En el Palacio de Villalón del Museo Thyssen de Málaga, una exposición única resucita los vibrantes colores de la joven figuración española de los años 80, un período de liberación y ruptura con las normas artísticas previas. "Pintura liberada. Joven figuración española de los 80" es la muestra que transporta al visitante a una época de efervescencia creativa, en la que los artistas, lejos de las restricciones del franquismo, se adentraron en un mundo de exploración estética, hedonismo y celebración de la libertad recién conquistada.

La exposición reúne 30 obras de 23 artistas, entre ellos nombres tan destacados como Miquel Barceló, Guillermo Pérez Villalta, Carlos Alcolea o Chema Cobo. Estos artistas, junto a muchos otros, se convirtieron en los máximos exponentes de una generación que reivindicaba la pintura como un acto de liberación. Lejos de los discursos políticos directos, su obra respondía a la necesidad de una renovación estética que reflejase los nuevos tiempos del país.
Uno de los puntos de partida de la exposición es la obra Escena. Personajes a la salida de un concierto de rock (1979), de Guillermo Pérez Villalta. Esta pieza, cargada de energía juvenil y de colores explosivos, representa la transgresión cultural que se vivió en la transición española. A través de una figuración distorsionada, Pérez Villalta captura una escena de alegría desbordada y anticipa la euforia de la libertad. Con ello, la muestra se adentra en una época en la que la música, el cine y las subculturas se entrelazaban, ofreciendo una visión artística en la que el hedonismo y la diversión eran los protagonistas

La explosión creativa de los 80
Lourdes Moreno, directora artística del Museo Thyssen de Málaga, explica que esta exposición se propone dar visibilidad a un movimiento artístico clave de la transición. En su opinión, "la pintura de los 80 se rebela contra el informalismo anterior y busca, en lugar de un propósito político explícito, la exploración de la libertad artística y la búsqueda de un lenguaje propio". De hecho, la mayoría de los trabajos expuestos se alejan de los discursos militantes, ofreciendo una visión de la sociedad más centrada en la vivencia personal, el color y la emoción.
La muestra no solo explora el trabajo de artistas consagrados, sino que también rinde homenaje a aquellos que, como Miquel Barceló, irrumpieron en la escena internacional a una edad temprana. Barceló, con solo 25 años, presentó en la Documenta de Kassel de 1982 su famoso Mapa de carne, una obra que marcó su carrera y consolidó su fama internacional. Esta pieza, que ahora forma parte de la colección del museo, es uno de los grandes atractivos de la exposición, representando el espíritu visceral y primitivo que definió la pintura figurativa de los 80.

Una reivindicación del color y la forma
A lo largo del recorrido, los visitantes se sumergen en un caleidoscopio de colores brillantes y formas exuberantes. La influencia de los movimientos artísticos internacionales, como el pop art y el surrealismo, se fusiona con una visión única de los artistas españoles, que optaron por un estilo personal y a menudo ecléctico. Artistas como Carlos Alcolea, con Los borrachos (1978-79), y Chema Cobo, con Sweet Dreamer (1984), adoptan un enfoque visualmente intensivo y cargado de símbolos que celebran la vida y sus placeres.

En este contexto, el pop art, la cultura del cómic y la música se presentan como elementos fundamentales en la narrativa pictórica de la época. La obra Viaje al Monte Negro (1984) de Patricia Gadea es otro claro ejemplo de esta fusión de elementos, donde la fuerza expresiva de la pintura se mezcla con el collage y la apropiación de iconos populares.
La presencia de las mujeres en la figuración
Aunque el movimiento de los 80 estuvo marcado en su mayoría por hombres, la exposición también destaca el trabajo de mujeres artistas que fueron fundamentales en este renacer pictórico. María Luisa Sanz y Patricia Gadea son algunas de las creadoras que, con su pintura colorista y pop, reflejaron la efervescencia cultural del momento. Gadea, en particular, utiliza el collage y la técnica de la apropiación, mostrando su fuerza expresiva con obras como Viaje al Monte Negro, mientras que Sanz se inspira en la estética del cómic y en el pop británico para generar imágenes llenas de vitalidad.

A pesar de la relevancia histórica de estos artistas, muchos de ellos no recibieron la atención institucional que merecían en su tiempo. El informalismo y los nuevos enfoques del arte conceptual dominaron las grandes instituciones, dejando poco espacio para esta pintura vibrante y desenfadada. En palabras de Manuel Fernández Braso, galerista de la época, "la mirada libre y desprejuiciada de estos artistas fue rechazada por parte de la oficialidad, pero, afortunadamente, las nuevas generaciones de comisarios están comenzando a reivindicar su importancia".
Pedro Almodóvar, un ferviente coleccionista de arte y protagonista de la movida madrileña, ha sido uno de los grandes defensores de estos artistas, y su colección privada está representada en la muestra con un bodegón de Miguel Ángel Campano. Almodóvar, cuya figura está vinculada a la ruptura cultural de los 80, ha destacado la importancia de la pintura figurativa como un testimonio de la nueva modernidad que surgió tras la dictadura.

Un futuro prometedor para la joven figuración
"Pintura liberada" no solo rinde homenaje a los artistas de los 80, sino que también subraya la necesidad de recuperar y poner en valor esta etapa tan significativa para la historia del arte contemporáneo español. Lourdes Moreno y el equipo del Museo Thyssen de Málaga esperan que esta exposición sea solo el principio de una serie de eventos dedicados a dar visibilidad a la pintura figurativa de los 80, un periodo fundamental para entender el arte y la cultura española de la transición.

La exposición estará abierta hasta el 14 de septiembre, ofreciendo a los visitantes una oportunidad única de sumergirse en la vibrante y liberadora pintura de una época que definió el arte en España. Con 30 obras que abarcan desde la colorista pintura de Chema Cobo hasta la ironía de Alfredo Alcaín, "Pintura liberada" se erige como una reivindicación de la libertad creativa en un momento crucial para la historia de España.