En la historia del arte moderno, pocos nombres resuenan con tanta fuerza como el de Peggy Guggenheim. Nacida en Nueva York en 1898, Peggy no solo fue una acaudalada heredera de la prominente familia Guggenheim, sino que se transformó en una de las coleccionistas y mecenas más influyentes del siglo XX. Su vida estuvo marcada por un inquebrantable deseo de explorar, experimentar y revolucionar el mundo del arte, desafiando las normas establecidas en una época en la que el arte comenzaba a liberarse de las cadenas del pasado.
No fue solo una coleccionista de arte, fue una pionera que, con su intuición y su insaciable curiosidad, ayudó a definir lo que hoy entendemos como arte moderno. La combinación de su independencia y su falta de respeto por las convenciones de la alta sociedad la llevaron a explorar territorios desconocidos tanto en el ámbito artístico como en su vida personal.
El arte de coleccionar
Peggy creció en el seno de una familia judía que había emigrado de Suiza en busca de fortuna. Desde su infancia, estuvo rodeada de comodidades, pero esa riqueza no la llenó de felicidad. Tras la trágica muerte de su padre en el hundimiento del Titanic, Peggy comenzó a cuestionar el sentido de su vida y su lugar en el mundo. A los 21 años, heredó una considerable suma que, lejos de satisfacerla, se convirtió en un punto de partida para su búsqueda personal y artística.
Su amor por el arte se despertó en una librería de vanguardia en Nueva York, donde conoció a intelectuales y artistas que la influirían profundamente. Con un espíritu aventurero, decidió trasladarse a Europa en 1921, donde se sumergió en el vibrante ambiente artístico de París, estableciendo conexiones con figuras clave como Marcel Duchamp y Max Ernst.
A finales de la década de 1930, Peggy abrió su primera galería de arte, Guggenheim Jeune, en Londres, un espacio dedicado a mostrar obras de artistas contemporáneos. Sin embargo, las dificultades económicas y la falta de ventas la llevaron a cerrar la galería tras un año de actividad. No obstante, Peggy no se desanimó. Su lema “una obra al día” la llevó a adquirir obras maestras de artistas como Kandinsky, Mondrian y Dalí, creando una colección que pronto se convertiría en una de las más significativas del siglo XX.
La Segunda Guerra Mundial y la expansión de su colección
Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Peggy no se rindió ante las dificultades. Al contrario, vio en la inestabilidad del mercado una oportunidad para adquirir piezas valiosas a precios más asequibles. Adoptando el lema de "compra un cuadro al día", su colección creció de manera exponencial durante estos años convulsos. Artistas que hoy consideramos gigantes del arte moderno, como Salvador Dalí, Joan Miró o Jackson Pollock, formaron parte de este periodo de adquisiciones.
Sin embargo, la guerra hizo inevitable que Peggy abandonara Europa. En 1941, huyó a Nueva York, llevando consigo no solo su colección de arte, sino también a algunos de los artistas europeos más destacados, como Max Ernst, con quien se casaría brevemente.
El matrimonio de Peggy con Max Ernst en 1942 marcó una etapa importante en su vida. Juntos, vivieron una intensa historia de amor que se entrelazó con su pasión por el arte. Sin embargo, el matrimonio duró poco y, tras la separación, Peggy encontró su hogar definitivo en Venecia. Allí, compró el palacio Venier dei Leoni, que se convertiría en el refugio de su colección y en un punto de encuentro para artistas y pensadores de todo el mundo.
El palacio no solo albergó su vasta colección, sino que también se transformó en un espacio de creatividad, donde Peggy organizaba exposiciones y eventos artísticos. Durante los años 50 y 60, su influencia en el mundo del arte siguió creciendo, convirtiendo su hogar en un símbolo de la vanguardia artística. Artistas como Pollock y Rothko encontraron en ella una defensora incondicional, alguien que creyó en su talento cuando pocos lo hacían.
El nacimiento de "Art of This Century"
De vuelta en Estados Unidos, Peggy abrió una nueva galería en Nueva York en 1942: Art of This Century. Este espacio no solo era una galería, sino un lugar de encuentro para artistas y críticos que buscaban redefinir el arte en tiempos de incertidumbre. Fue aquí donde Peggy descubrió y apoyó a un joven y desconocido pintor llamado Jackson Pollock. Aunque al principio no entendía del todo su trabajo, su intuición le dijo que había algo especial en él. Pollock se convertiría en uno de los artistas más influyentes del siglo XX, y parte de su éxito se debe al apoyo incondicional de Peggy.
El regreso a Europa y el palacio en Venecia
A pesar del éxito de su galería en Nueva York, Peggy sentía que su lugar estaba en Europa. En 1947, después de la guerra, regresó al viejo continente y se instaló en Venecia, donde compró el Palazzo Venier dei Leoni, un majestuoso palacio a orillas del Gran Canal. Este lugar no solo sería su hogar, sino también el refugio de su colección de arte, que continuaría creciendo con el tiempo.
El palacio se convirtió en un museo abierto al público en 1949, permitiendo que los amantes del arte pudieran admirar su extraordinaria colección. En 1948, Peggy presentó parte de su colección en la Bienal de Venecia, un evento que consolidó su reputación como una de las coleccionistas más importantes del mundo.
Durante sus últimos años en Venecia, Peggy se fue distanciando poco a poco del mundo del arte. La muerte de su hija Pegeen en 1967 fue un golpe devastador que la sumió en una profunda tristeza. A partir de entonces, dejó de adquirir nuevas obras y dedicó su tiempo a cuidar de sus perros, quienes siempre habían sido una parte importante de su vida. En Venecia, Peggy era conocida como la última "dogaresa", un título simbólico que reflejaba su amor por la ciudad y su posición como figura cultural influyente.
Un legado que perdura
Peggy Guggenheim falleció en 1979, pero su legado sigue vivo. Su colección de arte, la Peggy Guggenheim Collection una de las más importantes del siglo XX, permanece en el palacio que tanto amó en Venecia. Gracias a su intuición, su pasión y su valentía, artistas que en su momento fueron incomprendidos hoy son reconocidos como grandes maestros del arte moderno.
Peggy no solo coleccionó arte, sino que también recogió historias, relaciones y momentos que definieron una era. Su vida fue una constante búsqueda de belleza, autenticidad y emoción, y su impacto en el mundo del arte sigue siendo incalculable. Aunque el apellido Guggenheim es sinónimo de arte moderno, fue Peggy quien le dio vida y sentido.