La abuela del escritor y periodista chileno Rafael Gumucio (Santiago de Chile, 1970) no fue una abuela cualquiera, prácticamente como le sucede a cualquier abuelo o abuela. Detrás de cada uno de ellos hay una inmensa historia por contar. La cultura la abuela de Gumucio, sus amistades, su sofisticación y pertenencia a la clase aristocrática de un país latinoamericano que vivió un siglo XX convulso, como tantos y tantos otros, determinaron el devenir de su propia familia y de él mismo en particular, marcado irremediablemente por el exilio. Contar la historia de Marta Rivas González (Mi abuela, editorial Catedral) es en sí un ejercicio de precisión para enhebrar la crónica global de todo un país en sus más complejas realidades durante las últimas décadas. Aunque, vaya por delante, Gumucio reconoce con la boca pequeña al mismo tiempo que ella nunca le habría permitido plasmarla en un libro.
¿Quién fue Marta Rivas González, a grandes rasgos, en apenas tres adjetivos, si es que es capaz de condensarlo ahí?
Vieja de mierda encantadora.
Ha escrito una biografía y una autobiografía al mismo tiempo. ¿La historia de su abuela marca su propia vida, incluso hasta hoy mismo?
Mi vida y la de mi abuela están totalmente entremezcladas y están entremezclada con la historia de Chile que es en el fondo la que me interesa contar. Contar mi vida no es lo que me guía sino como un trasunto de la historia de Chile. Una versión personal de esa misma historia que cruza por mi abuela y por Nicanor Parra y por mí.
Admite que su abuela fue para usted un padre al que asirse. ¿Por qué?
Creo que por que los otros padres fallaron y porque representó la valentía, la fuerza, el coraje, la lucidez y el rigor en mi vida. Todos los valores que un padre debió entregármelo me lo entrego ella. De ahí que los roles sexuales quedaron un poco confundidos en mi cabeza y en mi vida.
¿Se ha sentido, en cierto modo, deudor con su propia abuela y ha escrito esta obra en su memoria?
No sé si ella le hubiera gustado que escribiera su vida, pero si sé que ella veía en la literatura un destino posible. Para ella el destino era literario y sentí que un libro sería un buen lugar para encontrarnos y explicarnos.
¿Le habría dado el visto bueno para su publicación en caso de haberla podido leer?
Estoy seguro de que me lo habría prohibido terminantemente aunque a escondida lo citaría. Creo que básicamente escribir la vida de otro es una forma de robársela. No justifico ese crimen, solo no tenía otra que cometerlo.
“Mi abuela representó la valentía, la fuerza, el coraje, la lucidez y el rigor en mi vida”
¿Cuándo tuvo constancia de que, a veces, las mejores historias literarias están en nuestras propias vidas y sólo necesitamos contarlas adecuadamente?
Siempre lo supe, pero no me atreví a ellos hasta que German Marín, un gran escritor y editor, me consiguió un contrato para escribir mi vida a los 28 años. Después de eso no me quedo otra que seguir intentándolo. A mis hijas nunca les pude contar ni un solo cuento de hada sino extracto de mi vida.
Por su biografía pasan personajes de la altura de García Márquez, Donoso o Yourcenar, entre otros. ¿Hasta qué punto su propia abuela estaba al nivel de todos ellos o incluso más?
Yo creo que escribir y publicar era algo que mi abuela no se atrevió nunca hacer. Eso la separa de los escritores que conoció. Sabía de literatura tanto o más que ellos, era quizás mejor lectora que muchos de ellos, pero no se atrevió a dar el salto al vacío de publicar, es decir, de exponerse. Esa cobardía, que era también una forma de pudor, me interesó, porque me convirtió en gran parte en el escritor que soy y en los que no soy.
El exilio es, en sí, otro epicentro de su libro. ¿De qué manera modeló la propia existencia de su abuela y la de toda la familia, incluso la suya propia?
Creo que esta en el centro de todo lo que soy y lo que escribo. Pero está en el centro también de la literatura occidental en general. La primera novela, la Odisea, es la historia de un hombre que vuelve a su casa y se demora en 20 años en lograrlo. El Quijote es la historia de un hombre que se va de su casa y no quiere regresar y regresa. Solo el que se va y el que vuelve tiene que decirle a los suyos, a los que se supone que lo entienden, quién es.
¿Está condensada en la historia particular de su abuela la historia de todo un país?
Creo que en la historia de todo abuelo, de cualquier abuelo, está la historia de un país. La relación con los padres es aún privada, con los abuelos es una relación con la historia. Es una relación con el tiempo, con los siglos.