El detective privado es un personaje esencial en el cine y la literatura. En la realidad terrenal es un profesional que aporta pruebas de la verdad más escurridiza. Su aporte social es indiscutible, aunque lo hacen opaco intereses y conveniencias del ‘pensamiento único’ o intereses creados. Aurelio Menéndez (1927-2018), profesor, doctor y cofundador del bufete Uría & Menéndez ya lo advierte: ‘El detective es un instrumento oculto del Derecho’. Vale añadir que se le esconde al jurista. El repertorio de la jurisprudencia española consagra al investigador privado como un profesional, un operador jurídico sutil, que enriquece con sus aportes una fiabilidad, credibilidad y rentabilidad incontestable. Información es poder.
La figura del sabueso patrio cautiva el imaginario popular desde que irrumpió en el siglo XIX. Fue el historiador José Luis Ibáñez Ridao quien reconstruyó la historia de los detectives pioneros en una plausible investigación (Todo lo oye, todo lo ve, todo lo sabe; Espasa 2020). Ese detective ancestral competía e hizo tributaria de su avance a lo que hoy es Policía Nacional, que en 2024 celebró sus primeros 200 años
Los detectives carnales que escribían los publicó Diario16plus (El Detective de libro https://diario16plus.com/cultura/literatura/el-detective-de-libro_168038_102.html). Este autor compilaba en dicha pieza a los que optaron por compartir casos reales o inventados en páginas de volúmenes mayoritariamente auto editados.
Debe saberse que los investigadores privados escriben mucho. La diferencia con el escritor o periodista es que los ojos lectores se acotan a quien les paga la minuta (empleados de la Justicia, abogacía, empresarios, mutuas, aseguradoras y particulares sobre todo).
Realidad de la ficción
Se publica otro recomendable trabajo. Atesora intensos años de visitas a archivos, entrevistas, cartas, llamadas, correos y muchas horas de paciente trabajo. Ese esfuerzo tenaz parió un ensayo de nota. Lo suscribe Óscar Rosa. Por su apellido fluyen licencias entregadas a la causa detectivesca. Es hijo de ‘histórico’ malagueño, Manuel Rosa; hermano de Pedro, Maribel y Alberto, también detectives experimentados.
El título del libro hace puente entre Londres y Madrid: De Baker Street al Paseo de la Castellana (Ariel, 2025). El subtítulo nomina a ese lazo: Historia y servicios de los detectives privados. Nuevamente emerge la realidad sobre la ficción de Holmes hasta una avenida de la city madrileña.
El autor de la obra es conocido entre sus colegas y clientes. Lleva años indagando las raíces detectivescas españolas y es ubicuo conferenciante. Desde 2022 difunde un original podcast (El Loco del fondo, detectives de verdad) además muy popular. Sus colegas veteranos corroboran que este Rosa tiene poca calle y muchos kilómetros. Su olfato le llevó por el mundo indagando más raíces y las operativas de colegas foráneos. Pateando el globo amplió los horizontes que traslada a las páginas de su ópera prima.
La lupa de Rosa marida como ejecutivo de Itérita. Es un consulting que usa anglicismos con eslogan (Empowering a world of better decisions / Empoderando un mundo para mejores decisiones) equivale a décadas de emprendimiento con altibajos, los parejos a la economía. Comenzó en los setenta del pasado siglo con informes comerciales y verificaciones registrales. Y basculó hasta la investigación corporativa. El empeño y coraje del patriarca, Manuel Rosa, conoció distintas marcas: Confidenservice, Interprés, BDI Data, detectys, corporación detectives… Y sucursales españolas con central en Málaga o su provincia.
El repertorio de la jurisprudencia española consagra al investigador privado como un profesional, un operador jurídico sutil, que enriquece con sus aportes una fiabilidad, credibilidad y rentabilidad incontestable. Información es poder
El libro que nos ocupa exprime la ficción hasta la realidad, y al revés. La solapa, quizá por el marketing editorial, nos presenta al autor con gabardina. El prólogo afirma, con exclamación, que el autor es detective algo que no sorprende. Los distintos epígrafes del Índice construyen un Informe poco improvisado digno del detective fetén.
Los preliminares de la obra clonan la médula de la novela-enigma (planteamiento, nudo y desenlace). El prototipo literario clasifica los distintos sabuesos que conocemos. El género del detective imaginado viaja a un lado y otro del Atlántico (Holmes, Lupin, Carvalho, Miss Marpel, Areta…) con licencias del celuloide y del talento femenino.
Rosa acierta cuando marida el icono con el mito que interiorizamos del detective. Y junta lupa, pipa, llave, ojo, antifaz o siglas para alejar errores sobre la leyenda del detective inventado sobre el real. Ese, el carnal, es el que usa tales recursos legendarios para publicitarse. Así lo ratifican los primeros folletos, carteles y tarjetas para captar clientela.
Patricia Holt (1945-2023), literata del sabueso, integró en su obra la excelencia de Harold K. Lipset (1919-1997). Este super-detective californiano inspiró la cinta The Conversation (Francis F. Coppola, 1974).
Holt y Lipset le contaron a quien suscribe, en su amado San Francisco (EEUU), que Coppola les repetía sobre tal film que la consideró mejor que El Padrino, el que lo hace mundialmente famoso. El recién fallecido Gene Hackman encarnó al Harry Haul, un detective en apuros ante un reto. El agente que dirigió Coppola es el anticipo del ciberdetective del hoy, el que teclea ya la Inteligencia Artificial y se moverá con hidrógeno verde.

El caso español
Hasta 1951 el poder español no reguló a los detectives. El franquismo (1939-1975) los encuadró como serviles confidentes a los que renovaba o no la licencia cada año. Rosa detalla, con palabras ajustadas, la tipología de informes de los primeros detectives con licencia del Ministerio de Gobernación. Los tutelaba el único ‘Sindicato Vertical’ de corte falangista
Los detectives de entonces, según Rosa, sorteaban ingeniosamente las carencias de la autocracia. Sólo se permitía lo que no subvertía un régimen con ‘democracia orgánica’ desde la guerra fratricida (1936-1939).
Otro capítulo del libro de Rosa plantea y responde ‘preguntas frecuentes’. Las que cualquiera se hace ante el tergiversado detective español, el que incompresiblemente no puede investigar delitos licenciado por la Justicia. Esas cuestiones las atiende el autor con oficio. Despeja interrogantes con avales enciclopédicos. Reproducimos algunos ejemplos:
¿Cómo es la relación de los detectives con la policía? ¿Tienen pistola, es peligroso ser detective, cuánto dura una investigación? ¿Son baratos, tienen valor judicial, dónde contratarlos, tienen licencia? ¿Un detective es imparcial, puede investigar a menores, autoridades…?
Los ‘casos reales’ que tanto gustan vivir o imaginar a los lectores son omnipresentes en el volumen de Óscar Rosa. Esta es una de las verdades que debemos conocer para alejar mitos y estereotipos de una profesión, la del buen detective privado, basado en la intuición, rigor, inmersión, contextualización, ingenio y capacidad de improvisación que debe tener. Un epílogo con bibliografía sobre los detectives completa una obra que, repetimos, merece lectura para quien quiera saber más sobre estos tipos que tanto nos intrigan.

Gremio con egos y grupos
Aparte del libro que nos ocupa, este oficio merece actualización desde El Detective de Libro (Diario16, 23 febrero 2020). Dicho trabajo se difundió en redes y lo comparten centros y trabajos (Tesinas, Doctorados, TFG y TFM) universitarios españoles y latinoamericanos en programas docentes literarios, de periodismo, criminología y seguridad privada. Según indica, del Ministerio del Interior hay casi 7.000 emitidas, 5159 habilitadas, aunque sólo 1.389 mantienen actividad. Los meses previos al confinamiento de la pandemia, el pasado 2020, una campaña inspectora policial logró que cientos de detectives con licencia optaran por abandonar. Muchos intrusos o usurpadores de una profesión regulada se esfumaron. Dicha intervención constató que no cotizaban en la Seguridad Social, ni estaban de alta ante el fisco o no presentaban -en plazo- informes anuales imperativos con datos estadísticos de operatividad sin vulnerar el debido secreto profesional.
Universidades privadas y públicas se homologaron ante Interior para despachar títulos propios (Ley 5/2001). Esta docencia carece de convalidación académica sobre estudios reglados. Con aulas llenas y pocos detectives docentes, crearon sobre-oferta de alumnado que al cabo no metaboliza un mercado a la baja con alta competencia.
Para habilitarse como detective se precisa grado en Investigación Privada o curso de experto. Aunque el 29 % de ejercientes son mujeres, la mayoría son universitarios de los 25 años. Casi un 35% obtienen la habilitación con más de 40 años. Encontramos abogados sin bufete, ex vigilantes o policías, militares y guardias civiles prejubilados con privilegios (bajas anticipadas por accidentes o patologías no impeditivas, ‘segunda actividad’, disponible ‘forzoso’) que los pensionan frente a los 67 años, cuando puede solicitarse jubilación a los empleados y autónomos españoles.
La realidad es cruda. Desde la pandemia muchas agencias cerraron o se mudaron a webs virtuales con pomposa publicidad, a veces se usan logos oficiales con apariencia parapolicial. Cualquier lector que precise un detective debe exigirle la licencia oficial de Interior y contratarlo en una agencia con despacho físico. Las virtualidades y prisas por pagar o cobrar salen caras. Estafan la buena fe.
A los detectives españoles les encantan los grupos, aunque las afiliaciones repiten identidad. Para poco más de 1.000 licencias activas hay casi 60 asociaciones, decenas de grupos de mensajería, foros, tres colegios profesionales (Catalunya, Comunitat Valenciana y Galizia), una asociación de vocación estatal (APDPE), otra de agencias (ANADPE) y un carismático Decanato cántabro que congrega en su cita anual autoridades militares, policiales, civiles, empresarios y colegas del veteranísimo Juan Galton.
Se conocen proyectos colegiales en Murcia, Madrid, Canarias y Andalucía. La última logró el pase parlamentario. Próximamente se fundará tras varios intentos. Precisamente, Óscar Rosa integra su comisión gestora. La Ley Omnibús 25/2009 hace voluntaria la afiliación colegial.
Son populares los detectives más gourmet o en gastro-eventos que comparten delicias (cocidos, paellas, calçots, ternascos). Al compartir mesa intercambian confidencias, tarjetas, ofertas a clientes o las carcajadas de la francachela. Los líderes vacuos beben Whisky Premium hasta de aperitivo para fardar; los más tiesos gastan gin tonics.
Este colectivo, según consultó D16, vindica depender del Ministerio de Justicia y tener algún Estatuto del Detective, sobre el que días atrás la APDPE presentó ante el Congreso de los Diputados una PNL (Proposición No de Ley) no consensuada con los egos de colegios y otros grupos. La Ley de Seguridad Privada 5/2014 (pendiente de Reglamento) que los controla vía Ministerio del Interior a los detectives es otro histórico reclamo.
Por lo que vemos el trabajo del investigador privado es cualificado, de grado universitario y canaliza datos útiles para documentar la verdad. O documenta información al cliente para que gane, valore, pacte, contrate, acuse o sea absuelto quien sea. Los detectives tienen quien les escriba.