Los expertos advierten a Sánchez de que gripalizar la pandemia es "un craso error"

18 de Enero de 2022
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Pedro Sánchez ha optado por gripalizar la pandemia.

Hace apenas una semana, Pedro Sánchez apostaba por “gripalizar” la pandemia, un feo palabro que ni siquiera se encuentra en el diccionario de la Real Academia de la Lengua. Así es nuestro inefable presidente del Gobierno, un hombre que genera ideas políticas y nuevas expresiones lingüísticas a la velocidad del rayo. Lo mismo reinventa el concepto de socialdemocracia (en realidad el cachondosocialismo felipista de toda la vida) que acuña nuevos términos científicos. Un maestro del eufemismo y el doble sentido.

Con todo, llama poderosamente la atención con qué facilidad se propaga la neolengua sanchista. Hoy el jefe del Ejecutivo pretende convencernos de que la pandemia no es más que un catarro sin importancia cuando hace un rato, en plenas fiestas navideñas, obligaba a todo peatonal a llevar mascarilla en exteriores. ¿Qué ha cambiado en tan poco tiempo? ¿Cómo ha podido pasar nuestro Gobierno, en dos semanas, de ordenar algunas de las más duras restricciones sanitarias a dar por finiquitada la lucha contra el coronavirus? No tiene el menor sentido salvo que el asunto se enfoque desde el punto de vista del pragmatismo político, el cálculo electoral y la estrategia del poder.

Al principio de la pandemia, Sánchez se tomó muy serio la mayor catástrofe humanitaria ocurrida en el planeta Tierra. Sin embargo, dos años después se trata de “gripalizar” la hecatombe, relativizarla o como se dice ahora: aprender a convivir con el bicho. Es cierto que el escenario ya no es el de marzo de 2020, cuando el número de muertos a causa del agente patógeno rozaba el millar casi a diario. El covid ha mutado hacia ómicron, una variante que si bien es cierto parece mucho más contagiosa y agresiva resulta menos letal. A la mejoría de la situación han contribuido, sin duda, las vacunas en sus diferentes versiones, que han ayudado a fortalecer la inmunidad de rebaño. Por fortuna, el apocalipsis se ha ido transformando en una situación más llevadera.

Sin embargo, todos los expertos científicos coinciden en que aún no es el momento de bajar la guardia, tal como pretende Sánchez. Es más, la Organización Mundial de la Salud ha advertido al Gobierno español de que resulta arriesgado dar por concluida la pandemia y calificarla de endemia muy parecida a la gripe. Desde todo punto de vista, el mensaje de Sánchez es nefasto, ya que la población se relaja en las medidas de prevención y el mal se propaga exponencialmente. Así le va a nuestro país, que hoy por hoy soporta cifras de incidencia acumulada de rango tercermundista. Según los últimos recuentos, rozamos los 3.400 casos por cien mil habitantes, de tal forma que a estas alturas la sexta ola es la peor de todas por número de contagios. Y una cifra todavía más escalofriante: los expertos apuntan a que uno de cada cuatro españoles podría haberse contagiado ya con el virus (en realidad el dato es engañoso, puesto que todo el mundo sabe que mucha gente pasa la enfermedad en su casa sin dar cuenta a las autoridades sanitarias).

Los datos oficiales no cuadran mientras que algunos virólogos creen que más de 12 millones de personas podrían haberse infectado a fecha de hoy en nuestro país, lo que abre otro debate no menos importante: ¿por qué España sigue fallando tan estrepitosamente en el sistema de contabilización? ¿Cuántos contagiados tenemos realmente? ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI, con todos los medios tecnológicos a nuestro alcance, seamos incapaces de sacar una radiografía mucho más certera y aproximada de la plaga? La respuesta nos lleva, inevitablemente, a desconfiar de las estadísticas oficiales, ya que está claro que el Ministerio de Sanidad no sabe a ciencia cierta cuál es la dimensión real de la pandemia y los responsables sanitarios se mueven en el terreno de la especulación y el cálculo aproximativo más parecido a la cuenta de la vieja que a un método de contabilización matemático y científico. Ya nos han dejado caer que a partir de ahora el seguimiento y publicación de datos será mucho menos estricto y puntual, dando a entender que la alarma ha cesado.

A pesar de que el escenario sigue siendo poco menos que dramático, no solo por la brutal incidencia del virus sino por las tremendas lagunas en la gestión, Sánchez se permite lanzar las campanas al viento, dar por superada la lacra y sugerir que estamos a punto de entrar en la “vieja normalidad”, la normalidad anterior al año 2019, cuando el mundo cambió para siempre. “Creo que tenemos las condiciones para que, con precaución y poco a poco, empecemos a evaluar la evolución de esta enfermedad con parámetros diferentes [similares a los usados en la gripe]”, aseguró el presidente en una entrevista en la Cadena SER. Por momentos parecía que no era Sánchez quien hablaba, sino Isabel Díaz Ayuso, la rebelde lideresa de Madrid que desde el principio ha coqueteado con el negacionismo rampante, se ha saltado a la torera las normas sanitarias más elementales y ha apelado a la libertad para que cada cual opte por abrigarse o contagiarse ante el coronavirus, según considere oportuno.

Obviamente, tal como era de esperar, los expertos, médicos y epidemiólogos se le han echado encima al presidente. Salvador Peiró, investigador de la Fundación de Investigación Sanitaria y Biomédica de la Comunidad Valenciana y uno de los expertos asesores de la Generalitat, considera que “endemizar” la pandemia “no tiene mucho sentido técnico”. Santiago Mas-Coma, presidente de la Federación Mundial de Medicina Tropical y experto de la OMS, cree que “gripalizar” el covid es un “craso error”, ya que la gripe “es un virus estacional porque depende del clima y el coronavirus no”. El epidemiólogo Daniel López Acuña asegura que “no estamos en el inicio del fin de la pandemia, ni ante una gripalización, ni el virus se va a convertir en endémico”. A su vez, el doctor César Carballo va todavía más lejos al sugerir que el término “gripalizar” puede llegar a utilizarse para “sacar rédito político” mientras el virólogo José Antonio López concluye que estamos ante “un debate erróneo que confunde a la población”.

Ómicron supone una amenaza demasiado seria como para que sea tomada a la ligera, frívolamente y con fines políticos. Sigue muriendo gente cada día, las UCI están llenas de pacientes con el consiguiente riesgo de colapso de la Sanidad pública y conviene no olvidar que las secuelas de la enfermedad pueden ser persistentes y de por vida. No estamos ante una gripecita más, como pretendía sugerir un demasiado eufórico y extrañamente bolsonarizado Sánchez. Sin duda, consciente de su error, el líder socialista ha dado instrucciones a la ministra de Sanidad, Carolina Darias, para que rectifique y aclare que la famosa gripalización no es algo inminente ni de hoy para mañana, sino una hoja de ruta de cara al futuro. Superada la fuerte tentación de banalizar la pandemia y pasar página, bienvenido de nuevo a la cordura, señor presidente. 

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