
Cuando en el Bachillerato leímos por primera vez aquel soneto de Quevedo que comenzaba “Érase un hombre a una nariz pegado”, no imaginábamos que la nariz, ese apéndice que ocupa el centro de nuestro rostro, había causado tanto interés en otros autores y otras obras literarias.Desde Pinocho, pasando por el personaje de Cyrano, la nariz ha sido representada a lo largo de la historia de la literatura de muy diferentes modos, ya sea como marca étnica, una veces reproduciéndola de modo realista y otras presentándola de modo exagerado con el objeto de parodiar a alguien o algún grupo social, o bien para resaltar algún defecto como la mentira, en el caso de Pinocho, o una virtud, en el caso de Cyrano.También el lenguaje popular tiene un amplio repertorio de frases en las que la nariz es protagonista. “Meter la nariz donde no le importa”, “no ver más allá de las narices”, “dar a alguien con la puerta en las narices”, “dejar a uno con un palmo de narices”, son frases ya asimiladas en nuestro acervo popular. Además, esta misma cultura popular conecta también la nariz con augurios y predicciones, como por ejemplo, si la nariz te pica es porque vamos a recibir malas noticias o porque alguien está pensando en nosotros o también, a veces, es signo de que tenemos ganas de pelear.Es curioso también apuntar que en el medioevo una de las mayores ofensas que se podía inferir a un enemigo era cortarle la nariz. De hecho el castigo era tan denigrante que se aplicaba a los delincuentes. En un lai de María de Francia titulado 'Bisclavret' la narradora cuenta que Bisclavret, por vengarse de su mujer le arrancó la nariz del rostro; y se pregunta: “¿Qué le podría haber hecho peor?”. También la nariz era donde se notaban los signos de enfermedades como la lepra o las llamadas bubas ocasionadas por la sífilis, dos enfermedades de claro rechazo social.
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