Es nombrar a Pedro Mairal y su sola pronunciación remite casi por reacción espontanea a su obra literaria más emblemática,
La uruguaya, que lo dio a conocer internacionalmente mientras recogía aplausos unánimes. Pero el escritor argentino (Buenos Aires, 1970) es mucho más que
La uruguaya. Por cierto, una excelente novela que deja noqueado a quien la lee, tanto por la trama como por el ritmo y sobre todo por el estilo literario. Es precisamente ese estilo literario impecable, personal y perfectamente identificable de Mairal el que se puede disfrutar de nuevo en pequeñas dosis en
Breves amores eternos (Destino), una colección de relatos marcados por un hilo común aunque hayan sido escritos en dos etapas bien diferentes de su vida, una parte cuando tenía 30 años y otra atravesada la barrera de los cuarenta. La dicotomía entre la realidad y el deseo cuando del amor y las pasiones se trata se disfrutan en la literatura de Mairal de una manera visceral, donde lo absurdo, la ternura, la diversión y la pesadilla se dan la mano en historias que retratan los más hondos desvelos humanos.
“El cuento es como un arco que se tensa y tensa hasta que en la última frase se dispara la flecha”
Desde que hace más de dos décadas se iniciara en este proceloso universo de la literatura, ha abordado todo tipo de géneros y formatos literarios: novela, guion cinematográfico, artículos, crónicas, poemas… Y ahora, el relato corto. ¿Quizá es el género que más respeto le infunde y por eso lo ha dejado para el final, o ya lo viene cultivando desde años atrás sin publicar? Vengo escribiendo cuentos toda la vida. Algunos salen largos y se convierten en novelas breves. Otros son cuentos y van sumándose, conformando un cuerpo de textos, algo que crece de a poco sin que yo lo pueda controlar demasiado. Este es un libro escrito en dos tiempos.
Breves amores eternos son cuentos escritos cuando tenía cuarenta y
Hoy temprano cuentos escritos cuando tenía alrededor de treinta años. El cuento es un género que me formó. Aprendí a escribir leyendo cuentos de Cortázar, Borges, Salinger.
¿Qué encuentra en la distancia corta del relato que no halla en la novela? Encuentro intensidad, tensión. El cuento es como un arco que se tensa y tensa hasta que en la última frase se dispara la flecha. Es imposible hacer eso con una novela. La novela necesariamente tiene subidas y bajadas, tensión y distensión, partes de acción y partes de descripción, rupturas temporales, a veces muchos personajes. El cuento es en general un destino contado de golpe. Una situación. Un episodio.
“Las mujeres saben mejor lo que quieren. Los hombres tienen rumbos menos claros”
¿Hasta qué punto ambos géneros se complementan?Es como si un libro de cuentos fuera un edificio de muchos pisos y cada cuento es un piso, una vida, una vida a la cual el lector se asoma por un momento brillante. La novela, en cambio, es como una casa, con su historia, una familia, un espacio que hospeda al lector durante más tiempo. El cuento le exige más al lector, le exige meterse en distintos mundos varias veces. Y el lector participa más, porque las cosas suelen estar menos explicadas.
En la primera de las dos partes diferenciadas de esta colección de relatos usted vuelve a abordar con su peculiar estilo y punto de vista las relaciones de pareja en toda su amplia dimensión: amor, desamor, frustración, deseo, insatisfacción, hastío… ¿Por qué vuelve una y otra vez a explorar ese universo temático? Supongo que tuvo que ver con una etapa de la vida, de la que por suerte estoy saliendo gracias a la escritura y la edad.
La uruguaya también tiene este mismo universo de personajes de alrededor de cuarenta años que se sienten atrapados en relaciones. Creo que las fugas que produce esa asfixia, fugas imaginarias, cerebrales, o fugas reales, físicas, son siempre muy literarias, buenas para ser contadas. Me interesa ese lado B de la gente, un lado oculto. En mis personajes se pone eso en primer plano, mostrando que, vistos de cerca, todos somos un poco monstruosos.
Si hay algo que se mantiene intacto en su estilo novelístico que también se aprecia en sus relatos es el ritmo narrativo: eléctrico, incisivo, con un punto elevado de cinismo, cortante, un humor muy negro a veces… ¿De dónde bebe la literatura de Pedro Mairal?Creo que mezclo distintas vertientes. Una, norteamericana, de mostrar sin explicar (
Show, not tell), es decir moverse en el mundo de lo visible y sin explicar, dejando que el lector saque su conclusión. Hemingway hacía eso, Carver, Salinger, también. Luego busco una vertiente lírica, un manejo del lenguaje que disfruta del castellano sin engolosinarse, sin grandes rodeos, con lenguaje directo pero preciso, sin florituras excesivas. Borges hizo muy bien eso: podó el castellano hasta llevarlo a un alto nivel de síntesis. Y en cuanto al humor negro, quizá es mi lado más español, cierto disfrute por poner a los personajes en circunstancias medio horribles, maltratarlos. Cervantes hace apalear al pobre Quijote varias veces por capítulo. Y el humor no es deliberado, sino que la distancia entre el deseo, lo imaginado por los personajes y lo que al final que termina sucediendo, eso, termina siendo oscuramente gracioso.
“Me interesa ese lado B de la gente, un lado oculto”
De manera habitual, el varón sale poco airoso de sus historias de relaciones de pareja. ¿Por qué? ¿Se dedica a contar la realidad tal cual es o le añade un punto de histrionismo?Me interesaba mostrar hombres medio quebrados emocionalmente, perdidos, frustrados. Hay dos relatos contados por mujeres y están también metidas en problemas amorosos, pero saben mejor lo que quieren. Los hombres tienen rumbos menos claros. Y agrego histrionismos, claro, exagero, falseo, invento, porque eso hace la ficción, intentando alcanzar una verdad que no es fáctica sino literaria, para lograr cuentos humanos, donde haya cierta identificación con el lector, y cierto morbo también.
¿Es el varón un ser ridículo, o casi, cuando el sexo lo obnubila a edades cada vez más maduras?No creo que la ridiculez sea privativa de los hombres. Creo que todos nos ponemos en situaciones penosas por el amor, por el deseo. Nos volvemos vulnerables, nos metemos en situaciones de cierto peligro, pero a la vez pareciera que adquirimos un súper poder. En mi cuento Cero culpa, una mujer casada que se enamora del fotógrafo de la revista donde trabaja, sale vestida normal de su casa y se viste sexy en el taxi, como un superhéroe vistiéndose en la cabina telefónica. Uno intuye que eso muy probablemente va a ser un desastre emocional, pero así es la vida, un desastre emocional.
“Busco una vertiente lírica, un manejo del lenguaje que disfruta del castellano sin engolosinarse”
¿Ha percibido si existe algún desequilibrio estadístico entre sus seguidores hombres y mujeres gracias a ese punto de vista tan particular que tiene de reflejar la vida en pareja? Me impresionó la identificación de las lectoras femeninas con el personaje de Lucas en
La uruguaya. Una novela que sin duda tiene rasgos machistas, por estar contada desde la perspectiva de un hombre que habla sin filtro moral, termina teniendo más lectoras que lectores. Y eso, creo, se debe a la intimidad de una voz. Cuando uno va muy a fondo con la intimidad de una voz eso trasciende las diferencias de género. Y al final del día, las mujeres compran y leen más libros que los hombres.
‘Hoy temprano’, la segunda parte de este libro de relatos, discurre por un camino bien distinto, temáticamente hablando. ¿Dónde está el Pedro Mairal más auténtico: ¿en la temática de la primera parte, en la segunda o en ambas?No existe un yo más auténtico que otro. Son distintas etapas que confluyen en una voz. “Soy un fue y un será y un es cansado”, dice Quevedo. Un genio. Y Whitman decía: Contengo multitudes. Creo que uno es diverso, múltiple, y un poco desconocido para sí mismo. La literatura por suerte da cuenta de eso. Quizá en ‘Hoy temprano’ hay voces más distintas entre sí, exploraciones estilísticas, como un campo de maniobras donde desarrollo estilos, en cambio en ‘Breves amores eternos’ hay una voz más uniforme. Eso tiene que ver con la edad.