Hoy es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y la Niña. En este día, millones de mujeres y hombres saldrán a la calle detrás de pancartas con lemas imaginativos, ocurrentes, directos y sin piedad para reivindicar la erradicación de todas las violencias que sufren las mujeres a lo largo de su vida y en todas las partes del mundo. Sin embargo, el activismo, la protesta ciudadana se ha quedado en el grito en el desierto. El problema de la erradicación de las violencias contra la mitad de la población mundial es un tema político que va más allá de tal o cual pancarta.
El problema está en que la clase política, sobre todo las derechas y una parte cada vez más importante de la socialdemocracia, están priorizando otros aspectos. A todo ello hay que unir el crecimiento de los movimientos parafascistas de extrema derecha que, directamente, niegan que la violencia que se ejerce contra las mujeres exista.
Sima Bahous, directora ejecutiva de ONU Mujeres, ha publicado una carta en la que califica a la violencia contra las mujeres como lo que es, una crisis mundial.
«La violencia contra las mujeres es una crisis mundial. En todos nuestros barrios hay mujeres y niñas que viven en peligro. En todo el mundo, los conflictos, los desastres naturales relacionados con el clima, la inseguridad alimentaria y las violaciones de los derechos humanos están exacerbando la violencia contra las mujeres. Más del 70% de las mujeres han sufrido violencia de género en algunos contextos de crisis. En distintos países, tanto ricos como pobres, los prejuicios de género han dado lugar a actos de violencia contra las mujeres y las niñas», ha escrito Bahous.
La realidad es que, en muchas ocasiones, la violencia contra las mujeres no se denuncia, permanece silenciada por el estigma, la vergüenza, el miedo a los perpetradores y el miedo a sistemas judiciales que tienen un doble baremo de medir si la víctima es hombre o mujer.
A todo lo anterior hay que añadir cómo la pandemia ha provocado un incremento de la violencia oculta contra mujeres y niñas por verse obligadas a convivir encerradas con sus maltratadores o abusadores.
«En todos los rincones del mundo, las líneas de ayuda ante la violencia contra las mujeres registraron un aumento en los informes. Los derechos humanos de las mujeres, incluidos los referentes a la seguridad, la dignidad, la igualdad y la justicia, son principios fundamentales del Derecho Internacional. Y sabemos que el liderazgo y la seguridad de las mujeres, en toda su diversidad, desempeñan un papel vital en el progreso económico, el bienestar de las comunidades, la salud y la educación de las niñas y los niños, y más. Todas y todos nos beneficiamos cuando se defienden los derechos humanos de las mujeres, y todas y todos sufrimos cuando se abusa de esos derechos», afirma Sima Bahous en su carta.
En consecuencia, las pancartas de hoy son importantes, pero no arreglarán nada si la voluntad política no acompaña esos mensajes que hoy millones de gargantas lanzarán al aire.
Ha llegado el momento de que los compromisos, los discursos y las buenas intenciones presentadas desde un atril se conviertan en hechos palpables. No se puede escatimar ni un recurso económico, no se puede priorizar los intereses económicos frente a la vida de millones de mujeres y niñas. Una vida humana no tiene precio y, en consecuencia, una clase política no puede priorizar sobre aquélla las cuentas de resultados o el estado bancario de las clases dominantes.
El activismo tiene su papel y ha actuado correctamente. Sin embargo, las pancartas no salvan vidas ni evitan maltratos y abusos. Sólo quien ostenta el poder gracias a los votos de los ciudadanos y ciudadanas puede activar las soluciones que todo el mundo sabe cuáles son. No hacerlo sólo tiene una explicación: falta de compromiso real, incoherencia e hipocresía. Y, así, las mujeres seguirán siendo víctimas y pasarán decenas de 25N sin que se haya solucionado esta crisis que, es cierto, tiene una dimensión mundial.