A sus diecinueve años este autor malagueño nos sorprende con su tercera novela, 'La ecuación que resuelve el enigma' (ExLibric, 2024), una obra que combina el género negro con la ecuación matemática. Baeza Álvarez tiene la creatividad y el atrevimiento necesario para querer romper paradigmas y tópicos. Tanto que dice sentirse frustrado con las novelas negras que ha leído de “grandes autores de la literatura española contemporánea, como Javier Castillo o Juan Gómez-Jurado”.
Novela negra y matemáticas. Cuéntanos cómo te surge la idea de esta combinación.
Nunca me han gustado las matemáticas; de hecho, siempre he necesitado dedicar más tiempo y esfuerzo a esa asignatura cuando la estudiaba. Sin embargo, cuando empecé a plantear mi tercera novela, me di cuenta de que podía crear una historia fascinante con solo una ecuación cuártica. Nunca he hecho una, pero sí tenía que entender su estructura. A partir de ahí, consideré que si me planteaba la búsqueda de cinco números en cinco ciudades del mundo, podría conseguir mi objetivo. Lo difícil era pensar bien en cómo contar la historia, la construcción de los personajes, sobre todo del protagonista, Rubén, y la ambientación, cómo conseguir que cada lugar sea diferente, que suceda algo distinto, ir desvelando detalles… En general, esta novela surge de la necesidad de una innovación y una búsqueda de originalidad en este género tan escrito a lo largo de los años.
¿Qué historia cuenta tu novela?
Lo que nos cuenta 'La ecuación que resuelve el enigma' es, en resumidas cuentas, un conflicto intelectual a vida o muerte entre dos personajes altamente inteligentes y que son los que aparecen en portada: Rubén, un matemático superdotado que imparte clases como catedrático en la Universidad Politécnica de Cataluña, y Shareef, un terrorista escurridizo que tiene siempre ases bajo la manga para aislarse de las autoridades; pero que siempre aparece en la vida del protagonista por un solo motivo, que no es otro que probar su inteligencia y capacidad de supervivencia. Por tanto, la clave de esta historia es que el antagonista quiere ver cuál es el límite de la inteligencia de Rubén, a través de un juego macabro que consistirá en encontrar cinco números en cinco ciudades del mundo para componer una ecuación. Resolverla será la única manera de destapar quiénes se encuentran detrás de una serie de eventos trágicos, desapariciones y secuestros porque esas personas son en realidad conocidas para el protagonista.
En el ensayo ‘Érase una vez los números primos’, la matemática Sarah Hart plantea una vieja relación entre la literatura y las matemáticas. ¿Crees en ese vínculo?
Totalmente. Al fin y al cabo, las novelas tienen su planteamiento, nudo y desenlace, una estructura lógica y, sobre todo en el caso de escritores más planificados, miden todo con exactitud y quieren obtener el resultado que ellos quieren y no otro. Siempre se ha jugado con las matemáticas en los libros (desde teoremas, juegos lógicos…). En mi caso, yo juego con ellas, pero esto de la planificación es cierto que no se me da bien: prefiero dejar que las cosas fluyan con naturalidad. 2+2 no tiene por qué dar cuatro.
“Quise crear una novela negra sobre un conflicto intelectual a vida o muerte entre dos personajes altamente inteligentes”
Se cuestiona la repetición de argumentos en la novela negra. ¿Tú abres una dirección radicalmente distinta en este género?
En efecto. Me siento cansado y ciertamente frustrado con las novelas negras que he leído de grandes autores de la literatura española contemporánea, como Javier Castillo o Juan Gómez-Jurado. Siempre aparece la figura del inspector, el asesinato, la investigación… Rompo con ese patrón predecible; pero lo que más me sorprende no es que se repitan esos patrones, sino que ellos no se hayan dado cuenta de que hay que innovar para sorprender al lector. Muchos lectores piensan que todas las historias ya están contadas, pero no, no todas lo están; aunque lo más valioso no es la historia que quieres contar, sino cómo la quieres contar.
¿Y qué temas y géneros abordaste en tus libros anteriores?
En mi primera novela, 'El viaje' (2021), abordé la novela negra a través de un viaje en barco de diez amigos irlandeses a El Cairo, pero desde la perspectiva de un principiante que se acababa de introducir en la literatura; después, con 'Max' (2023), me sumergí en la novela histórica por primera vez, centrándome en la guerra de Afganistán (2001-2021), donde me vi obligado a hacer una labor de documentación esencial para narrar los veinte años de una guerra que destruyeron Afganistán aún más si cabe. Con Max Dawson, soldado estadounidense ficticio como protagonista, cuento esos veinte años de forma resumida y también original.
¿Quiénes son tus referentes literarios?
Por ahora, tan solo podría decir que mi referente literario es Fernando Aramburu. He leído 'Patria' y 'Los vencejos' y admiro su capacidad de contar y de transmitir, su vocabulario, su riqueza léxica. Lo considero un referente y un maestro de las letras que todos deberíamos leer, sobre todo los que escribimos narrativa y prosa.
¿Hacia dónde va tu literatura a partir de 'La ecuación que resuelve el enigma'?
Espero que mi literatura encuentre un hueco en el corazón de los lectores de este libro porque, si es así, seguro que habré hecho bien mi trabajo. De momento, preparo la continuación de esta novela, en la que trabajo en un proyecto ilusionante, por si esta sigue cosechando ventas y, sobre todo, cautivando a los lectores que ya la han comprado y se la están leyendo. También mi literatura busca nuevas historias y nuevos géneros que descubrir, aunque para eso habrá que esperar bastante.