La exposición de Hilma af Klint en el Museo Guggenheim de Bilbao, que estará abierta hasta el 2 de febrero de 2026, marca un hito en el reconocimiento de una de las artistas más innovadoras y subestimadas del siglo XX. La artista sueca, conocida por su estilo pionero y su enfoque espiritual hacia el arte, tomó la audaz decisión de encerrar su legado hasta 20 años después de su muerte, convencida de que el mundo no estaba preparado para comprender su obra. Hoy, más de un siglo después, sus vibrantes lienzos abstractos finalmente ven la luz en una amplia muestra que invita a los visitantes a explorar su rica herencia.
Hilma af Klint nació en 1862 en una familia naval sueca, y desde joven mostró un talento excepcional que la llevó a estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de Estocolmo. Sin embargo, su formación no se limitó a lo convencional. A lo largo de su vida, af Klint combinó su interés por la ciencia, la espiritualidad y el misticismo, integrando conceptos de la teosofía y el espiritismo en su arte. Esta búsqueda de lo espiritual, influenciada por la muerte de su hermana, la llevó a formar un grupo conocido como "Las Cinco", donde exploraron la comunicación con el más allá a través del dibujo y la escritura automática.
El Guggenheim de Bilbao presenta más de un centenar de obras, incluyendo sus icónicas "Pinturas para el templo", un ciclo monumental que consta de 193 lienzos creados entre 1906 y 1916. Estas obras, llenas de simbolismo y color, transitan entre la figuración y la abstracción, explorando conceptos duales como el bien y el mal, la materia y el espíritu. Las pinturas son un testimonio de su conexión con lo divino y su intento de plasmar realidades invisibles, reflejando un universo interconectado que anticipa ideas modernas sobre el espacio y la materia.
Lo que hace esta exposición particularmente impactante es cómo, a pesar de su relevancia histórica, el trabajo de Hilma af Klint fue relegado al olvido. Mientras que sus contemporáneos, como Kandinsky y Mondrian, alcanzaron la fama en su momento, af Klint se vio obligada a esperar. Fue su deseo de que su obra no se expusiera hasta 20 años después de su muerte lo que hizo que su contribución al arte abstracto permaneciera oculta durante tanto tiempo. Fue en 1986 cuando algunos de sus lienzos comenzaron a ser mostrados al público, pero fue la gran retrospectiva de 2013 en el Moderna Museet de Estocolmo la que catapultó su reconocimiento.
La exposición en Bilbao ofrece una rara oportunidad para que el público español se acerque a su obra de forma significativa. Desde sus acuarelas y primeros dibujos hasta sus complejas composiciones abstractas, cada sala invita a la reflexión sobre su proceso creativo y su evolución como artista. La influencia de la ciencia en su trabajo se hace evidente en su uso de formas geométricas y biomórficas, que trascienden lo puramente estético para conectar con conceptos de la biología y la espiritualidad de su tiempo.
El recorrido por la exposición revela cómo Hilma af Klint se convirtió en una pionera de la abstracción. Su trabajo desafía las normas establecidas y abre un diálogo sobre la necesidad de reinterpretar la historia del arte, que a menudo ha marginado las contribuciones de las mujeres. La crítica contemporánea no solo aplaude su técnica innovadora, sino que también cuestiona la narrativa histórica que ha privilegiado a los hombres en el canon del arte moderno.
La curaduría de Lucía Aguirre y Tracey R. Bashkoff, quien fue parte de la exitosa exposición en Nueva York, se convierte en un vehículo para reivindicar a una artista que, a pesar de haber sido olvidada, siempre estuvo un paso adelante en su visión. Las obras seleccionadas para la exposición están dispuestas de manera que permiten al espectador no solo admirarlas, sino también comprender el profundo simbolismo y la espiritualidad que af Klint intentó transmitir.
La instalación de "Las pinturas para el templo" es el corazón de la muestra, donde se exhiben obras que af Klint concibió como una forma de crear un espacio espiritual. La artista imaginó un templo helicoidal que albergaría su trabajo, un lugar que nunca llegó a construir, pero cuya esencia se captura en cada una de sus obras. A través de una paleta vibrante y un simbolismo rico, Hilma af Klint logró plasmar en sus lienzos una visión del mundo que todavía resuena en el presente.
La obra de Hilma af Klint no solo es un testimonio de su tiempo, sino también una invitación a repensar el arte y su relación con el mundo. La exposición en Bilbao no solo celebra su legado, sino que también invita a la reflexión sobre cómo se construyen las narrativas en el mundo del arte. La reivindicación de su figura se convierte en un acto de justicia histórica, permitiendo que su obra finalmente ocupe el lugar que siempre debió tener.
En conclusión, la retrospectiva de Hilma af Klint en el Museo Guggenheim de Bilbao no es solo una exposición más; es un evento que marca el reconocimiento de una artista que, a pesar de haber sido olvidada, ha dejado una huella indeleble en el mundo del arte abstracto. Su visión única y su legado son un recordatorio poderoso de que el arte tiene el poder de trascender el tiempo y el espacio, conectando con lo espiritual y lo emocional en formas que aún estamos descubriendo. Con esta exposición, el Guggenheim no solo presenta las obras de una pionera, sino que también invita a una nueva generación a explorar el profundo significado que reside en cada trazo de su historia.