La Feria Internacional de Arte Contemporáneo ARCO de Madrid se convierte en el escenario principal donde el Amazonas no solo es retratado, sino que se reivindica como un eje esencial para comprender el presente y trazar el futuro. En su edición número 44, esta gran cita artística incorpora la mirada de 23 artistas y 15 galerías, cuyas obras reflejan las luchas y la sabiduría ancestral de los pueblos originarios de la región amazónica, proponiendo un reencuentro con el equilibrio ecológico que el mundo occidental ha ido perdiendo.
Con el foco puesto en la urgencia climática, la feria dedica un espacio fundamental al arte amazónico, un arte que ya no solo sirve de inspiración, sino que toma voz propia, reconociendo la importancia de la Amazonía en la regulación del clima global y en la defensa de los derechos de los pueblos indígenas. Desde las obras de Rember Yahuarcani hasta las intervenciones de Uýra Sodoma, el arte amazónico se erige como una denuncia activa y una propuesta de esperanza para el futuro.
Uno de los proyectos más destacados de ARCO es "Wametisé: ideas para un amazofuturismo", una sección comisariada por los artistas Denilson Baniwa y María Wills. En esta muestra se entrelazan los saberes milenarios de los pueblos amazónicos con un pensamiento visionario que busca sanar las heridas del pasado y crear futuros más sostenibles. La comisaria Wills señala que el concepto de "futurismo amazónico" no solo tiene que ver con lo que está por venir, sino con la reconstrucción de un equilibrio perdido que, según los pueblos amazónicos, es esencial para la supervivencia del planeta.
"Cuando uno transita por la Amazonía, lo primero que se percibe es el profundo respeto por la vida que existe allí, un equilibrio entre los seres humanos, los animales y la naturaleza que se ha ido perdiendo en el mundo occidental", explica el artista peruano Roberto Huarcaya, uno de los representantes de la región. Su obra "Amazonias paralelas", realizada junto a Rember Yahuarcani, es una crítica directa a la destrucción del Amazonas a través de la minería, la tala ilegal, el narcotráfico y otros actos violentos que arrasan con la vida en la selva.
La participación de los artistas indígenas en ARCO es un reflejo de un cambio paradigmático. El arte, tradicionalmente usado para representar a los pueblos indígenas como objeto de estudio o exotismo, ahora les ofrece una plataforma para contar sus historias, reivindicar sus derechos y visibilizar sus luchas. Rember Yahuarcani, quien creció en la comunidad uitoto de la región de Pebas, explica que el arte contemporáneo les otorga una voz que la antropología y la etnografía no les han dado. "Nos permite mostrarnos como realmente somos, con nuestra cultura viva y nuestros mitos que siguen siendo relevantes", comenta el artista, que ha llevado su obra a importantes escenarios internacionales, como la Bienal de Venecia.
A través de una selección curatorial que abarca tanto a artistas indígenas como urbanos, ARCO se convierte en un espacio de reflexión profunda sobre la Amazonía. Las obras de artistas como Anna Bella Geiger, de Brasil, o el colectivo Huni Kuin, que ha realizado murales en la Bienal de Venecia, muestran cómo el arte es ahora una herramienta para la resistencia. La artista Geiger, de 91 años, utiliza su obra "Postales" (1976) para criticar la apropiación de la imagen de los indígenas como una mercancía para el mercado turístico, al tiempo que revive la importancia de reconocer la identidad indígena como un componente esencial de la historia cultural global.
La crisis ecológica y la amenaza sobre la selva amazónica han puesto en evidencia la necesidad urgente de adoptar una mirada más respetuosa con los saberes ancestrales. Para el comisario Denilson Baniwa, el arte no solo debe servir para comprender la realidad del Amazonas, sino también para imaginar soluciones desde una cosmovisión que respete las formas de vida de sus habitantes. "El arte amazónico propone una relación diferente con la naturaleza, basada en el respeto mutuo y el entendimiento de que todo está interconectado", asegura Baniwa.
Entre los trabajos que destacan en esta edición de ARCO, se encuentra la obra "Erva do diabo" (2020), del artista brasileño Gustavo Caboco, que aborda el uso de las plantas sagradas amazónicas en una reflexión sobre la espiritualidad y la transformación. Esta obra es un ejemplo claro de cómo los artistas amazónicos están usando el arte para documentar y proteger su cultura, además de plantear un diálogo intercultural que desafía las normas establecidas en el mercado global del arte.
El interés creciente por el arte amazónico es también una respuesta a la crisis global que vivimos, que exige repensar la relación entre el ser humano y la naturaleza. "Lo que la Amazonía nos enseña es que debemos encontrar una manera de vivir en armonía con nuestro entorno, algo que la modernidad ha olvidado", reflexiona la comisaria María Wills. La mirada de los artistas amazónicos es una invitación a pensar en un futuro posible donde las lecciones del pasado se conviertan en las claves para resolver la emergencia ecológica actual.
Así, ARCO no solo se presenta como una feria de arte, sino como un espacio donde las voces de los pueblos amazónicos, históricamente silenciadas, se alzan con fuerza. El Amazonas, como fuente de vida, se convierte en el centro de un debate global sobre la sostenibilidad, el respeto y la justicia social, ofreciendo una nueva perspectiva para el arte contemporáneo y el futuro del planeta.
