En el corazón del barrio de los museos de Viena, el Museo Leopold ha abierto una exposición que arroja luz sobre un capítulo poco conocido de la historia del arte: “Modernismo escondido. La fascinación por lo oculto sobre 1900”. La muestra revela cómo corrientes esotéricas, naturistas y espiritistas influyeron en la creación artística, moldearon ideologías extremas y anticiparon movimientos sociales como el hippismo del siglo XX.

La Viena de finales del siglo XIX era un hervidero de cambios. La industrialización aceleraba la vida urbana y desplazaba a los trabajadores del campo, mientras la burguesía mantenía rígidas normas sociales. En este contexto, surgieron grupos que rechazaban el materialismo y la racionalidad absoluta. Vegetarianos, nudistas, adeptos al yoga y seguidores del espiritismo buscaban un nuevo modelo de ser humano, más conectado con la naturaleza y con lo invisible.
El lado oculto del modernismo
Según el comisario de la exposición, Matthias Dusini, “este impulso no era solo un capricho bohemio: era una respuesta al estrés de la industrialización y a la sensación de pérdida de control sobre la vida cotidiana”. La exposición recopila 185 obras que incluyen cuadros de fantasmas, mujeres en trance y modelos arquitectónicos de templos laicos, así como diseños nunca ejecutados de figuras como Otto Wagner para la Academia de Bellas Artes de Viena.
Entre las piezas más llamativas se encuentra ‘La aparición. Cuerpo sideral’, de Karl Wilhelm Diefenbach, pionero del nudismo y fundador de una comuna cercana a Viena. Abstemio, vegetariano y defensor de la vida comunitaria, Diefenbach encarna el espíritu de los “profetas descalzos”, artistas que fusionaban la vida cotidiana con ideales místicos y sociales. Su influencia se extiende a otros grandes nombres del modernismo vienés, como Egon Schiele y Oskar Kokoschka, quienes incorporaron elementos del ocultismo en su lenguaje pictórico.

El espiritismo, un fenómeno de gran popularidad en aquella época, adquirió en Europa un carácter científico y experimental. Sesiones donde médiums y científicos compartían mesa girante buscaban demostrar empíricamente la existencia de espíritus. Se utilizaban desde la electricidad hasta la fotografía y los rayos X para intentar revelar lo invisible, anticipando, en cierto modo, la visión tecnológica de la inmortalidad que hoy promueven algunas figuras de Silicon Valley.
Pero no todo el legado del esoterismo fue inocuo. Algunos de sus conceptos fueron absorbidos por ideologías racistas y nacionalistas. Jörg Lanz von Liebenfels, creador de la ‘ariosofía’, combinaba ocultismo y supremacía racial, influyendo en ciertos círculos que más tarde sirvieron como caldo de cultivo para el nacionalsocialismo. Dusini subraya, sin embargo, que no se puede reducir todo el movimiento esotérico a esta herencia: muchos de sus integrantes fueron perseguidos o asesinados por el régimen nazi por su marginalidad o sus ideas alternativas.
La exposición también traza un hilo hacia la contracultura de los años 60. Los hippies compartían con los esotéricos de Viena el rechazo a normas opresivas, la búsqueda de libertad individual y la aspiración a un mundo más espiritual y conectado con la naturaleza. “El deseo de trascender lo material y mejorar al ser humano sigue siendo un tema recurrente en nuestra sociedad”, afirma Dusini, destacando paralelismos con movimientos actuales que cuestionan la ciencia oficial o critican la industrialización extrema.

Artistas como Kandinsky, cuyo modernismo abstracto no puede entenderse sin la influencia del ocultismo, o Edvard Munch, influido por intentos de capturar fantasmas en fotografía, muestran cómo lo invisible y lo espiritual se filtraron en la vanguardia. Incluso figuras de la música, como Arnold Schönberg, concibieron la composición como una ciencia secreta y propusieron la creación de cátedras de astrología para amigos científicos, mostrando la permeabilidad de la frontera entre arte, ciencia y esoterismo.
La muestra presenta también el contraste entre la utopía y la deriva ideológica. Artistas naturistas como Hugo Höppener (Fidus), que promovían la belleza del cuerpo desnudo y la conexión con la naturaleza, vieron cómo sus imágenes eran reinterpretadas por las juventudes hitlerianas como símbolos de la “raza aria”. Este ejemplo subraya cómo corrientes culturales aparentemente inocuas pueden ser apropiadas y distorsionadas por ideologías extremas.
Además de pinturas y óleos, la exposición incluye manuscritos, diarios y mobiliario de la época, junto con obras de artistas como Ferdinand Hodler, Oskar Kokoschka, Max Oppenheimer y la artista vienesa Gertrude Honzatko-Mediz, quien aseguraba crear bajo la tutela de espíritus. Esta diversidad de soportes permite al visitante entender cómo lo esotérico permeó todos los ámbitos de la vida cultural, desde la arquitectura y la música hasta la pintura y la vida cotidiana de las comunas naturistas.

Dusini y el co-comisario Ivan Ristić destacan cómo la oposición entre ciencia y esoterismo persiste hoy. Durante la pandemia de COVID-19, movimientos antivacunas y naturistas mostraron un rechazo similar al que ya existía a principios del siglo XX contra las vacunas o la medicina basada en la evidencia. “El impulso de cuestionar lo establecido y buscar alternativas sigue vivo”, comenta Ristić, remarcando la relevancia contemporánea de la exposición.
Un espejo para nuestro tiempo
“Modernismo escondido” no es solo un viaje al fin de siglo vienés, sino también un espejo para nuestro tiempo: muestra cómo la búsqueda de sentido, la fascinación por lo oculto y el rechazo al materialismo pueden inspirar arte y pensamiento, pero también cómo estas mismas corrientes pueden ser manipuladas o tergiversadas. La muestra permanecerá abierta hasta el 18 de enero de 2026, invitando al público a explorar los límites de lo visible, lo racional y lo espiritual a través de 180 obras que desafían la idea de que el progreso industrial y científico es la única vía hacia la modernidad.
Con esta exposición, el Leopold Museum demuestra que la historia del arte y la cultura no se puede entender solo a través de grandes nombres o movimientos reconocidos, sino también por las corrientes subterráneas que moldearon, de manera sutil pero profunda, la sociedad europea y, por extensión, la contemporánea.