El Museo Nacional del Prado (MNP) aloja joyas de arte imperecederas. Sufrió un falso incendio en 1891 con las llamas de una pluma, la de Mariano de Cavia. Así intentó sensibilizar el inolvidable periodista de los riesgos que también aloja la pinacoteca patria. En el otoño de 1936 salieron casi 2.000 lienzos en un Madrid cercado por tropas franquistas. En 1939 apenas retornaron 800 obras tras peregrinar por Valencia y Suiza.
Los fondos del MNP representan más joyas de las expuestas. El presupuesto de compras, para cesiones y exposiciones temporales más la nómina de la plantilla, tiene carencias de siempre. En 2023, el MNP inauguró exposición permanente de pinturas que imitan estilo y técnica de artistas consagrados.
Los cientos de copistas que frecuentan el Prado regresan a sus hogares, no dan cambiazos. Ante réplicas sobre la originalidad expuesta, el Museo suele callar, descalificar a quien denuncia o desviar el dedo que señala ese desvarío impropio de un templo de la cultura española. Así obran, no nos engañemos, otras pinacotecas de renombre mundial. Cuando se oferta al visitante arte con firma -sin plagio- no pueden permitirse dudas ante nadie, aunque éstas sean razonables.
La evidencia pudo, no obstante, en una ocasión de antaño. Un auto-retrato de Rembrandt lo retiró el Prado tras años expuesto a sus visitantes. Lo había comprado a un turbio marchante a primeros de los 40 del pasado siglo. Varios expertos señalaron que ese lienzo no salió del pincel del genio holandés. Varios empleados del MNP lo descolgaron discretamente.
Los fondos para comprar obra del Prado tuvieron un antes y un después cuando el fallecido abogado de éxito Manuel Villaescusa donó su herencia al Museo en 1991. Las condiciones del testador fueron, entre otras, adquirir Condesa de Chinchón de Goya y completar colecciones preexistentes. Una comisión evaluó el Legado Villaescusa. Ascendía a 7.000 millones de las antiguas pesetas.
Los fondos del Prado representan más joyas de las expuestas. El presupuesto de compras, para cesiones y exposiciones temporales más la nómina de la plantilla, tiene carencias de siempre
Entre 1993 y 1995 el MNP asumió informes de idoneidad internos y dictámenes de su Patronato para adquirir más de 200 obras, incluyendo el Goya que retrató magistralmente a la Condesa de Chinchón. Se ejercitó en plazo un tanteo ante la inminente compra del cuadro por el reputado coleccionista Juan Abelló.
Pero encontramos incomprensibles adquisiciones con dicho Legado. Sobre 98 lienzos son anónimos, o aparecen sin la preceptiva hoja de ruta. Este sería el caso de la Última Cena de Luis Tristán (discípulo del Greco) de 1620. Su tránsito hasta el MNP sólo registra la tenencia del marchante neoyorquino Stanley Moss, nacido en 1925. La trazabilidad de una obra maestra que no expone el MNP brilla por su ausencia.
Más raro, raro, raro es que el Museo pagase en 1993 nada menos que 503.996.681 pesetas (+/- 5 millones de euros de hoy) a Mr. Moss por Una Fábula (P7657). Se atribuye al Greco y añade una ficha más que ‘deficiente’ en cuanto a sus tenedores previos. Se cuelga en Sala 008B. Concurre el hecho que este lienzo del cretense tiene tres versiones. Una cuelga del Museo Nacional de Escocia (An allegory, Art Gallery of Scotland), otra la posee una colección privada y es la única que cuenta con la firma del Greco. La tercera la exhibe MNP y carece de firma, como su homóloga escocesa.
Los antecedentes españoles de Stanley Moss asombran. Consta etiquetado, en atestados policiales, como ‘exportador ilegal’ de cuadros de los 60. En el BOE se repite su identidad como contrabandista y expoliador de arte. Fue multado con millones de pesetas por juzgados del fisco, nos referimos al desaparecido Tribunal de Defraudación y Contrabando. Don Staney vivía en una suite del Palace madrileño y usó como almacenista al suicidado, en 1960, Astasio Egea.
En los 60 del pasado siglo, Moss fue detenido al destaparse la Operación Sevilla junto a sus compinches (José A. Llardent, Virginia Guitián, Emilia Casasnovas). La denuncia de una marquesa sevillana en 1960 desató el dispositivo policial contra un copista genial, Eduardo Olaya (1923-1974). Este surtía a un anticuario sin tasa, Andrés Moro (1918-1999), que vendía en cantidad a Moss. Actuaba de almacenista Egea.
El volumen de quien suscribe El falsificador de Franco (Samarcanda, 2023) destapa la Operación Sevilla. Y va más allá. Quien asesora a Moss aquellos años es también detenido y multado junto al norteamericano. Pasó a la historia como un pope académico de la pintura hispana. Nos referimos a José Milicua Illaramendi (1921-2013). Fue catedrático de Historia del Arte en Barcelona. Tras jubilarse accede, casualidad, en 1993 al Real Patronato del MNP. Allí, más casualidad, se destinan el 10% del Legado Villaescusa a cuadros de Moss. Nos preguntamos si no hay mejores grecos a mitad de precio en Toledo, otros museos y/o entre coleccionistas encantados de vender al MNP. También, si Milicua y Moss acordarían un sobreprecio que expertos consultados convienen se habría pagado.
Falomir, director del MNP, respondió vía Portal de Trasparencia meses atrás a quien suscribe que a Una Fábula le respalda informe de idoneidad. Pero se le preguntó por la originalidad del carísimo cuadro. Años atrás, una portavoz del MNP negó que Moss les hubiera vendido obra.
Nadie niega la grandeza del Prado y lo que aloja. Pero concurren muchas incidencias, por usar un eufemismo, de cómo se repartió el Legado Villaescusa. Se pagaron demasiados lienzos sin autoría. Su plantilla de expertos (historiadores, documentalistas, restauradores…) nos preguntamos si trabajó en identificar las firmas o marcas del artista de los cuadros adquiridos. También hay demasiadas rutas cronológicas de tenedores de las pinturas con lagunas de siglos clamorosas.
Las técnicas del pintor y copista Eduardo Olaya pasaban por restaurar lienzos medievales que adquiría en conventos, iglesias, palacetes a precio de derribo. Sobre estos copiaba obras maestras de pintores a los que imitaba su alma creativa. Otra casualidad: a Olaya lo que mejor se le dio fue copiar al Greco.
Nos preguntamos, finalmente, si la respuesta de Falomir a tan modesto servidor es su verdad o la que sabe. ¿O Una Fabula la compró -en el siglo XX- en Sevilla Stanley Moss a Andrés Moro, marchante de Olaya? Si es así, el cuadro del Greco que se admira en el MNP no se habría pintado ni en Toledo, ni en Italia, donde Domenico Theotocopuli trabajó con el pincel. ¿Fue made in Sevilla?