Permitan unalicencia personal. Llevo años recibiendo libros de editoriales que, conmarketing subyugante, interesan promocionar reseñas de sus novedades. Esemercado cultural sufre tanto como el de la fruta, éste sólo presenta alconsumidor la más vistosa; el libro, dicenlos expertos, admite compra compulsiva engancha con la portada o quien lofirma.
La calidaddel libro, como la de la fruta con su sabor, está en la historia que alberga.Un borroso ‘El Arte de contar bien una historia’[101 estrategias para el storytelling] rotulado sobre la vieja máquina deescribir lo suscribe Héctor Urién. Sólo unpálpito adivina que hay tomate en este libroque publica Alienta editorial (Grupo Planeta) este 2020.
Tras leer casi 200 páginas hay feed-back, retroalimentación. Se trasmiten conocimientos y pautas a compartir por cualquiera para ser mejor persona usando palabras. El prólogo no pudo ser mejor que el de Jorge Drexler, uruguayo españolizado con Óscar a su música para el alma. Relata cómo el Urién que fascina a sus hijos para dormirlos con cuentos maravillosos es quien invita a leer del tirón el libro. ‘Homo narrans’ titula Drexler a su proteico texto. A Drexler le daba paso una máxima del machadiano Juan de Mairena: ‘sólo la creación apasionada triunfa del olvido’.
Urién no es un teórico cuentacuentos con más o menos fortuna textual. Usa un lenguaje didáctico nacido del emprendimiento como profesor, tutor y ponente del ‘storeytelling’
La obra deUrién se estructura con tres partes. Las primeras 47 pautas sustancian lashistorias. Las 30 siguientes fabrican recursos y recurren al humor. La últimaparte del trabajo escenifica un ‘aquí y ahora’ a través de 24 pautas querealmente dramatizan la improvisación y creatividad que exige cualquierhistoria para tener sustento creíble y enganche.
Urién no esun teórico cuentacuentos con más o menos fortuna textual. Usa un lenguajedidáctico nacido del emprendimiento como profesor, tutor y ponente delstoreytelling. Drexler ya avisa a los madrileños que en la taberna Alabanda -ydurante ‘cualquier martes’- se encadenan historias insitu sobre una plataforma mágica: ‘Las mil y una noches’.
Al Urién más modesto, algo de agradecer en un escritor, no se le hurta que las historias son infinitas desde la noche de los tiempos. La tradición oral hace que se relaten desde nuestros ancestros. Esa cadena es especialmente apreciada en países africanos y orientales donde los mayores enseñan así la historia de las historias a las siguientes generaciones. En la vieja Europa y la nueva América y Australia las historias se cuentan de otra forma.
Saber relataralgo es útil para aprender, enseñar, trasmitir y trabajar más feliz. No importasi esas historias son reales. Tampoco si quien lo cuenta le sobrepasa el pesocorporal, tiene determinada talla, ideología, dineros o profesa un credo quequien oye su relato lo considera hereje trasgresor.
Quiensuscribe desconoce al Urién presencial, pero el que escribe las estrategias quecomentamos atrapa con sus técnicas fácilmente aplicables para que éstas loscuentos tengan un arte mínimo para relatarlos bien. Los recursos de unaoratoria que conoce las constata quien firma el epílogo.
Mónica Galán Bravo sorprende el cierre del libro de Urién detallando el mito del ‘boli espacial’. Esta historia carcajeaba a astronautas rusos que usaban lápices en su nave. Mientras, sus colegas norteamericanos usaban bolígrafos de coste millonario. La autora del epílogo invita al aventurero espacial que llevamos dentro a la formación y entrenamiento en contar cosas acorde a las pautas de Héctor Urién. Las practicaremos, pues, tras leer su recomendable última obra. Y esperando la siguiente.