Entre la sobreproducción de libros que se vive en todo el mundo, en muchas ocasiones, se escapa alguna joya oculta. Este es el caso del libro de Peter Stanford, Peregrinos. Viajes llenos de significado, publicado por la Editorial Crítica. Solicitando un texto, que pronto verán reseñado por aquí, las amables responsables de comunicación del grupo Planeta se ofrecieron a enviar algún otro del último trimestre. Ojeando el catálogo, en muchas ocasiones no se suele prestar atención a los títulos aunque se haga un artículo semanal sobre novedades, apareció este libro. Prestando más atención al mismo, hubo algo que hizo que fuese la elección entre otros cuyos títulos o temáticas llamaban más la atención. Un acierto.
De forma muy didáctica, sin abrumar al lector y con una prosa cuidad a la par que ágil, Stanford va desentrañando página a página el significado histórico y actual de diversas peregrinaciones. En un mundo que se dice secular, mucho más materialista que el de hace un milenio, sorprende la cantidad de personas que siguen peregrinando a distintos lugares con un alto componente religioso. La decisión detrás del viaje ¿es puramente religiosa? No. Stanford lo explica maravillosamente. Cuestión bien distinta es que en cada camino, cada viaje, al final el peregrino no acabe sintiendo algo que lo lleva más allá del simple “apuntarse haber hecho el camino” en la libreta de cosas por hacer antes de morir: «Quiera o no quiera el peregrino del siglo XXI conectar con ella, existe una dimensión trascendente ligada a la peregrinación» (p. 16).
Los peregrinajes occidentales han visto aumentar el número de peregrinos, Incluso en aquellos que están más vinculados a lo milagroso, las décadas finales del siglo XX no fueron las mejores. Con la entrada en el nuevo y un mejor trabajo de las autoridades, que en muchas ocasiones tenían abandonado todo, ha comenzado a aumentar el peregrinaje. Especialmente obvio es el caso del Camino de Santiago, el primero que aparece en el libro y sobre el que cimenta el resto de peregrinajes, en parte por comparación. Como hará con el resto de caminos, comienza explicando el porqué de ese peregrinaje, su historia, su significado y en qué se ha transformado en la actualidad. Recordando a Goethe dirá «Europa nació en la ruta de peregrinación a Santiago» (p. 36).
Posteriormente el lector podrá recorrer Jerusalén, con sus tres religiones (se explica el porqué) en disputa, o Roma. De Jerusalén, además de otras maravillas, quiere Stanford recordar que aquellos peregrinos eran capaces de «creer simultáneamente en dos tipos de verdad, la física y la metafísica: lo que algo es realmente y la creencia imperecedera en esos lugares». De Roma no se puede destacar nada por encima de lo demás, todo allí es impresionante, pero el autor se centra en las visitas que se celebran por millones al Vaticano para visitar al primero de los obispos (se refiere a san Pedro) y todas las maravillas que allí se pueden veer.
Tras estos tres peregrinajes más occidentales pasará al peregrinaje a La Meca donde ofrece esta reflexión: «Todos los lugares de peregrinación tienen, en cierta medida, la capacidad de evocar la sensación de salir del mundo cotidiano y adquirir una nueva perspectiva». En el viaje a La Meca, obligatorio para los musulmanes, seguramente sea donde más se produce ese salir de lo cotidiano debido a los ritos a ejecutar. Como también se produce en los baños de masas en la confluencia de los ríos sagrados del Kumbh Mela hindú.
A estos, que pueden ser los más conocidos por estos lares, se suman los peregrinajes milagrosos a Lourdes, Fátima o, últimamente, Medjugorje. Lalibela, ese desconocido lugar cristiano con siete templos escavados en la tierra. El Camino de los peregrinos de Gales del Norte de la tradición cristiana celta. La ruta del Buda para pasar junto al árbol donde se dice que alcanzó la iluminación. La ruta de los 88 templos de Shikoku japonés. La ruta de los mormones. Y el viaje al Machu Pichu. En todos ellos hay muchas historias detrás de muestran cómo el peregrinar no se va a acabar. Como dice para finalizar el libro «Una peregrinación no es, pues, otro sinónimo de vacaciones. Es algo más que tomarse un descanso de la vida cotidiana para recargar las pilas y relajarse. La peregrinación consiste, aunque sea de forma indirecta, en contemplar la vida con más detenimiento y, por tanto, con mayor profundidad» (p. 231).
Es de esos libros que se disfrutan porque permiten alcanzar a ver más allá de los propios prejuicios. Si lo quiere como libro de viajes, podría ser. Si lo quiere como libro, en cierto sentido, espiritual, puede serlo. Si lo quiere como libro histórico, algo sacará. Pero en realidad es un libro sumamente didáctico sobre todo eso, sobre el significado general del peregrinar.