La escritora valenciana María García-Lliberós, también licenciada en Ciencias Económicas por la Universidad de Valencia y en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, presenta en su novena novela, Más allá de la tristeza (editorial Sargantana, tercera edición) una historia de gran fuerza psicológica en la que explora temas como el acoso escolar, la adopción, la culpa, la soledad y toda una gama de torbellinos que caracterizan las relaciones humanas. En esta entrevista la autora nos habla de su talento como contadora de historias y del juego de voces que esta obra ofrece al lector.
Más allá de la tristeza es su novena novela. ¿Todas sus obras están conectadas?¿esta última representa un rompimiento a nivel de estilo?
Cada novela es independiente y autónoma pero sí es cierto que todas contribuyen a afianzar una temática común: las relaciones personales en la distancia corta, entre parejas, amigos, amantes, padres e hijos, cónyuges, etc, es un asunto que me interesa mucho y conforma mi imaginario literario. La familia, en concreto, ese microcosmos en el que puede suceder todo lo bueno y lo malo, está en el centro de mi novelística. Más allá de la tristeza se preocupa, en este caso y en primer lugar, por la construcción de una familia a través de la adopción.
¿La adopción y el acoso escolar serían los puntos de partida que la motivaron a realizar esta nueva obra?
No cualquier adopción, sino la de niños de otras razas, con características físicas que los hacen diferentes en la sociedad en la que pretenden integrarse. En España está muy extendida y me llamó la atención. El acoso escolar es una consecuencia porque nada más fácil para un acosador, cuando se encuentra en un aula que no siempre ocurre por fortuna, que escoger como víctima al diferente, al que “no es como nosotros”.
Llama la atención el trabajo psicólogo que ha logrado con cada personaje y la voz narrativa que lo muestra. ¿Qué la llevó a desarrollar esta técnica?
La profundidad sicológica es, para mí, una condición esencial en el diseño de los personajes. Pongo en ello especial cuidado y me preocupo de que los actos de cada uno “casen” con las características que les he atribuido. Ahí se encuentra el secreto de la verosimilitud de la novela. El lector debe conocer a los personajes, penetrar en sus interiores y comprender las luchas internas que motivan sus conductas. Si hay algo que me disgusta en una novela son los personajes planos y los estereotipos.
“Ser una contadora de historias puede ser una forma de describir a un novelista”
¿Qué hay “más allá de la tristeza”?
“Más allá de la tristeza” hay esperanza, alegría. Para decirlo en pocas palabras, hablamos de una novela de superación.
La adopción sigue siendo una forma legal complicada de tener hijos. ¿También lo es culturalmente?
Pienso que está muy aceptada. Pero hay una narración oficial que maquilla la realidad. Creo que el balance final, por decirlo de alguna forma, es positivo casi siempre: el adoptado encuentra un hogar con medios económicos que le facilitan una educación, unos medios de vida que, ni de lejos, habría conseguido en el orfanato del que salió. También va a encontrar cariño, y esto es fundamental. Pero el proceso puede ser doloroso y problemático, y esto se suele ocultar.
¿Se considera, ante todo, una contadora de historias?
Sí. Esa puede ser una forma de describir a un novelista.
¿Quiénes son sus fuentes de inspiración en la literatura?
Me considero una escritora realista y me inspiro en la realidad que me rodea, que da mucho de sí. Observar, escuchar, pensar e imaginar son los cuatro pilares de la creación literaria de ficción. Una novela es una mentira que contiene muchas verdades, lo dijo Vargas Llosa, pero para atrapar la atención del lector hay que saber contar esas mentiras con arte y habilidad, de manera que estos puedan reconocerse en parte en los personajes y situaciones.