Descubrir los encantos sinestésicos de una ciudad universal como Aranjuez a estas alturas es una tarea huera, pero no está de más volver a incidir sobre ello una y otra vez, porque si de algo puede presumir esta admirada urbe madrileña –con numerosos encantos arquitectónicos, musicales, gastronómicos, turísticos y de ocio– es, ante todo, de aglutinar todos ellos en una melodía que trasciende la belleza y se eleva por méritos propios como bandera universal de la armonía y el embelesamiento particular. La Comunidad de Madrid es mucho más que su capital y su particular cielo elevado a lema universal desde aquel 2 de Mayo histórico para este país. Aranjuez es un destino que necesita reposo en la visita y abrir todos los sentidos para apreciar sus encantos en toda su dimensión. Y un dato adicional muy relevante: podemos llegar a Aranjuez en tan solo 40 minutos si partimos del centro de Madrid, ya sea en el servicio de trenes de cercanías desde la capital o también podemos optar por el famoso Tren turístico de la Fresa.
Como son muchos y variados los potenciales planes de visitas, qué menos que dedicar dos o tres días como poco para impregnarse de las maravillas de esta ciudad Patrimonio Mundial de la UNESCO, que cuenta con el Palacio Real con los mayores jardines del sur de Europa. Por algo la Comunidad de Madrid cuenta con cinco lugares con la categoría de Patrimonio Mundial, concedida por la UNESCO: el Paisaje de la Luz en la capital; el Monasterio y Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial; la Universidad y centro histórico de Alcalá de Henares; el Paisaje Cultural de Aranjuez; y el Hayedo de Montejo, que cuenta con la Declaración de Patrimonio Natural.
Aranjuez es un destino que necesita reposo en la visita y abrir todos los sentidos para apreciar sus encantos en toda su dimensión
Lo ideal para visitar Aranjuez es hacerlo cuando se celebran dos de sus más relevantes eventos de interés turístico: la recreación del históricoMotín de Aranjuez y el Festival de Globos. Si no es así, cualquier época del año es idónea, ya que las referencias gastronómicas y enoturísticas están siempre ahí aguardando nuestra visita. Así, qué decir de los productos de la huerta de Aranjuez, con fama a nivel nacional. Los podremos disfrutar en las ofertas culinarias de restaurantes de gran calidad como Casa Pablo, Casa José, Aguatinta, Carême, Casa Delapio o A Terra Delapio. En cuanto al paladar para los amantes del buen vino, Bodegas Real Cortijo y Bodegas El Regajal organizan experiencias enoturísticas que colmarán el retrogusto nasal del más exigente.
Si finalmente hemos decidido alargar nuestra estancia en Aranjuez, también podemos dejar un hueco para visitar dos de los municipios singulares con las plazas más bellas de la región: Chinchón y Colmenar de Oreja.
Una vez que estemos en disposición de disfrutar a pleno rendimiento de los encantos de Aranjuez en exclusiva, no podemos dejar de realizar una visita sosegada al Palacio Real, que se caracteriza exteriormente por sus colores blanco, de la piedra de Colmenar, utilizada en su construcción, y rojo, de los ladrillos empleados en sus paramentos. El frente del edificio, excepto en su cuerpo central, presenta una sucesión de ventanas, en su piso inferior, y balcones, en el superior, que es rematado por una balaustrada. En el cuerpo central, con un piso más, se encuentra el frontón con el escudo de Fernando VI, sobre el que están colocadas las estatuas de los reyes Felipe II, Felipe V y Fernando VI, según el proyecto de Bonavía. En la parte inferior de este cuerpo central un pórtico de cinco arcos de medio punto, también diseñado por Bonavía, sustenta la terraza del piso principal con su gran balconada. La fachada orientada al Este, con dos pisos, posee en su centro un cuerpo saliente cuyas ventanas y balcones dominan los Jardines del Parterre. Finalmente, las fachadas Norte y Sur, de características arquitectónicas similares, están compuestas de dos cuerpos rematados por una balaustrada. La visita al Palacio Real de Aranjuez se inicia por la Sala de Guardias de la Reina, una habitación situada en el ala Oeste que fue destinada a los Guardias de Corps, encargados de la custodia de los miembros de la familia real. Una de sus estancias más destacadas es la Salita de la Reina, en el ángulo noroeste del edificio, que formaba parte de las habitaciones del Palacio ribereño que estuvieron dedicadas a las audiencias reales. Encontramos aquí cuadros de Lucas Jordán, en esta ocasión dedicados a temas mitológicos: Júpiter y Leda, El Viento y Triptólemo.
También destaca la Antecámara de Música, sala que fue utilizada para la recepción de grandes personalidades. Cuadros con escenas bíblicas pertenecientes a la escuela italiana del siglo XVII y pinturas religiosas de Solimena, decoran sus paredes. La Cámara de la Reina, otra de las habitaciones utilizadas como pieza de etiqueta en el siglo XVIII, fue transformada en sala de música por Isabel II.
Por el Anteoratorio y el Oratorio de la Reina, con ventanas al patio central del Palacio y decorados con pinturas de Giaquinto, Maella, Bayeu y Villanueva, y mármoles y bronces de Juan Bautista Ferroni, se accede al Salón del Trono, en el centro del ala norte, cuyos paramentos están tapizados con terciopelo rojo. El mobiliario del salón pertenece a la época de Isabel II, excepto los sillones reales de madera tallada y dorada, situados bajo el dosel, que corresponden al estilo Luis XVI. El Despacho de la Reina, contiguo al Salón del Trono, cuenta con un gran número de obras pictóricas que decoran sus paredes, entre ellas el magnífico Florero, de Jan Brueghel.
En la decoración de la bóveda, de estilo pompeyano en su arranque, obra de Maella, destacan las representaciones de algunos pasajes de la Pasión de Cristo. Los muebles de esta sala son de la época de Carlos IV, construidos en el Taller Real, destacando en ellos la fina labor de taracea.
Otra visita indispensable en Aranjuez es el Museo de Falúas Reales del Palacio. Reconstruido en 1966 según proyecto de Ramón Andrada y situado dentro del Jardín del Príncipe cerca del embarcadero, posee una de las colecciones más espectaculares de embarcaciones que los reyes de España utilizaban para navegar por el Tajo e incluso por el Mar de Ontígola. Entre todas, destacan la falúa que perteneció a Carlos IV, creada en Cartagena y decorada por Salvador Maella, y la antiquísima góndola de Felipe V, que en realidad es del periodo de Carlos II (siglo XVII). Además, podemos disfrutar de las pinturas referentes a la escuadra española del siglo XIX, así como de un juego de cañones de bronce procedentes del reinado de Fernando VI y distintos utensilios para la navegación de falúas.
Lo ideal para visitar Aranjuez es hacerlo cuando se celebran dos de sus más relevantes eventos de interés turístico: la recreación del histórico Motín de Aranjuez y el Festival de Globos
¿Y qué decir de los encantos inigualables de un paseo por los Jardines del Príncipe, los Jardines de la Isla, los Jardines del Parterre o los Jardines de Isabel II? Esta experiencia única en un entorno de postal se puede sumar también a visitas por otros lugares singulares de los jardines palaciegos como el Estanque Chinesco. En total, el Palacio Real está rodeado por más de 111 hectáreas de jardines y huertas. A estos jardines singulares hay que sumar la belleza de sus fuentes históricas, la de Hércules y Anteo, la Fuente de Ceres, la de Hércules e Hidra, la Fuente del Reloj y la Fuente del Niño de la Espina.
A continuación, hagamos una visita indispensable a la Real Casal del Labrador. Fue diseñada por Juan de Villanueva y estamos ante un verdadero palacio en miniatura que se encuentra en el interior del Jardín del Príncipe. De entre sus estancias sobresale el Gabinete de Platino, recubierto de madera con incrustaciones en oro y platino. Fue encargado por los reyes Carlos IV y María Luisa de Parma. En su interior el estilo neoclásico se entremezcla con varias tendencias decorativas de moda en el momento de su ejecución, como son el estilo imperial, el pompeyano o el rococó. En el palacete se conserva uno de los conjuntos neoclásicos más importantes de Europa, ya que guarda en su interior algunas de las ornamentaciones más bellas de la época: bóvedas al temple, colgaduras de seda valenciana, lienzos, relojes, bronces, mármoles y soleras de porcelana del Buen Retiro.
El Gabinete de Platino fue utilizado como tocador por la reina María Luisa de Parma y decorado por los maestros franceses Percier y Sitel, que idearon una boiserie de caoba con incrustaciones de bronce dorado y platino. Otras estancias destacables son la sala de billar, el Salón de Baile y el Salón de María Luisa.
Mención aparte necesita la plaza y la Real Capilla de San Antonio, que fueron proyectadas por Santiago Bonavía en 1750, como primer paso para la formación del casco urbano de lo que sería la ciudad de Aranjuez. Pese a ello, el conjunto no fue terminado definitivamente hasta el siglo XIX, algo que es difícil apreciar a simple vista ya que la uniformidad del espacio y de las arquitecturas que delimitan este salón urbano resulta asombrosa. La arquería perimetral de la plaza unifica construcciones preexistentes de Juan de Herrera y Gómez de Mora (las Casas de Oficios y Caballeros), la nueva capilla de San Antonio de mediados del siglo XVIII y la Casa de Infantes (finales del siglo XVIII). El resultado final resulta armonioso y proporcionado.
Este perímetro arquitectónico está complementado por dos cortinas de vegetación: el Jardín del Parterre, al norte y el Jardín de Isabel II (mediados siglo XIX), al noreste. La estructura de la plaza, rectangular, presenta, varios elementos a destacar desde el punto de vista urbanístico. La Real Capilla constituye un punto de fuga hacia el sur. Queda resaltada por el avance de un pórtico con función de atrio, definido por el juego de líneas (curvas y contracurvas) y los contrastes de luces y sombras. El lenguaje formal y estético entronca con las premisas del Barroco italiano. Estos rasgos son extensibles a la propia capilla, una construcción de planta circular centralizada, enmascarada por el pórtico, sobre el que asoma la cúpula con linterna sobre tambor, que remata el edificio.
Pero además de su impresionante legado arquitectónico y paisajístico, Aranjuez es mucho más, porque también guarda un encanto distinguido otros enclaves de la ciudad, como su mercado de abastos o el Palacio de Godoy, por ejemplo.