Sánchez no es Ulises, ni lo pretende

El balance del primer curso político de la legislatura más complicada del ejecutivo de coalición arroja un escenario por delante que ni una novela de Stephen King, pero el presidente sigue empeñado en que no miremos el arcén sino el horizonte

31 de Julio de 2024
Actualizado el 01 de agosto
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Sánchez Ulises Red
Pedro Sánchez sale del hemiciclo del Congreso de los Diputados | Foto: Flickr PSOE

Dice el poeta: “Ten siempre a Ítaca en la mente. / Llegar allí es tu destino. / Pero en ningún modo apresures el viaje. / Mejor dejar que dure muchos años, para que llegues, viejo ya, a la isla, / rico con todo lo que has ganado en el camino, / sin esperar que Ítaca te dé riquezas”. Cavafis ponía el foco en el camino, el sentido existencial del héroe Ulises siempre fue el trayecto, no la meta en sí misma, en ningún caso el destino, llegar a Ítaca, como eje de sus avatares. Todo lo contrario le sucede a Pedro Sánchez, que sitúa el horizonte en el fin último para que los suyos confíen en sus estrategias, sus argucias, sus conejos en la chistera, que en ningún momento miren atrás y vean que donde dijo digo ahora hay un tal Diego, pelillos a la mar…

El mensaje es claro, pese a todo: merecerá la pena atravesar tantas adversidades, tantas contradicciones, sortear tantos cantos de sirena desde el fondo del mar, tantas trampas en el camino, arteras las más de las veces por una oposición desquiciada en hallarle sentido al sinsentido de sus golpes de timón. Sánchez no necesita que lo aten al mástil, huele de lejos el peligro real y lo desbroza siempre a tiempo del riesgo chusco, mientras tiene la osadía de adentrarse en caminos no explorados pensando que al final de la maleza hallará lo ansiado. Así es el presidente del Gobierno español. No es Ulises ni lo pretende.

Ya sea la investigación de un juez berlanguiano con secundarios de Escopeta Nacional, ya sea unos independentistas aún ávidos de tiempos mejores que ya no volverán por errores no forzados –valga el símil tenístico en días olímpicos–, ya sea el fuego amigo de un barón campechano que se siente con el marchamo de creerse en el lado correcto de la historia, ya sea un líder de oposición al que ningunea una y otra vez en sus andanadas parlamentarias por no hacer un uso adecuado del tono duro, ya sea una caverna desquiciada presta a satisfacer a la mano que le da de comer pese a ser carroñera de libro. Ya sea lo que sea, Sánchez mira al horizonte y ve claro su objetivo final: “mejorar la vida de la gente”.

Sanchez Modelo

Un mantra que no por reiterado una y mil veces pierde su sentido inicial. Ahí están los datos incontestables del empleo, de la marcha de la economía patria y otros tantos que evidencian que lo macro va mil veces mejor que lo micro, de momento. Los continuos giros de guion del presidente son precisamente su tabla de salvación, nunca su rémora, porque ahí pone todo su empeño para que la ciudadanía le siga cual flautista de Hamelín, no creyendo a ciegas diga lo que diga o haciendo de su capa un sayo, sino apartando el ruido de las nueces para ver mejor la luz del sol en un bosque tenebroso.

El balance del primer curso político de la legislatura más complicada del ejecutivo de coalición, infinitamente más que la primera, arroja un escenario por delante que ni una novela de Stephen King, pero el presidente sigue empeñado en que no miremos el arcén sino el horizonte. En la orilla están los tentáculos independentistas de uno y otro espectro ideológico poniendo el cazo aun sabiendo que han perdido fuerza a raudales y su kriptonita del 1-O pasó a mejor vida, mientras las derechas salvapatrias siguen buscando su ser o no ser ofuscadas por no haber tocado pelo aquel 23 de julio que se prometían felices y comiendo perdices. Sánchez no sabe cuándo acabará este camino de mil y un peligros hasta Ítaca. Pero sí tiene claro que Ítaca existe, aunque él no sea Ulises ni lo pretenda. Tampoco la ciudadanía es Penélope ni tiene su paciencia infinita y trasnochada.

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