Pedro Sánchez ha dado su tradicional rueda de prensa de balance de fin de año tras el Consejo de Ministros celebrado en el día de hoy. En ella ha confirmado que no tendrá ningún reparo en reunirse con Carles Puigdemont, el expresidente de la Generalitat prófugo de la Justicia española y que el pasado verano dejó en ridículo a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
El hecho de que Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, haya confirmado que se reunirá con Puigdemont, será interpretado por el independentismo catalán como una legitimación del procés, dado que será visto como una reunión bilateral entre el presidente de España y un líder político de Cataluña. Un gravísimo error de Sánchez, sobre todo porque también es un desafío a los jueces que están instruyendo causas contra Puigdemont.
También se reunirá con Oriol Junqueras, líder de ERC, uno de sus socios parlamentarios que ya fue indultado por Sánchez tras la condena del Tribunal Supremo. Sin embargo, Junqueras «está al día» con la Justicia, no ha huido de sus responsabilidades judiciales como Puigdemont.
Sánchez, en un ejercicio de ignorancia, ha afirmado que la sociedad española y catalana ha pasado página de procés. Eso le sucede porque como no puede pisar la calle, porque sus acciones le han imposibilitado algo tan normal como tomarse un café en un bar de barrio. La realidad es que no es así y mucho de lo que le está pasando en la actualidad tiene enraizamiento con ese planteamiento ignorante, interesado y sectario.
«La sociedad española no puede estar constantemente mirando hacia atrás, tenemos que mirar hacia adelante porque tenemos enormes retos por delante», ha dicho Sánchez.
La cuestión es que se va a reunir con un dirigente político que está en busca y captura por parte de la Justicia, del tercer poder, por la comisión delitos plenamente acreditados y demostrados. El mero hecho que Puigdemont se mantenga en esa situación coloca a Sánchez en una situación difícil, porque él es el presidente del Gobierno de España y, en consecuencia, reunirse con una persona buscada por la Justicia no entra dentro de la calificación de «dejar de mirar atrás».
Por tanto, Sánchez sólo respeta las decisiones judiciales cuando le conviene, una actitud que a nivel ciudadano puede ser entendible, pero no en un presidente del Gobierno que se precie y demuestre que es digno de tal cargo.
Propaganda frente a realidad
Por otro lado, como era de esperar, Pedro Sánchez ha tirado de propaganda economicista, haciendo alardes de la situación macroeconómica o de la situación del empleo, sin hacer autocrítica y sin mencionar las cifras oficiales que demuestran que el crecimiento económico, que es real en la versión macro, no está llegando a las clases medias y trabajadoras españolas.
Hoy el Instituto Nacional de Estadística ha vuelto a mostrar que la macroeconomía va bien, pero la macro no da de comer. No hay más que comprobar los alarmantes datos que ofreció la semana pasada la Comisión Europea, en los que alertaba a la España de Pedro Sánchez por sus cifras críticas sobre pobreza y por la ineficacia de los programas sociales.
La realidad es que Sánchez está logrando sostener las cifras macroeconómicas gracias al gasto público, no porque la economía ni, por supuesto, el mercado laboral esté dando respuesta o genere una prosperidad real.
En relación con el mercado de trabajo, Sánchez ha vuelto a mostrar un escenario absolutamente propagandístico, manipulando la realidad de las cifras y ocultando el fracaso de la reforma laboral «fake» que aprobó en su anterior mandato.
Sánchez echa siempre mano de las cifras absolutas. Se crea empleo, sí, pero cada mes que pasa de peor calidad. Sánchez se ha acogido al mantra de las derechas de que «es mejor un mal empleo que no tener empleo». El incremento de los contratos indefinidos no tiene como consecuencia una mejora de las condiciones laborales de las clases medias y trabajadoras, porque, según se demuestra de las cifras del Servicio Público de Empleo Estatal y de la Encuesta de Población Activa del INE, el empleo que se está generando es cada vez más parcial.
A Pedro Sánchez hay que recordarle que, en teoría, su reforma laboral «fake» se aprobó para reducir la precariedad laboral y la temporalidad. La duración media de los contratos, según el SEPE, es cada vez menor.
La realidad de la España de Sánchez es que el volumen de contratación no absorbe las demandas de empleo, porque, según muestran los datos oficiales, se producen más rescisiones de contratos que nuevas altas. Además, se mantiene una elevadísima rotación en el empleo, con contratos que duran muy poco e implementándose, cada vez con más fuerza, el pluriempleo. Tener un contrato indefinido ha dejado de ser sinónimo de tener y mantener un empleo estable.
La estacionalidad del modelo productivo español, que Sánchez no ha podido transformar (a pesar de la propaganda) sigue condicionando la creación de empleo que, consecuentemente, sigue siendo muy temporal.
Si el turismo y los servicios son los únicos dinamizadores del mercado laboral, los trabajadores están perdidos y se les hurta el futuro, la estabilidad y el bienestar.
De esto Sánchez no habla porque la realidad le tumba la propaganda, que es donde mejor se mueve. Hay un hecho palmario, si no se reconoce un problema, es imposible resolverlo. Si la autocomplacencia y el autobombo son la línea de actuación del actual gobierno, entonces la ciudadanía está perdida, dado que no se encontrarán las soluciones efectivas a los problemas reales. De eso Sánchez es el experto charlatán de feria, el trilero con corbata que le enseña con una mano «la bolita» a los ciudadanos mientras la hace desaparecer con la otra.