Al principio pensamos, y en verdad en ningún momento hemos dejado de pensarlo del todo, que Jannik Sinner estaba disimulando y se estaba dejando ganar, claramente, en el primer set de su partido de semifinales contra Tommy Paul.
No habíamos sido los únicos en opinar que la victoria del actual número 1 del mundo sobre Casper Ruud fur excesiva, y podría haberse debido era, explicar tanta diferencia, a que Sinner haya hallado algún atajo para convertirse en un superhombre, algo del tipo la poción mágica que bebían Astérix y Obélix para machacar a los romanos (precisamente a "los romanos"). Hiciera así resultaba muy conveniente disimular tanta fortaleza.
En cuanto comenzó el segundo set y Sinner dejó de "disimular" y volvió a aparecer el superhombre.
Y también fue raro, en el tercer set contra el americano, que el italiano no se detuviese para llamar al médico a pesar de que, según nos contó -a quienes seguimos el partido a través de la televisión- el Oráculo, algún tipo de micro rotura le estaba afectando.
Todo raro. Inhabitual. Extraño.
Habrá que ver lo que pasa el domingo. Alcaraz, aunque no jugó muy brillantemente, sí que estuvo serio y concentrado en todo momento durante su encuentro contra Musetti. Tenemos la sensación de que está deseando jugar contra Sinner, para descubrir si le es posible derrotarlo.
¿Sospechamos de Sinner? En verdad, sí, no podemos evitarlo.
Pero, también en verdad, pensamos que no tiene demasiada importancia si hay o no pociones mágicas sobrevolando las pistas de tierra del coliseo del tenis romano.
Aquí, y ahora, lo que importa, igual que en cualquier otro deporte en el momento actual, es el espectáculo. Cuanto más espectáculo conseguimos, más dinero ganamos.
Y, con un poco de suerte para los espectadores, la final del Open de Roma 2025 puede acabar siendo un partidazo.
Que cada cual apueste, en su interín, por quien le parezca. Nosotros, y ese es el mejor de los regalos, no lo tenemos nada claro.
Tigre Tigre