Es una de las novelas gráficas más potentes publicadas este año en España. En su país de origen, Canadá, fue silenciada e invisibilizada por la crítica cultural del sector durante años. El binomio dibujante de día-stripper de noche, no era bien visto entre las élites del cómic. Melody, diario de una stripper (Autsaider Cómics) de Sylvie Rancourt es, sin duda, uno de los cómics de mayor peso que se han publicado este año en castellano.
En estos tiempos de Instagram en los que parecer lo es todo, resulta electrizante dar con obras que no pretenden parecer nada, sino que son. Obras puras de autoexpresión con todas las bondades de la autenticidad, del instinto autodidacta, de la libertad creativa y de la nula preocupación por cómo será recibida por el público o por un eventual editor. Melody era el “nombre de guerra” de Sylvie Rancourt en los escenarios de los strip-clubs de Montreal. Sí, Rancourt bailaba desnuda por las noches y de día, dibujaba cómics en los que contaba sus vivencias. Fotocopiaba y grapaba estos pequeños tebeos que luego vendía en la barra o en los pases privados de los clubs en los que se desnudaba. El interés de este cómic va mucho más allá de descubrirnos un submundo turbio de explotación laboral, abusos y relaciones tóxicas.
El componente morboso es escaso, y desde el punto de vista amable e inocente de la autora, prácticamente inexistente. Por entonces, la autora llevaba cinco años trabajando como stripper, desde los 18, y su visión del mundo era cándida y su mirada inocente. Rancourt presupone su misma bondad a la patulea que le rodea. Y es, en parte, esa ternura casi infantil la que te conecta con la protagonista –con la autora– de manera absoluta. Todas hemos sido Melody y todas hemos perdido esa candidez, esa buena predisposición, esa mirada limpia. Ahí empatizamos y nos revolvemos en el sillón, gritándole consejos a esa muchacha canadiense, ¡deja a ese tío!, ¡ese otro se está aprovechando de ti!, ¡no lo hagas!... o, en realidad, le gritamos a nuestro yo de hace una o dos décadas. A este relato autobiográfico potente hay que sumarle un sorprendente talento narrativo. Es su primera obra, carece de experiencia y formación, pero establece unos ritmos en la historia, una cadencia enganchante, situaciones de tensión que resuelven en lo alto, con toques de humor, con maestría, como si se supiera de memoria los manuales de escritura de Stephen King o Chuck Palahniuk, que no habían sido escritos aún.
Melody era el “nombre de guerra” de Sylvie Rancourt en los escenarios de los strip-clubs de Montreal. Bailaba desnuda por las noches y de día dibujaba cómics en los que contaba sus vivencias
La parte gráfica contiene similares virtudes: inocencia, talento narrativo y soluciones novedosas. Los críticos más aburridos del lugar podrán decir que sus viñetas “están mal dibujadas”, concepto que cabría imaginar superado desde hace décadas, después de los trabajos de Calpurnio, Mark Beyer, Mariscal o la recién fallecida (DEP) Aline Kominsky… Pero no olvidemos que en el mundo del cómic, la abstracción y otras vanguardias pictóricas de principios del siglo XX, aplicadas a las viñetas, se consideran en el grueso del sector, cien años después, “lo moderno” y casi intelectualmente inaccesible. El dibujo de Rancourt es naif, es sencillo y poco elaborado, a la vez es práctico y concreto. La composición de las viñetas es efectiva, los personajes perfectamente reconocibles y característicos, la narrativa ordenada y el dibujo, en su infinita inocencia, emocionante. La parte infantil que aflora en su arte contrasta poderosamente con sus para nada infantiles circunstancias. Aflora la niña que se hace pasar por adulta en el escenario y resulta emocionante y enternecedor. Toda esa verdad, ese talento natural para acercarnos a ella, ese instinto… hacen de Melody uno de los mejores cómics del año publicados en castellano.
La autenticidad de la obra la mantendrá, posiblemente, en puestos bajos o incluso al margen de listas y rankings, que acostumbran a adolecer de esa misma virtud. Copadas por productos de grandes grupos –que han visto en el cómic el sector en alza del mercado editorial–, del mismo modo que inundan el mercado y saturan las librerías, monopolizan la prescripción.