medias. Y eso viene ocurriendo desde 2008.
Meloni ha ganado porque existe una clara desafección hacia el propio sistema democrático que está siendo incapaz, por las presiones de esos poderes financieros y empresariales, de resolver los verdaderos problemas a los que se enfrenta la ciudadanía. Este hecho debería preocupar sobremanera a la Administración Biden, salvo que su única preocupación sea la de la implicación de Italia en la guerra de Ucrania y el negocio que pueden dejar de obtener las multinacionales armamentísticas estadounidenses.
En Estados Unidos tienen al enemigo en casa. No es sólo Donald Trump, son las multinacionales, las grandes empresas y fondos de capital privado, los grandes bancos de inversión que actúan también de custodios de activos financieros de manera absolutamente opaca.
Biden sabe, o debería saber, que los movimientos de extrema derecha también están creciendo en su territorio, sabe que el descontento está incrementándose hacia el propio sistema democrático porque los mismos problemas que tienen los ciudadanos de la UE los tienen en Estados Unidos. Precariedad en el empleo, falta de un estado del bienestar que proteja a las rentas bajas y una reducción importante y miserable de los niveles salariales. Esos movimientos ultras no crecen en Nueva York, Boston, Philadelphia o Los Ángeles, está surgiendo en las zonas del interior, donde las oportunidades de proyección vital son cada vez más reducidas.
Mientras ocurre esto, las grandes multinacionales y los lobos de Wall Street han aplicado una metodología de codicia corporativa que no duda en subir artificialmente los precios de sus productos para no rebajar sus ratios de beneficios en plena etapa inflacionista. La gente está harta de esto, sobre todo porque ve que los salarios de los principales ejecutivos se disparan, que los dividendos que cobran las grandes fortunas por sus inversiones siguen creciendo, que los ricos obtienen prebendas tributarias sin que el sistema democrático haga nada para evitarlo. Más bien al contrario, los representantes políticos elegidos por el pueblo luchan para aprobar leyes que favorecen a los que más tienen.
Entonces, ¿la única preocupación es si Italia tiene una posición más laxa respecto a la guerra de Ucrania? Tanto Estados Unidos como la Unión Europea tendrían que estás más preocupados de sus ciudadanos, entonces dejarían de mirar la paja en el ojo ajeno en vez de la viga en el suyo.