Urge endurecer el reglamento parlamentario para castigar a los acosadores machistas de Vox

25 de Noviembre de 2022
Actualizado el 02 de julio de 2024
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La ministra de Igualdad, Irene Montero, en una imagen de archivo.

Hoy se celebra el Día Internacional para la Eliminación de la Violenciacontra la Mujer. Para conmemorar la efeméride se han programado diferentes actos en todo el país y las diputadas del arco parlamentario, salvo las de PP y Vox, han posado en una foto reivindicativa. Este 25 de noviembre llega en un momento especialmente tenso en la política española, horas después de que la ultraderecha convirtiera el Parlamento en un lodazal con su nauseabunda operación de acoso machista contra la ministra de Igualdad, Irene Montero. Las fuerzas democráticas están de acuerdo en que es preciso frenar el peligroso proceso de degradación de las instituciones democráticas planeado por el partido de Santiago Abascal con la inestimable colaboración del ala más dura y ayusista del Partido Popular.

La intervención de la diputada voxista Carla Toscano pasará a los anales del parlamentarismo español como uno de los discursos más infectos que se recuerdan, pero sin duda fue el diputado Víctor Sánchez del Real el que recuperó el lenguaje recio falangista, propio de Queipo de Llano y otros genocidas, cuando soltó expresiones como que su compañera Toscano “no lloró porque una sola de Vox tiene más hombría y valentía que toda la Mesa del Congreso y los diputados zurdos”; que el “apocalipsis comunista” está a punto de llegar; y, dirigiéndose a la bancada de la izquierda, abriéndose la chaqueta y mostrando su nuca: “Vengan que aquí estamos, porque hay una España que se resiste a morir, se resiste a ser asesinada como son sus costumbres”. Sin duda no era él el que hablaba, sino que había sido poseído por el espíritu fanatizado de José Antonio Primo de Rivera.

Tras semejante bochornoso espectáculo que no tenía otro objetivo que sembrar el odio guerracivilista y convertir el hemiciclo en una barraca de feria para volar por los aires los pilares la democracia, la pregunta que cabe hacerse es: ¿se puede legislar una reforma del reglamento de la Cámara Baja para sancionar a los matones dialécticos, insultadores profesionales y pandilleros de la política que dan rienda suelta a su bilis y a su víscera más baja en las instituciones representativas de la soberanía nacional? No pocos expertos en Derecho Constitucional consideran que nuestro reglamento parlamentario es demasiado laxo y flexible, de manera que permite expresiones de hooliganismo incontrolado con total impunidad. Por utilizar un símil futbolístico, ahora que nos encontramos en plena vorágine mundialista, sería necesario atribuir a la Mesa del Congreso de mayores competencias punitivas o coercitivas, tal como ocurre con un árbitro en el terreno de juego donde ejerce su auctoritas como un juez autónomo y soberano.

Podría instaurarse, por ejemplo, la figura de una especie de trío arbitral que cuando a alguna de sus señorías se le fuese la cabeza insultando al adversario, ofendiéndole o mentándole a la madre (en este caso al cónyuge, tal como hace Vox, llevando al límite sus expresiones de machismo contra Irene Montero), se le pudiese sacar tarjeta amarilla o incluso roja en caso de ser reincidente. Estamos hablando de un equipo de magistrados parlamentarios independientes que, coordinados por el presidente o presidenta de la Cámara, recurriera al VAR, analizara la jugada desde todos los ángulos y puntos de vista y, llegado el caso, expulsara al injuriador que ha propinado un patadón, codazo o empujón dialéctico a un rival. Algo habrá que hacer contra los marrulleros de la política que se saltan el fair play y cuya única intención es que no se juegue el partido, embarrarlo, porque sabe que lo tiene perdido de antemano.

Nuestro reglamento tiene mucho margen de mejora todavía y, si hay que endurecer las sanciones enviando al defensa central duro, bragado y tuercebotas al dique seco, metiéndole una suspensión de cuatro sesiones de control y un par de Plenos, hágase cuanto antes porque está en juego el futuro de nuestro sistema político, la limpieza de la democracia y la cada vez mayor desafección del pueblo hacia sus servidores públicos. No es la primera vez que ocurre un episodio de bullying machista. Otras militantes socialistas como Carme Chacón, Leire Pajín o Bibiana Aído ya sufrieron en el pasado la descarnada caza de brujas perpetrada entonces por el Partido Popular, que hacía las veces de Vox cuando esta formación aún no existía.

Está muy bien que los diputados, senadores y concejales de los diferentes grupos parlamentarios se congreguen a las puertas de las instituciones en cada ciudad y en cada pueblo protestando contra la inusitada violencia política desplegada estos días por la extrema derecha española. Pero con palabras y gestos bienintencionados no vamos a ninguna parte. A esta gente hay que pararla con la ley en la mano, solo con la ley pero con todo el peso de la ley, como dijo aquel. Y si las manadas de acosadores políticos no saben comportarse en los templos de la democracia, habrá que darles a beber el ricino de los reglamentos para purgarles todo el odio que llevan dentro y que aprendan que con el Estado de derecho no se juega.

De momento, lo único que ha conseguido el Ku Klux Klan patriarcal voxista con su operación de acoso y derribo a Irene Montero es que la ministra, que se estaba viendo acorralada y en horas bajas por las deficiencias técnicas de la ley “solo si es sí”, salga reforzada de este duro trance. Son así de torpes.

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