Le estoy viendo en lo que presumiblemente será el último juego de su primer partido en el Open de Beijing contra en Mpetshi Perricard, un jugador de más de dos metros con una potencia de saque terrorífica, llega a los dos cuarenta kilómetros por hora, y que sólo hace primeros servicios, es decir: que si falla el primer saque no asegura el segundo y vuelve a golpear con toda su fuerza y lo mejor de sí mismo.
Alcaraz se ha empleado a fondo durante todo el partido y ha utilizado la táctica de romperle el servicio en el primer juego de cada set a su rival. En un principio ya lo tiene hecho, como he escrito más arriba. Tiene tres bolas de partido cuando paro la retransmisión para ponerme a redactar esta crónica.
Al ver los zambombazos de Perricard he pensado que el tenis, en efecto, mata de muchas maneras. Cualquier persona normal se quedaría sin brazo, y sin mano, si intentase golpear con una raqueta una bola del tamaño de una naranja y más dura que blanda.
Pero Carlos Alcaraz no se refería a la dificultad de devolver pelotas como balas de cañón sino al ritmo infernal al que les obligan a jugar durante todo el año.
Se juega demasiado. Al menos una o dos semanas más al año que hace una o dos décadas.
Los responsables de esta presión son los propios tenistas pues son ellos los que gestionan la liga ATP. Pero el verdadero problema es el dinero y la ambición de dinero. Esto es un negocio y en el mundo actual la ley es que si el año pasado ganaste cuatro este tienes que ganar cinco.
Así que hay que generar más ingresos cada año. ¿Y a costa de quién?
Sí, a costa de los monos del circo, de los jugadores profesionales de tenis. Si tienen que jugar más y agotarse y lesionarse, que se aguanten.
Naturalmente las personas inteligentes, las que ven el mundo a través de sus propios ojos y no de las gafas de quiened nos está vendiendo la moto, se dan cuenta de lo que está pasando y es por eso que jugadores como Djokovic o Sinner o Alcaraz se bajan del tren de la bruja en el que se ha convertido el circuito cada vez que lo consideran oportuno. No pueden prohibirles lesionarse ni perder partidos.
La avaricia rompe el saco, dice un refrán español. Y eso está pasando en el mundo del tenis y en todos los mundos. Muy especialmente en el deporte. Pienso también en la Fórmula 1 sobre la que escribo hace ya bastantes años. En la época del Marqués de Portago y de Juan Manuel Fangio el ritmo era humano: 7 carreras en 1958, 8 en 1951 y 1952 y 9 en 1953. Esta temporada, 2024, los pilotos de Fórmula 1 tienen que soportar 24 carreras. Más las Sprint. Soportar.
"Nos están matando" dijo Alcaraz hace poco en una de sus muchas declaraciones a la prensa.
Sí, a ellos los están matando y a quienes miramos nos tienen adocenados, ofreciendonos tal cantidad de espectáculos deportivos, "espectáculos", que de ningún modo pueden verse todos.
Estamos en un momento crucial, de gran cambio. La población del mundo tiende a dividirse de un modo similar al que imperaba en la época feudal: un pequeño grupo de muy muy ricos y una inmensa mayoría de muy pobres.
"Nos están matando", y es un gran alivio que alguien tan poderoso y visible como Alcaraz lo haya dicho.
Ojalá sepa, y pueda, administrar bien sus propias fuerzas y sea feliz y nos haga felices a todos los que le miramos y admiramos.
Derrota a Perricard ganando su último juego en blanco.
Tigre Tigre. Bravo.