En el año 2013 saltó una bomba política que afectaba al gobierno del Partido Popular: la publicación de los llamados “Papeles de Bárcenas”, es decir, un supuesto libro de contabilidad en el que se computaban pagos en efectivo a altos cargos del Partido Popular entre los que se encontraba un tal “M. Rajoy”, entonces presidente del Gobierno. Luis Bárcenas fue el tesorero de la formación conservadora, un hombre que había negociado la financiación de campañas electorales y que conocía todos los entresijos económicos del partido, tanto los transparentes como los opacos.
En aquel año se hizo famosa la frase de la entonces secretaria general del PP al referirse a Luis Bárcenas: “Ese señor del que usted me habla”, una frase que posteriormente el propio Mariano Rajoy utilizó en su declaración en calidad de testigo ante el juez. El objetivo: desvincularse de cualquier relación presente olvidándose del pasado, es decir, del tiempo en que se produjeron los actos de corrupción.
A lo largo de la historia, el Partido Popular ha utilizado esa estrategia cada vez que saltaba algún escándalo de corrupción. No hay más que ver con lo que sucedió en la Comunidad de Madrid durante los gobiernos de Esperanza Aguirre y personas como Granados y González. De repente, pasaron de ser las manos derechas de la lideresa madrileña a perfectos desconocidos.
El Método Cospedal, el de cosificar al corrupto a través de la anonimización o de la desidentificación, es el que ahora mismo está utilizando el Partido Socialista de Pedro Sánchez para intentar desligarse de Santos Cerdán, Koldo García y José Luis Ábalos. El problema está en que la estrategia de desvinculación no funciona porque los hechos que se están investigando por la Justicia y la Guardia Civil se produjeron cuando los imputados eran altos cargos del PSOE de Pedro Sánchez.
Mientras María Dolores de Cospedal hablaba de “ese señor del que usted me habla”, los socialistas han llegado a afirmar sobre Santos Cerdán, actualmente en prisión preventiva en Soto del Real (la misma prisión en la que estuvieron Bárcenas, González, Granados, Rato) que “ese señor ya no tiene ningún tipo de vinculación con el PSOE”, María Jesús Montero dixit.
Sin embargo, todos los indicios con los que están trabajando tanto el juez Puente como la Guardia Civil se produjeron en los años en los que Cerdán ya tenía cargo orgánico a nivel interno y cuando sustituyó a José Luis Ábalos en la Secretaría de Organización del PSOE. Que no tenga vinculación actual con la formación de centro izquierda no justifica nada y, por supuesto, no cierra la asunción de responsabilidades, por más que Pedro Sánchez haya querido dar carpetazo al asunto y dar orden de continuar con el discurso victimista de que los socialistas están siendo víctimas de una cacería.
El PSOE ahora intenta salir del paso utilizando argumentos desesperados y, como tal, ridículos. Ahora, el que hasta hace 20 días era el tipo de mayor confianza de Pedro Sánchez ha pasado a ser el hombre que ha osado a engañar al líder supremo. Bueno, ese argumento es ridículo y, según afirman fuentes del PSOE a este medio, Santos Cerdán no hacía nada sin el conocimiento de Sánchez. Esto es lo que señalan algunos socialistas de amplia trayectoria dentro del sanchismo. ¿Tenía Pedro Sánchez conocimiento real de lo que estaban presuntamente haciendo sus compañeros de viaje en el Peugeot? Eso lo tendrá que determinar la investigación policial y judicial. Aseverarlo ahora mismo es aplicar el mismo método de acusación sin pruebas que utilizan Isabel Díaz Ayuso, Javier Milei o Donald Trump. Y no se puede caer tan bajo.
Lo que demuestra el Método Cospedal es que los dos grandes partidos son responsables por acción u omisión en los grandes casos de corrupción que se han visto en la democracia española. En parte, es normal, porque la condición humana es corrupta, no existen los unicornios ni los ángeles alados. No existen los eunucos pulcros (no hay más que ver el historial de Ábalos o del Tito Berni). El poder llama a la corrupción porque el poder corrompe y es muy fácil caer en la tentación porque los corruptores, los que verdaderamente detentan el dinero, siempre van a estar ahí y, en España, les sale gratis hacerlo.
Lo que no es de recibo es que unos se tiren los trastos con la corrupción presente y los otros se defiendan con la corrupción del pasado. En una democracia no es justificable de ninguna manera que se categorice a los corruptos dependiendo del bando en que se esté. Ese es el problema porque cuando no hay reconocimiento no puede haber una búsqueda real y efectiva de soluciones. Y, sobre todo, ninguno de los dos puede utilizar como escudo una supuesta superioridad moral