Ha salido en los periódicos: Matellanes fulminado. Eso decía el enlace que me ha mandado Helena Cosano. Fulminado. Imposible no imaginar que le había caído un rayo reduciéndolo a cenizas: “Old Mate”, viejo colega. Hemos cenado tantas veces; tomado copas; el “Geográfic”; charlado sobre lo divino y lo humano. Y ahora ya no existe. Lo han fulminado. Otro editor del grupo se quedará con los remeros literarios que le interesen y el resto desaparecerá. Algaida. Tantos libros, tantos premios. Tantos sueños de los que era imposible no acabar despertando.
Habrá quedado en buenas posición económica, me dice Jota. Claro. Siempre fue muy listo y buen administrador. Pero ya no volverá a editar libros. Siempre se lo sugería: monta tu propia editorial. Pero es demasiado improbable que se atreva. No le hace falta. Ya tiene sus años y el encanto de disparar con pólvora ajena no lo iguala el llevar el revólver con balas compradas a precio de mercado. Le vi en la fiesta de Planeta en junio, de consorte de su María. Y Charo Cuevas, su segunda en Algaida, me avisó de que algo había pasado; hace ya semanas. No ha sido nada repentino. No ha sido un rayo fulminante. Estaba pensado hace tiempo. Cuidadosamente planeado. Podría decir mucho más sobre él. Me viene a la cabeza la imagen de Teresa, su exnovia, cogiendo por el pescuezo a una futura reina… O... No. Da igual. Fulminado. Como si estuviera muerto. Como Dragó, como Marías, como Herralde, como Domingo Villar.
Desde que pedí la excedencia para dedicarme solo a escribir hace ya un cuarto de siglo fue uno de mis puntos de referencia. Tigre Manjatan, el Marqués de Salamanca, el regreso de mi asesino favorito: Frederic Traum.... Un montón de novelas, y también un poemario, que me publicó: Matellanes en su Algaida, que era suya y sólo suya, como lo prueba que hayan desaparecido al mismo tiempo. Fulminados.
¡Que siga la fiesta!