Los sindicatos temen que el Gobierno les dé el cambiazo a última hora con la reforma laboral

28 de Octubre de 2021
Guardar
Sánchez en una reunión con los líderes de los sindicatos.

Los sindicatos esperan con la escopeta cargada a ver qué hace Sánchez con la reforma laboral. Tanto Pepe Álvarez como Unai Sordo se están comportando como buenos chicos antes de subir al cuadrilátero de la negociación. Echan agua fría a los calentones entre el presidente y Yolanda Díaz, ponen paños calientes a los rotos de Nadia Calviño y hacen las veces de silenciosos y enlutados padrinos tratando de suavizar tensiones entre los dos duelistas. Haya paz, señores, haya paz.

Ambos líderes sindicales, como perros viejos de la lucha de clases, se mantienen a la expectativa hasta ver qué normativa laboral sale tras el tenso debate entre socialistas y podemitas (hay serio riesgo de que el bebé venga de nalgas y hasta con cuernecillos y rabo liberal, como en las malas películas de terror). Nadie quiere mojarse en UGT ni en Comisiones. La consigna es prudencia, discreción, mucha discreción camaradas y compañeros, no vayamos a cagarla ahora, tras meses de trabajo, por una declaración extemporánea o fuera de lugar. Aunque Álvarez y Sordo tratan de aparentar una imagen de tranquilidad, de serenidad, como si todo estuviese ya controlado y dando por sentado que la derogación de la reforma Rajoy está prácticamente hecha, son conscientes de que esto es un juego de trileros y a uno le pueden dar el cambiazo a última hora. Lo que se ha pactado fuera de las cámaras y los focos no vale, solo lo que está firmado en el papel va a misa.

Lo único cierto es que a esta hora nadie sabe lo que Pedro Sánchez tiene en la cabeza. ¿Qué está pensando realmente el presidente? ¿Está dispuesto a llegar hasta el final en la derogación íntegra del truño laboral del PP o ya le ha dicho a Calviño que eche el freno y pula solo los “aspectos más lesivos” de la normativa marianista? Vaya usted a saber. La mente del César es inextricable, como los caminos del señor. Depende de tantas cosas. Este hombre se mueve por impulsos, como todo buen depredador, y en función de sus instintos caninos. Si hay que pactar, ya sea con la derecha o con la izquierda radical, se pacta y punto. Si un ministro amigo le molesta, lo hecha al carro del heno y a la guillotina con él. Si hay que dar un giro hacia el felipismo pragmático pues se da y a seguir a tirando. Todo depende de cómo se levante esa mañana y de las trampas que le hayan puesto sus enemigos (los de dentro y los de fuera). Sánchez es así. Un superviviente nato. Un personaje de Alien versus Predator.

Por eso, porque saben que se están jugando las lentejas con un killer, con un tahúr del socialismo que hoy es podemita, mañana socialdemócrata y pasado de centroizquierda o incluso liberal, los dos grandes popes del sindicalismo español van con pies de plomo. Los han engañado tantas veces, les han dado tantos gatos por liebres en tantas batallas negociadoras con la patronal, que ya están escaldados. Se trata de no bajar la guardia, pero tampoco pecar de demasiado marxistas o radicales, algo que podría dar al traste con la negociación. Es verdad que de momento parece que existe unidad de acción y cierre de filas junto al Gobierno. Pero habrá que ir a la letra pequeña de lo que se acuerde en la mesa de diálogo para saber si lo que queda de otoño va a ser caliente o con paz social. Son muchos los abusos pendientes de derogación, ya que Rajoy puso todo el poder en manos de las empresas y redujo a los trabajadores a la categoría de siervos sin derechos. Habrá que saber qué pasa con los contratos de los jóvenes, con los minijobs de un cuarto de hora, con el euro por hora de las kellys. Toda esa bazofia que ha amargado a tanta gente en los últimos años.

Será entonces, una vez que sepamos el contenido concreto de la reforma, cuando Álvarez y Sordo pongan la lupa, interpreten, analicen, saquen la calculadora, hagan cuentas, ajusten números, recurran al derecho europeo comparado y decidan si la contrarreforma puede ser positiva para el proletariat o un enjuague más para quedar bien con Garamendi y con el comisario Gentiloni de Bruselas. Solo en ese minuto sabremos si ha triunfado la nomenklatura sanchista o la izquierda real yolandista. Solo en ese instante sabremos si los sindicatos han quedado para repartir globos de colores el Primero de Mayo o preparan algo grande en la sala de máquinas, que hoy por hoy funciona al ralentí. A esta hora pensar en una huelga general si la contrarreforma queda en un bluf o en una mera operación de propaganda para el Gobierno resulta sumamente arriesgado. Hasta donde se sabe, las calles están tranquilas, el escudo social con sus subsidios y ayudas calma el ruido de tripas del obreraje y el proletariado, en general, sigue adormecido, desclasado, asumiendo e interiorizando su rol de autónomo muerto de hambre y mascota del patrón.

De momento, la conjunción astral le sigue siendo propicia a Sánchez. El presidente tiene baraka, como Franco, a quien estos días Risto Mejide anda buscándole la homosexualidad latente. Las cifras del paro son alentadoras. Veinte millones de españoles con empleo después de una pandemia –aunque la inflación esté por las nubes–, es un logro innegable. Con el partido sellado, pacificado y unánime, con la economía viento en popa otra vez y con la patronal prácticamente entregada a una propuesta laboral que tiene más de liberal que de roja, Sánchez se sigue viendo en Moncloaunos cuantos años más.

Lo + leído