Hoy, mientras ustedes estén comiendo con familiares y/o amigos para celebrar la Navidad, habrá en algunos lugares del mundo personas que se feliciten como llevan haciendo desde que iban al colegio juntos. Incluso es posible que coman juntos en una gran hacienda a las afueras de Londres y eso que, tan solo hace dos o tres días, estuvieron tomando un jerez en el gobierno británico, en la Cámara de los Comunes o la de los Lores. Es la casta política británica torie que de forma tan magnífica expone Simon Kuper en su libro Amigocracia (Capitán Swing).
Cuando hace unos días la mayoría de las personas se sorprendía al haber sido nombrado ministro de Asuntos Exteriores el ex-premier británico, David Cameron, la realidad es que no era más que pedir a un amigo, a un oxoniense (Universidad de Oxford), a un igual de la clase dominante, que echase una mano. Nada mejor para el primer ministro actual, Rishi Sunak, que alguien de su casi misma estirpe sociológica. Lo mismo que sucedió unas décadas antes y es lo que se cuenta en el libro.
¿Cómo pudo Gran Bretaña llegar al Brexit y a la crisis política que les persigue? ¿Cómo un grupo de incompetentes se pudo hacer con el control del país? En el libro de Kuper están algunas de las claves. Se centra mayormente en las peripecias de Boris Johnson. El más estrambótico e incapaz de todo el grupo de amigos-enemigos. Un tipo que se ha valido de las clases de dialéctica que aprendió en exquisito y elitista Eton tanto para sacar su grado en Oxford como llegar a la cima del poder político británico. No hay nada más detrás, salvo su linaje y sus contactos. Un fiel reflejo de la clase dominante actual. Muy hábil con el lenguaje pero con muy pocos hechos prácticos y positivos en sus mochilas: «La gran inteligencia verbal de Johnson lo había absuelto de tener que desarrollar inteligencia analítica», dice Kuper. Siempre son otros los que les sacan las castañas del fuego.
Un grupo de oxonienses y etonianos se hicieron con el poder político porque, al fin y al cabo pensaban y piensan, estaban destinados a ello. Es lo propio de su clase el mandar, el dirigir, el estar por encima del bien y del mal. «Las reglas y las leyes son para los demás no para las gentes de clase alta» es el pensamiento de estas gentes que controlaron y controlan la política británica.
Johnson, Cameron Jacob Rees-Moog, Jeremy Hunt, Dan Hannan, Michael Gove y tantos otros nombres aparecen durante la narración del libro. Todos ellos han tenido que ver en el desastre de gestión que ha vivido Gran Bretaña. Kuper hace una radiografía excelente de sus carreras desde su llegada a Oxford y cómo ya se veían así mismos como “destinados” al poder. El problema es que el laborismo era tan thatcherista que no tenían posibilidades de hacerse hueco hasta que descubrieron el Brexit.
Cameron tuvo la suerte de enfrentar a lo más arcaico del laborismo y ya avisó que lo suyo sería susto o muerte con el referéndum escocés, El grupo de Oxford, desde las tribunas periodísticas que poseían; desde los grupos de presión financiados por Soros; o por convencimiento propio, acabaron presionando para el referéndum del Brexit. En el mismo, pese a que Cameron pensaba que vencería el no y por eso se relajó, los demás miembros del grupo se lanzaron a la mentira (expusieron que se acabaría la llegada de inmigración y nada más vencer el no se desdijeron, un Sánchez avant la lettre), a las expresiones demagógicas que una buena formación verbal les permitía y… se encontraron con el Brexit en las narices.
Un Brexit que, además, pensaban no sería tan duro como amenazaban desde Bruselas. Y sí, el Brexit fue duro y cortante. Pensaban estos muchachotes que la UE se bajaría los pantalones porque, piensan ellos siendo la clase dominante británica, Gran Bretaña es la madre de todas las cosas. De repente se vieron ante una situación incontrolable y con una grupo de perfectos incapaces al frente. Porque, lo que demuestra Kuper, es que todos ellos son perfectamente incapaces para lo que es la gestión pública.
La sucesión de unos y otros en el cargo de premier no mejoraría las cosas. Muchas risas con Johnson pero acabó en la calle por pensar que las leyes no aplican a los de su clase. Algo venía cambiando en el mundo y estos tipos ni se habían enterado. Seguían viviendo en su mundo de un Oxford ya desaparecido donde con buenas palabras se sacaban las carreras y se podía ser profesor sin un doctorado detrás. Bastaba un poco de jerez y hacer contactos. Todo esto y mucho más lo encontrarán en el maravilloso libro que les presentamos hoy.