Netanyahu, acorralado, busca la Tercera Guerra Mundial

03 de Abril de 2024
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La escalada bélica en Oriente Medio ha entrado en una fase violenta y sin control. El bombardeo israelí contra el Consulado iraní en Damasco, en el que han muerto 11 personas, entre ellas el líder de la Guardia Revolucionaria y varios integrantes de la milicia libanesa Hizbulá, será un antes y un después en la historia contemporánea. Nadie, ni siquiera Israel, puede pretender volar una embajada por los aires sin que pase nada. Los ayatolás de Jamenei han prometido venganza y en cualquier momento puede haber una respuesta militar de Irán, una potencia que, no lo olvidemos, tiene capacidad para poner en juego misiles nucleares de corto y medio alcance. Sin duda, el suceso puede ser un casus belli y desatar un conflicto regional a gran escala en la zona que, sumado a la guerra de Putin en Ucrania, podría extenderse, adquiriendo el carácter de conflicto mundial.

La sangrienta espiral en la que ha entrado Netanyahu no parece tener un final. Estamos ante un supremacista cegado por la ira y el odio e inmerso en una especie de delirante paranoia tras los atentados de Hamás del 7 de octubre. No atiende a razones, solo piensa en clave militar, cada mañana al levantarse pisotea la diplomacia y el Derecho internacional. Ya solo vive para un único objetivo: exterminar a todo el pueblo palestino en un genocidio como no se había visto desde la Segunda Guerra Mundial. Las declaraciones de las últimas horas de su mano derecha, el general Daniel Hagari, no auguraban nada bueno para la humanidad. Cuando un tipo uniformado con sonrisa sardónica sale en televisión, en prime time, para soltar que las matanzas indiscriminadas de civiles en Gaza van a ser un ejemplo en tácticas militares urbanas que las generaciones venideras estudiarán en Harvard y West Point es que ya todo está perdido y solo nos queda asistir a la expresión máxima de la locura. El crimen de guerra como materia obligada en la universidad. La escalofriante neolengua fascista.

Desde hace días, en las cancillerías europeas corría el rumor de que Netanyahu estaba preparando algo gordo. Todo hacía presagiar que la degradada situación internacional iba a dar un giro a peor. Las imágenes terribles de la fosa común en el patio trasero del hospital de Al-Shifa, el más grande de la Franja de Gaza, fueron un aviso a la comunidad internacional tras la retirada de las tropas judías de la zona. Cuerpos enterrados, mutilados y en descomposición. Cadáveres sin identificar entre las ruinas de lo que queda del centro sanitario. Otra vez el horror de Auschwitz. De esta manera, Israel enviaba un mensaje el mundo: somos poderosos y sin complejos, gozamos de impunidad absoluta, nada puede detenernos en nuestro imparable proceso expansionista en Oriente Medio. Algo más tarde, el Ejército israelí reventaba el vehículo en el que viajaban siete trabajadores de la organización humanitaria World Central Kitchen, la oenegé del chef español José Andrés. “Estoy desconsolado y afligido por sus familias y amigos y por toda nuestra familia de WCK. El Gobierno israelí debe poner fin a esta matanza indiscriminada”, escribía, en la red social X, el cocinero mundialmente famoso y con un fuerte tirón en la opinión pública global.

Esa batalla, la mediática, hace ya tiempo que la perdió Netanyahu. No solo ante la comunidad internacional, también en su propio país, donde los barbados ultraortodoxos se le rebelan, con manifestaciones callejeras, ante la orden de movilización general. El carnicero de Gaza cuenta con el poderío militar, con la industria armamentística y con la Administración Biden como encubridora silenciosa del genocidio palestino, pero los grandes periódicos europeos le han dado la espalda. Y ningún tirano puede ganar una guerra sin la debida propaganda. Ese contexto de debilidad ante el gran jurado popular de las democracias occidentales –más las recientes presiones del Consejo de Seguridad de la ONU, donde se habla ya, sin tapujos, del genocidio palestino–, explicaría el paso adelante, casi suicida, del gobernante judío, que ya se comporta como un jerarca dictador, a la manera de Vladímir Putin. Su ofensiva como pollo sin cabeza no es sino el zarpazo de la bestia acorralada, de la bestia herida. Al agitar el avispero de Oriente Medio, Netanyahu envía una última advertencia a la comunidad de naciones: quien no esté con Israel, está contra Israel. El as de bastos contra el consulado iraní es el certificado de internacionalización del conflicto, la invitación formal a cada país para que se posicione ya: o con los yihadistas de Hamás financiados por Irán o con la supuesta democracia hebrea. No hay buenos en esta película.

La inevitable respuesta de Teherán podría activar la maquinaria bélica en cualquier momento. Y cuando las ojivas empiecen a volar por los cielos árabes, las potencias globales tendrán que alinearse. A esta hora, la tensión en Oriente Medio es máxima y la encrucijada internacional diabólica. Rusia habla de acto de agresión de Israel. China se mantiene a la expectativa del siguiente paso de los clérigos chiíes. Mientras tanto, la guerra de Putin se recrudece tras los atentados en el Crocus City Hall de Moscú, en los que han muerto 144 personas. Ucrania golpea con misiles en suelo ruso; la OTAN al borde del DEFCON 2; las grandes capitales europeas en estado de máxima alerta. ¿Dónde será el golpe iraní? Nadie lo sabe. Pero es bien conocido que el régimen integrista de los ayatolás mantiene estrechos contactos con redes terroristas de la Yihad con capacidad para atentar en cualquier lugar del mundo. Jamenei ya ha puesto en la diana a los Estados Unidos, como cuando el 11S que, una vez más, fue la consecuencia de la fraternal alianza americano/sionista, del auge de Al Qaeda (un invento yanqui en la guerra contra los soviéticos en Afganistán), de las sanciones contra Irak y de la presencia de tropas norteamericanas en Arabia Saudí.

Mientras tanto, aquí, en la feliz España, seguimos con nuestras cosas, con las insignificantes cuitas domésticas de toda la vida –las mascarillas de Koldo, el piso de los Ayuso, la crispación de siempre–, mientras el mundo se va al garete. Pedro Sánchez, en viaje oficial al incendio árabe, se muestra “horrorizado” con los crímenes judíos y promete reconocer al Estado palestino antes del verano, un revés contra Netanyahu que nos alinea definitivamente. Por si no nos habíamos dado cuenta aún, estamos en guerra.

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