¡Qué suerte han tenido los lectores del Diario Sur de Málaga! Durante casi tres décadas han podido disfrutar del arte literario de José Antonio Garriga Vela. Un autor que sorprendió con sus libros pseudomemorísticos y que cada semana entregaba a la imprenta, primero, y a los servidores, después, verdaderas joyas. Escribir una columna semanal con el arte que lo ha venido haciendo el autor ¿catalán? ¿malagueño? ¿del mundo? no es sencillo. No todos los escritores tiene esa capacidad de asombrar con belleza.
El libro Cruce de vías que ha editado (magníficamente) Candaya es la recopilación de las mejores columnas de Garriga. Un gozo constante pues, pese a haberse reunido por “temáticas”, sorprende con cada historia. Da igual que sea un hecho particular del autor (¿qué habrá pasado con el banco?), o algo que ha visto simplemente por la calle, o cualquiera de esos viajes para los que pretendía tener todo el tiempo de mundo… hasta que se acababa el dinero ahorrado o la paciencia (mucho antes lo primero). En todas ellas hay algo que acaba llevando al lector a la presencia de algo bello. Porque Garriga, pese a lo que puedan decir otros, es capaz de sacar belleza hasta de una parada de autobuses.
Como él mismo afirma, no se sabe si todo el real o simple imaginación. Juega constantemente con la posibilidad de lo real y lo ficticio de forma magnífica y muy literaria. Imaginen, por ejemplo, que un señor se dedica a seguir a una señora por las calles de Málaga pensando vaya usted a saber qué. ¿Ha sido algo casual o realmente Garriga se dedica a perseguir mujeres por Málaga pensando la propia historia? No se puede saber por el gran manejo de lo literario del autor.
Muchos cuentos, porque cuentos breves son, provocan al lector una sonrisa; otros le permiten viajar a mundos desconocidos, islas solitarias que, igual han caído presas de la masificación turística; otros son la simple cotidianidad mostrándose en toda esa belleza que, en muchas ocasiones, se es incapaz de apreciar por los ritmos del tiempo. Algunos dejan al lector con ganas de más. El autor se permite esa crueldad literaria de dejar con ganas a quien tiene el libro (o el periódico en sus manos). Esa crueldad, irritante en algunas ocasiones, pero que también es posibilidad de poder terminar el cuento cada cual es su propia mente.
Si ustedes no han tenido la suerte de leer a Garriga cada semana en Diario Sur, ya no lo pueden hacer, ni de manera digital, este es su libro. No hace falta que lo lean de un tirón (otra cosa es que puedan parar). Pueden degustarlo a pequeños sorbos como se degustan los licores escondidos en el globo terráqueo que nos enseña el autor. O pueden darle un gran trago. Lo que es seguro es que cada uno de ellos será gustoso, más o menos dulce o ácido, estimulante o relajante, cargado de esa vitalidad decadente que transmite el autor. Un libro para disfrutar.