El duelo ha comenzado. De hecho el duelo está vivo todo el tiempo. De pie hay dos fantasmas que se retan cada vez que se respiran el uno al otro. El espíritu de Carlos Alcaraz, el espíritu de Novak Djokovic. Si hay suerte, ojalá, los veremos cara a cara en la pista de hierba más prestigiosa de la historia del tenia, en la Catedral. Repito el “ojalá”.
Ya han comenzado a dar los pasos ambos contendientes, como en cualquier duelo a pistola: sólo cuando estemos a la distancia mínima posible se podrá disparar.
Pero ya antes… las declaraciones de uno y otro. La magistral jugada de Djokovic con su operación (¿te imaginas que fuese teatro, cómo han dicho algunos, que fuera sólo estrategia para presionar -es lo que está consiguiendo- a Alcaraz?). Si sólo es estrategia Djokovic es un genio, y un diablo -en el mejor sentido de la palabra- total.
Han dado el primer paso. Hemos visto a los dos jugar. Abstraigamos a sus rivales. De momento parecería que Alcaraz en el cara a cara sería superior. Pero sólo lo parecería. Imagínate -sin miedo, es sólo el juego de imaginar- que Djokovic estuviese actuando, que fuera teatro ese miedo de apoyar la pierna operada. Darían ganas de aplaudir; y no sería nada ilegal. Todo vale en el amor y en la guerra; y en el deporte (mientras un reglamento no lo prohíba expresamente).
¿Y qué ha dicho, declarado, Alcaraz? Que está impresionado, que Djokovic le parece sobrehumano. Y tiene razón. Es un ser superior. Pero Alcaraz, como le dijo Juan Carlos Ferrero, a gritos en la final de París, es un león.
-¡¡¡Tú eres un león!!!
Y un león es un león. Seguro que Ferrero se lo volverá a recordar si los dioses quieren que llegue el momento. Y un león se puede comer a cualquiera, a cualquier ser humano… porque eso debe pensar, decirse a sí mismo el gran campeón al que hasta hace poco todos llamaban Carlitos: Djokovic es en verdad simplemente otro humano ¡y tú te lo puedes zampar!
Tigre Tigre