Esta novela sensible, serena, emocionante y de trazo exquisito sobre el amor y los estragos de la enfermedad mental se estaba gestando por entregas durante años, precisamente cuando Estocolmo llamó a las puertas de su autor para anunciarle que era el primer escritor japonés en obtener el Premio Nobel de Literatura en 1968. Los constantes problemas de salud de Yasunari Kawabata (Osaka, 1899-Zushi, 1972), un insomne implacable que quedó huérfano a los tres años, unido a su pasión insoslayable de la soledad, hicieron de su literatura perfectos artefactos que aunaban todas estas peculiaridades biográficas. Dientes de león, que ahora es traducida por primera vez al castellano por Tara Oshima para Seix Barral, es buen ejemplo de ello, una novela póstuma de inusitada fuerza y dulzura pese al duro dilema que aborda.
Una joven enamorada es internada en un apartado psiquiátrico tras padecer una extraña ‘ceguera del cuerpo’, un mal inexplicable que convierte en invisibles los objetos y personas amados. Su madre, que ha decidido el internamiento en el sanatorio mental, inicia una larga y profunda conversación con el prometido de su hija mientras se alejan del lugar. Ambos se plantean a partir de este momento si son el problema o la solución a la curación de la joven Ineko.
“Obras maestras como estas constituyen una brújula para que nos orientemos en el presente y tomemos conciencia de dónde venimos y hacia dónde nos queremos dirigir”, señala Tara Oshima. Alejandra Kamiya añade en su prólogo a esta edición: “Cuando era niña yo jugaba a soplar flores de dientes de león. Las llamábamos ‘panaderos’ y se deshacían para perderse en el viento. Como todo”.
Esta novela, publicada originalmente por entregas e inacabada, posee una inusitada fuerza y dulzura pese al duro dilema que aborda, la enfermedad mental
La literatura de Kawabata es de esas que se resisten a abandonar la huella impregnada en la mente de sus lectores, por su hondura y sutileza, y también por sus planteamientos, donde promueve profundas reflexiones filosóficas que discurren por tramas sencillas, aparentemente sin más pretensiones que lo percibido a primera vista. Pero allá al fondo hay mucho más y el regusto que deja en el lector siempre pervive. Porque de lo que siempre ha hablado Kawabata es de la belleza, una belleza mayúscula que trasciende sus propias historias, aunque se trate, como en esta crepuscular Dientes de león, de temas tan espinosos como la locura y los males del espíritu.