El cine, el teatro, las literaturas occidentales, a lo largo de toda su historia han sabido retratar en escenas inolvidables los distintos tipos de madres. Y no todas responden a esa imagen estereotipada donde el cariño, la ternura, la pureza y la paciencia son la regla.Sin negar lo anterior, también están las rebeldes y revolucionarias, las crueles, las tiránicas, las peligrosas. ¿Acaso somos incapaces de percibirlo por la idealización a la que está sometida la maternidad?Ahora mismo en cartelera hay tres obras que tratan de diferentes tipos de madres: La abandónica, la santa, la compañera, la intrusiva, la abnegada. La madre dirigida por Alberto Morais La madre es una película que desgraciadamente pasará por nuestras carteleras sin pena ni gloria. Y digo desgraciadamente porque es una muy buena película, y que merece verse. Pero es una película dura, difícil, y no precisamente de las que gustan en un país en el que los grandes éxitos de taquilla son productos de comedia en los que salgan muchas caras televisivas.La madre es una coproducción entre España y Rumanía dirigida por Alberto Morais (Los chicos del puerto) y protagonizada por Javier Mendo (Los protegidos), Laia Marull (Pa Negre) y Nieve de Medina (Los lunes al sol), entre otros.La madre es la historia de un chico con una madre que es una auténtica hija de puta, así, sin más. Puede que la señora en cuestión sea alcohólica, o yonki, o tenga un problema mental, eso no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que es una manipuladora de cuidado y más fría que un abrazo de suegra.Su hijo, Miguel es un chico de 14 años que está a punto de volver a ingresar en un centro de menores porque su madre, interpretada por una siempre solvente Laia Marulla (una de las mejores y más coherentes actrices patrias), no es capaz de ocuparse de él. Por eso el chaval se busca la vida como puede vendiendo klínex en los semáforos. Pero cuando los servicios sociales, alertados por su profesora, vienen a por él, Miguel debe huir y se refugia en la casa de Bogdan, un rumano ex amante de su madre, en Maeza, un pueblo cercano. Empezará a trabajar de forma clandestina en una fábrica, mientras que María, una mujer dueña de un bar la también fantástica Nieve de Medina) establece con él una relación casi maternal.Morais crea un intenso relato que recuerda a la película alemana ‘Jack’, de Edward Berger’, a la belga ‘El niño de la bicicleta’ de los Hermanos Dardenne o ‘Nadie sabe’ del japonés Hirokazu Kore-eda.Morais relata la historia con distancia y frialdad, sin sentimentalismo ni maniqueísmo, desde la sutilidad, sin estridencias, y con un final triste. Con un final, que, desgraciadamente, es el único final que estas historias suelen tener. Es un final realista, sin concesiones. Es una película dura, muy difícil. Y por eso, repito, desgraciadamente, pasará sin pena ni gloria Desgraciadamente. Pero su director puede sentirse muy orgulloso.Muy orgulloso se puede sentir también el jovencísimo actor protagonista, Javier Mendo, que lleva todo el peso de la narración, ya que aparece en toda la película. Es un auténtico genio, y espero que oigamos hablar mucho más de él. La historia de Jan, dirigida por Bernardo Moll OttoLa historia de Jan es una película muy particular. La inesperada noticia de que Jan tenía síndrome de Down hizo que su padre se pusiera a escribir un blog y a grabar a su hijo, para así compartir y poder superar sus miedos.Después de cinco años de filmaciones llega su película. Básicamente se trata de todas las grabaciones caseras que se le han hecho al niño durante cinco años, montadas, remasterizadas y con una banda sonora excepcional.A mí la película me ha aburrido soberanamente. Y bien, me la voy a ganar por escribir esto. Porque todo lo que he leído hasta ahora es del tenor “Maravillosa película de superación blablablá”, así que voy a intentar explicarmeYo tengo una hija que padece varias condiciones especiales. Una, padece una condición (yo prefiero no llamarla enfermedad) llamada microsomía hemifacial. No les voy a dar la brasa con el tema, porque si les interesa pueden buscar en google. Derivado de este problema, mi hija perdió audición, y lleva un implante coclear. Además, mi hija es superdotada.Yo no he hecho un documental sobre mi hija. Si lo hubiera hecho, podría haber contado que la actualización de los procesadores del implante y su mantenimiento son excesivamente caros. Hoy por hoy este negocio es un monopolio de una marca que impone precios elevados que no todo el mundo se puede permitir. Los implantes cocleares son imprescindibles para las personas que han salido del mundo del silencio gracias a esta técnica. ¿Te imaginas tener que dejar de oír por no tener los suficientes recursos económicos para pagar una rotura de un cable o el cambio de un procesador obsoleto?O podría haber contado que en España, pese a que los niños superdotados están reconocidos como niños de Necesidades Educativas Especiales, en la práctica no reciben ningún tipo de apoyo y son niños que lo pasan realmente mal. Entre otras cosas, suelen fracasar en un sistema educativo que no está diseñado para ellos (sí, sorpresa, los superdotados suspenden casi siempre), y suelen ser las primeras víctimas de acoso, porque no suelen compartir los intereses de los demás niños.O podría no haber contado nada y simplemente mostrar que Allegra pese a todo es una niña preciosa. Porque lo que es, es feliz. Porque lo es. Que es una maravilla tenerla en casa. Porque lo es. Y el mensaje habría sido: Tener una superdotada en casa no es un problema, tampoco si tiene usted que pasar por un rosario de operaciones para arreglarle la desviación de mandíbula y el pabellón auricular, o se está arruinando con el implante.Los padres de Jan han optado por esa opción. No nos han querido enseñar los problemas de tener un hijo con síndrome de Down. Solo la parte bonitaUn ejemplo. Nos cuentan que han decidido que Jan no vaya a una escuela de educación infantil. No explican por qué.Algunos niños Down no se adaptan en las escuelas de educación infantil. En España destinamos más dinero a subvencionar toros que a guarderías (es un hecho) y en guarderías puede hacer hasta treinta niños en un aula. Muchos profesionales de educación infantil simplemente no pueden hacerse cargo de un niño con necesidades especiales, y ese niño sufre. Esto no lo explican en la película.Tampoco explican que un niño con síndrome de Down nace con una serie de problemas asociados. Entre otros, cardiopatía congénita, problemas de audición, problemas intestinales, problemas oculares, disfunciones tiroideas o problemas óseos. Ni explican que España es uno de los países europeos que menos subvenciones destina a los niños con síndrome de Down, y el país europeo en que más abortos se hacen por razón de que ha habido un diagnóstico de Down.¿Y por qué se abortan tantos Down en España? Precisamente porque los futuros padres se asustan. Piensan que todo va a ser un calvario, que no van a recibir una sola subvención, que va a ser imposibleEn la película se evitan los temas espinosos. Y se nos presenta una madre que no trabaja y que aparentemente no tiene otra vida que no sea a la de ocuparse de su hijo. En cuanto al padre, tampoco lo vemos trabajar jamás.Es decir, la película insiste en que un niño Down es un niño tan normal como los demás. Pero una madre que se pueda quedar en casa sin trabajar y un padre que tenga un horario de trabajo tan flexible como para poder llevar a su hijo al médico o al colegio no es lo normal en este país. Una no sabe si estos padres son ricos o han recibido una herencia o tienen mucha suerte. Pero desde luego, no nos están transmitiendo de ninguna manera cómo han hecho frente a todas las dificultades que hayan vivido con su hijo. Porque han decidido, intencionadamente, no enseñarlas.Así que lo que aparece es un niño ideal. Un niño que nunca se enfada, que no tiene una sola rabieta, que va al colegio feliz, que tiene una sola hospitalización y no particularmente grave, que está siempre contento y que es monísimo. Es una colección de postales preciosa. Como la de cualquier niño. Pero es que ese tipo de postales las tiene cualquier padre, y le encantan. Pero no son tan divertidas para el resto de los padresA mí me habría gustado ver una denuncia real de la situación de los niños Down en España y la historia real de cómo estos padres superaron, de verdad, lo que es vivir con un niño diferente.Porque si yo hubiera contado la historia de mi hija no hubiera ocultado parte de la verdad. Vivir con una niña diferente no ha sido fácil, no ha sido un camino de rosas, no ha sido azúcar y merengue. Desde luego, ha merecido la pena. Mucho.Y no me creo la película. Porque cualquier niño, cualquiera, sea síndrome de Down o no, tiene rabietas, cualquier madre está cansada y harta, cualquier pareja que cría a un niño en común tiene disensiones en cuanto a su educación y crianza, pero máxime si es un niño pequeño.Y en fin, que en la vida no todo es color de rosa. Y además, el rosa, si no se combina, empalaga y aburre. Qué bello es morir dirigida por Esperanza LemosOtras historias de madres e hijas aparecen en una obrita de teatro muy desigual pero que a mí me ha conmovido porque sé de la enorme historia de esfuerzo que lleva detrás. La obra se titula Qué bello es morir, y se representa en sesión golfa en el Teatro Bellas Artes de Madrid.Josele Román es una superviviente. Empezó siento bailarina clásica, luego hizo todo tipo de papeles más o menos olvidables durante el destape, en los que salía enseñado cacha y tetas y diciendo burradas con su reconocible voz cazallera. Después, en la época de la movida, probó muchas sustancias, sobrevivió a todas ellas, montó un grupo jevi, sobrevivió a él también. Ahora es la musa de cierta subcultura trash en Chueca y a veces toca en fiestas del estilo En plan travestí con un grupazo épico y unos temazos como “Ruina y Redención”, sin importarle poco ni mucho sus kilos de más, sus arrugas o que desafine un tanto. Josele Román tiene toneladas de carisma y encanto, y en una época obsesionada con la belleza y la juventud, que una mujer que no tiene belleza canónica pero sí un increíble atractivo y que no se fuerza en aparentar en una juventud que ya no conserva pero que aguanta hasta las siete de la mañana bebiendo solo zumos de naranja, es todo un ejemplo a seguir.Pues bien. Josele se empeñó en levantar una obrita con colaboraciones de todos sus amigos, y la montó. Y la obra se supone que va sobre la muerte, pero la obra va también sobre madres e hijas. Sobre una hija que echa tanto de menos a su madre muerta como para que su madre tenga que volver desde el infierno para consolarla. Sobre otras hija tan obsesionada con que su madre tenga una buena muerte que planifica todo el ceremonial del entierro antes de que la madre se muerta. Y sobre una madre tan trastornada que finge la muerte de la abuela para que la hija vuelva a casa.Y en realidad hay una clara relación maternal entre Josele Román y Beatriz Rico (una muy buena actriz, por cierto, con una vis cómica increíble). Es rato que dos actrices que comparten escenario se lleven tan bien y no compitan pero se llevan muy bien, doy fe.Si uno quiere ver una obra desenfadada, sin grandes pretensiones, golfa, desinhibida, disparatada, absurda, iconoclasta, y con una visión de la maternidad tremendamente trash, esta es la obra. No es Chejov, desde luego, ni lo pretende. No pretende otra cosa que hacer reír al público que sigue a Josele. Un público que se rige por unos cánones muy particulares y no siempre entendibles para el resto de los mortales. Y lo consigue.Los viernes, a las 22:45 en El Teatro Bellas Artes
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