Joe Biden se ha subido al Air Force One (con dificultad, el hombre ya no está para muchos trotes) y se ha lanzado a una gira por Europa para constatar de primera mano el paisaje de tierra quemada que ha dejado tras de sí Donald Trump. Las relaciones entre Washington y Bruselas están seriamente dañadas después de que el magnate neoyorquino metiera sus manazas en todo, pero la grandeza de la diplomacia es que puede lograr que dos partes vuelvan a ser amigas, de la noche a la mañana, tras una larga contienda como ha sido la guerra comercial por los aranceles que ha dejado secuelas.
La primera escala del presidente yanqui será Londres, donde departirá con el euroescéptico Boris Johnson. Reino Unido es el primer aliado de Estados Unidos y nobleza obliga. Una vez cumplimentado el gran abrazo fraternal entre hermanos anglosajones, el Tío Sam irá repartiendo las migajas del nuevo orden mundial entre los demás socios de la Unión Europea. El contacto con Pedro Sánchez está previsto para el próximo lunes, aprovechando que ambos gobernantes estarán en la cumbre de la OTAN. El encuentro bilateral ha sido minuciosamente preparado por el jefe de gabinete de Moncloa, Iván Redondo, y su homólogo de la Casa Blanca, Ron Klain. El detallismo con el que se ha diseñado la entrevista anticipa que no va a ser de mero trámite, sino que hay asuntos trascendentes encima de la mesa que serán abordados en una charla breve y distendida, pero sin duda intensa por los muchos problemas a tratar.
No es necesario tener un máster en relaciones internacionales (el título de moda de los políticos que quieren engordar currículum) para comprender que el diálogo entre ambos jefes de Gobierno girará sobre un eje fundamental: la guerra diplomática desatada hace solo unos días entre España y Marruecos a cuenta de la crisis migratoria. Cabe recordar que en los últimos días de mandato del locuelo Trump Estados Unidos asestó una cuchillada trapera a nuestro país al firmar un tratado cuasi secreto con el rey Mohamed VI por el cual Rabat restablecía relaciones diplomáticas con Israel a cambio de que Washington reconociese la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental.
El intercambio de cromos (una traición al pueblo saharaui y un desprecio a las resoluciones de la ONU que ordenan la celebración de un referéndum de autodeterminación en esa zona caliente del Magreb) fue el salvoconducto necesario para que el sátrapa alauí se sintiera respaldado por el amigo americano y abriera la verja en la frontera con Ceuta, animando a su gente a lanzarse al mar para llegar a la costa española de El Tarajal y desencadenando una catástrofe humanitaria sin precedentes. La UE ya ha amenazado con sanciones al monarca vecino.
Cabe esperar que a partir de la entrevista del lunes las relaciones bilaterales entre Washington y Madrid sean más fluidas
Aunque se desconoce si la posición de Biden va a seguir siendo la misma que la de su predecesor, es decir, tratar a Marruecos como aliado preferente ninguneando a un país de la Alianza Occidental como es España, en las últimas horas se ha filtrado por dónde pueden ir los tiros de la futura negociación entre norteamericanos y españoles. El secretario de Estado norteamericano, Ned Price, informaba ayer de que existen “unas diferencias muy importantes y profundas” entre las políticas del Gobierno actual y las de Donald Trump en la región del Magreb, lo que en Moncloa se ha interpretado como un cambio de giro esencial en la política exterior estadounidense en el norte de África. También llama poderosamente la atención que Price recordara explícitamente que la Administración Biden está discutiendo “directamente” con Marruecos, España y “otros lugares de la región” para resolver el conflicto saharaui. Es decir, que las negociaciones, discretamente, ya han comenzado.
La baza de Biden
“En términos más generales, hay muy poca continuidad, creo que es seguro decirlo, en lo que respecta a nuestro enfoque de la región”, puntualizó el secretario de Estado tratando de marcar diferencias con el trumpismo, aunque acto seguido decidió enfriar las expectativas al zanjar la cuestión con un frío y escueto “no hay nada que anunciar sobre este asunto”.
Pero más allá de que el asunto saharaui continúe en punto muerto, y aunque efectivamente vaya a ocupar la mayor parte del tiempo de la reunión Biden/Sánchez, conviene resaltar que la reunión del lunes será el primer contacto estrecho del presidente socialista con el dirigente de la primera superpotencia mundial. Desde que el mandatario demócrata llegó al poder en el mes de enero no ha habido, que se sepa, llamada telefónica, fax o telegrama alguno más allá de la felicitación oficial del Gobierno de coalición por su clara victoria que apartó a Trump del poder.
Bien es verdad que el nuevo presidente norteamericano ha estado muy ocupado últimamente y entre lo de la mudanza (cambiar las cortinas, cuadros y muebles de la Casa Blanca lleva su tiempo), sofocar el asalto al Capitolio, reprimir las conspiraciones de los generalotes nostálgicos del Pentágono, intentar empapelar al magnate neoyorquino en un impeachment por rebelión e investigar las chapuzas de los chinos con el coronavirus, el hombre es que no ha tenido tiempo para nada.
Cabe esperar que a partir de la entrevista del lunes las relaciones bilaterales entre Washington y Madrid sean más fluidas. Pasado el enfado de nuestro país y el clamor de los españoles contra la cacicada de Trump (el titular Yankees go home que parecía olvidado y desterrado se ha vuelto a poner de moda en las tribunas de la prensa nacional), España necesita recomponer las deterioradas relaciones con el amo del mundo. Un vasallo no puede vivir a malas con el señor y conviene que nos llevemos bien. Hay demasiados intereses en juego, inversiones, cooperación tecnológica, acuerdos sobre cambio climático, levantamiento de los aranceles que el trumpismo impuso a los productos españoles (los consumidores americanos están pagando un ojo de la cara por el Rioja y el milagroso aceite andaluz) y por supuesto la renovación de los contratos por las bases militares de Morón y Rota. Todo ello sin olvidar la posibilidad de que España sea el país anfitrión de la cumbre de la OTAN a celebrar el próximo año.
Quedan numerosas heridas por cerrar y mucho trabajo por hacer y a ello se pondrán Biden y Sánchez, dos hombres que por afinidad ideológica y visión del mundo están condenados a entenderse. Por cierto, Pablo Casado ya está emponzoñando la entrevista al cuestionar las malas relaciones del Gobierno rojo/bolivariano con Estados Unidos y la “pérdida de relevancia en general de España en la escena internacional”. Este hombre no descansa nunca en su intento permanente y en todos los frentes por hacer descarrilar el país.