Un reciente estudio del proyecto Hatemedia, desarrollado por la Universidad Internacional de La Rioja, ha sacado a la luz una realidad preocupante: los mensajes de odio en redes sociales no son espontáneos ni aislados. Detrás de la proliferación de comentarios cargados de violencia verbal hay una estrategia bien organizada con el objetivo de generar polarización y desinformación. Los datos revelan que más de la mitad de los mensajes analizados en redes sociales y medios digitales tienen un componente de odio.
Un mapa del odio: cómo y contra quién se dirige
El Monitor del Odio, una herramienta creada para este estudio, ha analizado casi 10 millones de mensajes, clasificándolos en cuatro niveles según su intensidad: incívicos, malintencionados y abusivos, insultantes y amenazantes. La mayoría de estos mensajes no incitan directamente a la violencia, pero sí contribuyen a un clima hostil que busca normalizar la intolerancia en la sociedad.
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El odio se dirige especialmente contra políticos, mujeres, inmigrantes y personas del colectivo LGTBI+. Por porcentaje, el 35% de los mensajes analizados promueven el odio político, otro 35% es xenófobo y un 30% corresponde a odio general sin un objetivo específico. La intención es clara: manipular el debate social para generar rechazo hacia determinados colectivos y fomentar la crispación.
Quiénes están detrás del discurso del odio
A diferencia de lo que se podría pensar, los autores de estos mensajes no son individuos aislados expresando su frustración. La investigación ha identificado que muchos de estos usuarios están organizados, utilizan frases y patrones similares y comparten seguidores. Además, sus publicaciones suelen coincidir en horarios y días concretos, lo que indica una coordinación deliberada.
“Hemos detectado que desde países como Filipinas, Venezuela, Estados Unidos, México y Rusia se envían mensajes dirigidos a alimentar el odio en el debate nacional”, explican los investigadores. Los mensajes son amplificados por influencers con determinada orientación política para llegar a un público más amplio y reforzar la polarización.
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Redes sociales y el negocio del odio
Uno de los factores que permiten la expansión de estos mensajes es el propio funcionamiento de las redes sociales. Los algoritmos están diseñados para potenciar los contenidos que generan mayor interacción, y el odio es uno de los elementos más virales. Los mensajes extremos generan debates encendidos, más comentarios y comparticiones, lo que los hace especialmente atractivos para las plataformas, cuyo modelo de negocio se basa en mantener a los usuarios conectados el mayor tiempo posible.
Según la investigadora Dolors Reig, “los algoritmos han convertido a todos en micromedios con capacidad de difusión masiva, lo que permite que el odio se expanda sin control”. Añade que “las redes sociales han sido instrumentalizadas para la desinformación y la propaganda, y esto tiene graves consecuencias para la democracia”.
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El impacto en la sociedad: más allá de la pantalla
Los discursos de odio no se quedan en internet. La normalización de estos mensajes tiene un impacto directo en la vida real, alimentando actitudes discriminatorias y justificando la violencia contra ciertos colectivos. La relación entre estos mensajes y la difusión de noticias falsas refuerza la polarización social, debilitando el diálogo y la convivencia.
El secretario general de la ONU, António Guterres, advirtió que la pandemia de la COVID-19 fue un punto de inflexión en la proliferación del discurso de odio. La incertidumbre económica y social derivada de la crisis sanitaria disparó los mensajes de rechazo hacia minorías y colectivos vulnerables.
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Cómo frenar la espiral del odio
Los expertos coinciden en que es fundamental tomar medidas para frenar la expansión del discurso de odio en redes sociales. Entre las estrategias recomendadas se encuentran:
- Evitar la interacción con estos perfiles: responder o compartir estos mensajes solo contribuye a darles más visibilidad.
- Formación en el uso de redes sociales: especialmente entre los jóvenes, para que aprendan a identificar y denunciar los discursos de odio.
- Regulación más estricta: exigir a las plataformas que implementen políticas más eficaces para eliminar contenido de odio.
- Mayor concienciación social: informar sobre los efectos del odio en redes y fomentar una cultura de respeto y pensamiento crítico.
Un estudio publicado en la revista PNAS por Laila A. Wahedi y Daniel Robert Thomas ha demostrado que la expulsión de los llamados “líderes tóxicos” de las redes sociales reduce significativamente la difusión de discursos de odio. “Los usuarios que consumían este tipo de contenido pasaron a ver casi la mitad de mensajes de odio por día tras la expulsión de estos perfiles”, concluyen los investigadores.
El papel de los medios y la responsabilidad individual
Los medios de comunicación tienen un papel clave en la lucha contra la desinformación y el odio en redes. Evitar titulares sensacionalistas, contrastar la información y ofrecer un periodismo riguroso son medidas fundamentales para no alimentar el clima de crispación.
A nivel individual, la recomendación es clara: no contribuir a la difusión del odio. Reig sugiere que “si encontramos un mensaje de odio, lo mejor es no compartirlo ni interactuar con él. Si queremos combatirlo, debemos centrarnos en responder con datos y argumentos, sin caer en la provocación”.
La lucha contra el odio en redes sociales no es solo una tarea de los gobiernos o las plataformas digitales. Es una responsabilidad compartida que requiere la implicación de la sociedad en su conjunto para evitar que la toxicidad digital siga calando en el debate público.