A las puertas del parón estival y en plena crisis de imagen para su Ejecutivo, Pedro Sánchez compareció hoy en La Moncloa para ofrecer su tradicional balance del curso político, un balance caracterizado por la manipulación de los datos que ocultan una realidad que Sánchez no quiere conocer. Como no podía ser de otro modo en un propagandista patológico, Sánchez apostó por un discurso optimista, centrado en los indicadores económicos, el empleo y el auge del turismo como signos de que “España avanza con fuerza y en la mejor de las direcciones”.
“Los datos no engañan”, repitió Sánchez en varias ocasiones, para subrayar que España será, según organismos internacionales, “la gran economía europea que más crezca” en 2025. En ese sentido, el presidente destacó que el paro se sitúa en su nivel más bajo desde 2008 y que la renta disponible real de los hogares ha aumentado un 9% desde su llegada al Gobierno, incluso ajustada por inflación.
Esos son datos absolutos, sin entrar en las otras cifras que los propios informes oficiales demuestran. Sánchez habla de que España es la economía que más crece de Europa, pero obvia que esos indicadores macroeconómicos no llegan a las familias de clases medias y trabajadoras, sino que sólo incrementan los patrimonios de aquellos que aplican la codicia como forma de vida.
Además, al hablar de la renta de las familias trabaja con un dato totalmente manipulado. Cuando se cita que la riqueza de los hogares ha subido un 9% desde 2018 hay que ver cómo se logra ese dato. Es una media absoluta en la que se mezclan las grandes fortunas con las familias en situación de vulnerabilidad. Es el principio del pollo: si a dos personas les sirven un pollo, una se lo come entero, el otro no come nada, la estadística dice que cada persona se ha comido medio pollo. El dato oficial que demuestra cómo las clases medias y trabajadoras no están recibiendo la parte proporcional del crecimiento macroeconómico se encuentra en la evolución de las rentas en referencia al PIB. En este punto, la España de Sánchez se encuentra a la cola de Europa. Por tanto, este gobierno suspende en uno de los principios fundamentales del progresismo: la distribución justa de la riqueza que se genera.
El jefe del Ejecutivo presentó estos indicadores como resultado de una estrategia de transformación económica. “La prosperidad, el bienestar social, no son fruto de la inercia”, aseguró. “Son el resultado del trabajo colectivo de 48 millones de ciudadanos y de millones de migrantes que nos ayudan cada día”.
Sánchez también presumió del dinamismo empresarial y de la gestión de los fondos europeos. Según explicó, España ha recibido ya el 70% de las transferencias no reembolsables previstas por la Comisión Europea, un total de 55.000 millones de euros. “Esto es posible gracias al impulso reformista que hemos dado a la economía y la sociedad”, argumentó.
Estos datos absolutos también carecen del soporte de las cifras que los acompañan en los informes oficiales. Por tanto, obviar esta realidad es manipular los datos. No se puede hablar de prosperidad cuando, según el Instituto Nacional de Estadística, más de un 40% de la población española tiene un salario inferior al SMI y un 20% apenas lo supera. No se puede hablar de prosperidad cuando la Unión Europea ha lanzado varias alertas sobre los alarmantes niveles de pobreza sistémica de España y que la política social del gobierno Sánchez no es sinónimo de salir de esa situación de vulnerabilidad. Son datos oficiales, no noticias de la prensa conservadora o de extrema derecha.
Por otro lado, Sánchez vuelve a obviar, como hacen los plurales aparatos de propaganda monclovita y sanchista, el tipo de empleo que se crea en España para alcanzar el dato absoluto del que presume: contratos a tiempo parcial, menor duración de esos contratos, la necesidad de que un trabajador tenga que firmar más de 50 relaciones laborales para poder salir del desempleo, el crecimiento interanual de los parados de larga duración, el desempleo crónico de los mayores de 50 años, la manipulación y perversión del fijo discontinuo que es aprovechado por los empresarios para generar situaciones en las que nos se pagan los fines de semana o los festivos. Este escenario del mercado laboral lo muestran las cifras del SEPE y del INE, no es una operación ni una conspiración antisanchista.
En consecuencia, Sánchez no puede presumir de lo que es un desastre. Es muy hermoso afirmar que hay más cotizantes que desde el año 2008, pero ¿en qué condiciones? Si se están parcelando puestos de trabajo, ello beneficia a los empresarios pero también a Sánchez porque le da la posibilidad de manipular las cifras absolutas. Eso sí, la tasa de paro no baja del 10%, según los propios datos oficiales. Si un país de la UE tuviera pleno empleo con salarios de 2 euros/hora no se podría hablar de cifras espectaculares ni de un escenario positivo, más bien, de explotación laboral. Cuando llegue el mes de septiembre habrá que ver las cifras de paro registrado porque todo el mundo sabe que el desempleo se volverá a disparar. ¿Qué dirá entonces Pedro Sánchez?
Cuando se gobierna en el cortoplacismo, el oportunismo y la propaganda, los mayores damnificados son los ciudadanos, porque la autocrítica desaparece y, en consecuencia, no se ejecutan las medidas necesarias para subsanar los errores. Cuando se juega constantemente al trile, se tiene siempre la sensación de que el que maneja la bolita es un vencedor cuando, en realidad, no es más que un estafador profesional.