Hay artistas que representan el mundo. Otros lo cuestionan. Y luego está Tareixa Taboada, que lo atraviesa con bisturí y ternura. Bajo el título ZEIT —“tiempo”, en alemán—, la creadora ourensana reúne una antología de sus últimos trabajos, un corpus heterogéneo y coherente a la vez, en el que conviven pintura, escultura, videocreación e instalaciones con una contundencia serena y un compromiso sin concesiones.
En esta muestra, el tiempo no es solo un concepto: es materia, es herida, es memoria transformada en forma. Y es también una reflexión crítica sobre el presente. Las pequeñas esculturas en bronce, que podrían parecer hallazgos arqueológicos, se revelan como artefactos irónicos y falsamente rituales. Con un aire primitivista y títulos cargados de doble sentido, funcionan como una burla sofisticada a los relatos oficiales, a la historia contada desde el poder.
Las dos instalaciones de la exposición —Pájaros y excrementos y Dolls— despliegan buena parte del imaginario de Taboada: cuerpos incompletos, territorios en disputa, símbolos trastocados. La primera cuestiona el pulso entre el dominio del ser humano sobre la naturaleza, y cómo esta, representada por el pájaro libre, devuelve el gesto con una justicia poética: defecar sobre dictadores, cárceles, iglesias y juzgados. Un gesto visceral y simbólico que democratiza el orden establecido.
Dolls, por su parte, es un manifiesto íntimo sobre el cuerpo como territorio del dolor y de la identidad. Muñecas rotas, amputadas, cosidas como si el hilo intentara cerrar no una herida física, sino emocional. Algunas portan corazones de cemento; otras se ocultan tras máscaras ancestrales de bronce. “La ausencia de miembros tiene que ver con mi obsesión por la muerte como pérdida, como desapego”, confiesa la artista. “El dolor físico es la metáfora del dolor interior. Un miembro que no está, pero sigue doliendo”.
Hay una verdad sutil y feroz en cada pieza de ZEIT. Una crítica punzante envuelta en belleza austera. Taboada no solo crea imágenes: crea pensamiento, propone preguntas, deja espacio para el eco del silencio. En sus manos, el arte no es ni consuelo ni adorno: es resistencia, es memoria activa, es un modo de hacer justicia.
Y así, en cada escultura, en cada trazo, en cada instalación, Tareixa Taboada nos ofrece un fragmento de ese tiempo herido que habitamos. Y lo convierte, con generosidad y lucidez, en arte.