“Entiende la sociedad como un misterioso y complejo ecosistema. En su obra narrativa destaca la originalidad de sus tramas, la ironía con la que describe a sus personajes, la profunda carga cultural y la desbordante imaginación, que abre al lector horizontes literarios inéditos”. Con esta exposición de motivos del jurado, la arquezoóloga y medievalista francesa (París, 1957) Frédérique Audoin-Rouzeau se alzó con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2018 y, de paso, desterró susceptibilidades sobre las posibilidades literarias de la novela policiaca como subgénero habitualmente despreciado y relegado a un segundo plano por los exquisitos de la narrativa de ficción.
“Su escritura combina la intriga, la acción y la reflexión con un ritmo que recuerda la musicalidad característica de la buena prosa en francés. En cada una de sus novelas la Historia surge como metáfora de un presente desconcertante. El vaivén del tiempo, la revelación del Mal se conjugan en una sólida arquitectura literaria, con un fondo inquietante que, para goce del lector, siempre se resuelve como un desafío a la lógica”. Así seguía el análisis del jurado del Príncipe de Asturias sobre la ya extensa obra publicada por la escritora francesa, conocida por el nombre de Fred Vargas, que “encarna, por todo ello, la revitalización de un género, la novela de intriga, al que ha sumado, brillantemente, novedosas piezas, atmósferas y espacios hasta componer una obra de proyección universal”.
Vargas hace de cada una de sus novelas un perfecto artefacto con los mejores ingredientes recogidos entre lo más granado del espectro del noir
Siruela ha publicado en España todas sus novelas, alguna de ellas incluso llevada al cine, y ahora vuelve con un nuevo título, Sobre la losa, cargado con toda la potencia que cabría esperar en las andanzas de su protagonista principal, el comisario de la Brigada Criminal del distrito 13 de París, Jean-Baptiste Adamsberg, un investigador que se ha ganado por méritos propios la fidelidad de miles y miles de lectores en los numerosos países donde su obra ha llegado y también engrosar el Olimpo de los selectos protagonistas de las mejores novelas policiacas de todos los tiempos, con permiso de tótems como Sherlock Holmes, Hercule Poirot o el comisario Maigret, entre otros.
Con una humildad asombrosa, Fred Vargas agradeció el prestigioso galardón. “Yo soy arqueóloga de carrera y siempre he escrito lo que llamo ‘mis novelitas’ al margen de mi profesión. También soy consciente de que escribía novelas de intriga, un género siempre considerado marginal en la literatura. Pero, a pesar de ello, siempre he puesto toda mi pasión en la elección de cada palabra y, si se me permite, con humildad diría que siempre he buscado la ‘música literaria’ más apropiada”. Certera en el análisis de su propia obra y del genero policiaco en general, Vargas hace de cada una de sus novelas un perfecto artefacto con los mejores ingredientes recogidos entre lo más granado del espectro del noir.
Su formación académica como historiadora y arqueozoóloga aporta una notable originalidad a sus tramas, como se demuestra en obras ya célebres como El ejército furioso, Cuando sale la reclusa o La tercera virgen. No deja nada a la improvisación y, gracias a un ritmo narrativo ejemplar, las andanzas del a veces distraído y despistado comisario Adamsberg y su equipo bien definido y reconocible de agentes embelesan al lector y lo atrapan sin remisión en una sucesión de indicios apabullantes en busca de implacables asesinos, que impiden abandonar la novela antes de la última página más pronto que tarde. Cuando las “burbujas mentales” de Adamsberg entran en acción todo empieza a funcionar y las pistas dejadas como un caminito de migas de pan empiezan a cuadrar en la mente de los lectores.
El ejemplo de la literatura de Fred Vargas, hoy por hoy una de las grandes referentes de la novela negra a nivel mundial sin discusión, sirve para celebrar un subgénero narrativo demasiadas veces denostado por secundario. La escritora francesa no solo ahorma las tramas de forma impecable, sin fisuras, sino también evidencia unos recursos estilísticos de enorme nivel creativo, con un ritmo frenético siempre in crescendo, y cuyos personajes están perfectamente delineados y dotados de una verosimilitud fuera de toda duda. Una vez más, Fred Vargas nunca defrauda. La diversión está asegurada.