Mi buen amigo Cipriano Torres me envía un ejemplar de su último libro, Viaje interior pasando por Marruecos, una odisea personal construida a golpe de experiencias y relatos ambientados en nuestro país vecino. No es solo un libro de viajes, en mucho más que eso, es una deuda de amor que el autor salda con ese lugar desconocido y fascinante que tenemos tan cerca y tan lejos, al otro lado de ese estrecho charco donde tantos se dejan la vida en un sueño de ilusiones y pesadillas.
Estamos ante una obra magna en la que cabe todo, la literatura, la música, el arte, con el telón de fondo de un país tan inmenso y fascinante como Marruecos. Por esas páginas pasan desde Juan Goytisolo hasta Orson Welles, desde Jean Genet a Bob Marley pasando por Amy Winehouse. Anécdotas y situaciones vividas a lo largo de toda una vida, unas veces tristes, otras alegres o incluso cachondas e hilarantes. “Cuando uno viaja solo es un viaje hacia uno mismo. Mi idilio con Marruecos empieza en 1983. Yo llegué allí lleno de prejuicios, como llega la mayoría de la gente. De entrada, me cagaba de miedo, me generaba incertidumbre pasear por la Medina de Tánger. Hoy es una ciudad maravillosa llena de cultura, de restaurantes y donde la gente se lo pasa muy bien”.
Cipriano recuerda aquellos primeros días, cuando las “criaturas en manos de la mafia” (hoy los fascistas los llaman menas) querían cruzar a España en los bajos de los camiones. El problema de la inmigración ha adquirido el carácter de drama humanitario, ya que el Mediterráneo se ha convertido en la tumba de miles de inocentes. “Me llama la atención que se suela confundir la pobreza con la delincuencia que pueda haber en Marruecos. No es lo mismo. Puede haber necesidad, pero también generosidad, que puede parecer otro tópico, pero es cierto”.
Conocí al maestro Cipriano hace ya muchos años, en La Opinión de Murcia, aquel semillero de periodistas y escritores que hoy siguen dando guerra por las redacciones de medio país. De aquella escuela (por momentos maravilloso frenopático) salieron nombres ilustres como Tono Calleja, Chema Gil, José Alberto Pardo (actual director del diario) y tantos otros bien dirigidos bajo la sabia batuta del gran Baldomero Rodríguez, aquel asturiano audaz maestro de periodistas. Con Cipriano me detenía a charlar cuando la vorágine del trabajo me lo permitía, ya que él llegaba, dejaba su artículo dominical en la mesa del redactor jefe y con las mismas se largaba discretamente y con viento fresco. No era de esos pelmas que suelen dar la brasa a la tropa con monólogos y soliloquios sobre sus brillantes libros, la poesía de Baudelaire o la situación política internacional. Como digo, nunca se tiraba el nardo ni se daba el postín como otros. Su llaneza y profundidad, más esa interesante combinación de reportero todoterreno, columnista con mala hostia que no deja títere con cabeza y escritor afincado en Tánger, hacía que cayera bien a todo el mundo.
“Escribí poemas, y por mis muertos que no eran cursis. La cosa se fue emputeciendo y acabé escribiendo como escribo ahora, del coro del artículo al caño de la novela o el libro de viajes”, asegura en su blog. La obra de Cipriano, Cipri para los amigos, es versátil y variada, toca todos los palos. La gata negra, Semen y celindas (relatos más que eróticos), Los días de la jámila (otro libro de viajes, esta vez por Mauritania), y alguna que otra biografía sobre Pilar Bardem y Ernesto Alterio. Pero, sin duda, lo que ha hecho grande a Cipriano, durante tantos años, ha sido su Maldeojos, su imprescindible columna sobre televisión que aparecía en todos los diarios del grupo EPI, una serie de artículos que ya tardan en ser recopilados y leídos en las facultades de ciencias de la información (yo ahí lo dejo, querido). Como ejemplo, recupero esta joya que sobre Sálvame de Luxe: “Mantengo mi teoría de que esta peña, famosillos al borde del olvido, con un pie en el precipicio de sus últimos fulgores, cuando acude de invitada y se abre de patas ante La fábrica de la tele, productora experta en carroñas de variado pelaje, está firmando su propia sentencia de muerte, su patético declive”. El Maldeojos que algunos echamos de menos era ironía, humor, erudición, cultura, prosa potenciada con sabor auténtico, su poquito de mala follá granaína contra el petardo o la mamarracha de turno (ya fuese del mundo de la política o de la televisión), tacos cuando había que soltarlos y fulgurantes metáforas, en fin, esa forma enriquecida de escribir, la escuela clásica que ya no se lleva porque el periodismo ha caído en un patetismo naíf difícilmente soportable y digerible.
El tiempo nos llevó por caminos distintos. Yo al diario Levante-EMV, donde me peleé a cara de perro con el cacique Carlos Fabra, y él a su amada Villanueva Mesía, quizá el pueblo con más choperas del universo. El refugio del guerrero, su feudo de paz lejos del mundanal ruido donde ha dedicado los últimos años a escribir y a cuidar de su madre (hasta en eso nos vas a dar una lección de vida). Después de la crisis, en 2012, el destino volvió a reunirnos en Revista Gurb, un último homenaje o canto de cisne al periodismo literario y satírico que por desgracia languidece entre tanto panfleto digital, bulo y desinformación.
Sin duda, Cipriano, ha escrito el libro definitivo sobre Marruecos, la guía perfecta para llevar en la maleta. Buena literatura y descripciones sobre lugares que solo una imaginación portentosa como la suya es capaz de plasmar en negro sobre blanco. Abraham Hurtado, su editor fallecido trágicamente en Grecia, estaría orgulloso del trabajo. Gracias por el regalo, hermano. Shukran.