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El acto de patriotismo que el pueblo dominicano espera de Leonel Fernández

Tras los resultados abrumadores de las elecciones municipales celebradas el pasado fin de semana, la salida más lógica de los partidos opositores es ahorrar tiempo y dinero a la ciudadanía. El artículo 2 de la Constitución de la República Dominicana es contundente : «La soberanía reside exclusivamente en el pueblo, de quien emanan todos los poderes»

M. Domínguez Moreno
M. Domínguez Moreno
Doctor h.c en sociología de la comunicación, escritor, periodista, politólogo, investigador
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análisis

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El pueblo dominicano dejó muchas cosas claras el pasado domingo en las elecciones municipales. El mensaje fundamental que dejaron las personas que acudieron libremente a ejercer su derecho a la libertad de voto fue que no quieren que se frene el cambio que se inició en 2020, por más que los líderes opositores afirmen lo contrario.

Los resultados fueron rotundos y dejaron a la oposición en la insignificancia más absoluta, incluso en los feudos o en las alma máter de los candidatos presidenciales de Fuerza del Pueblo y del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), que no existe otra conclusión que fue el aval democrático absoluto a las políticas que Luis Abinader está implementando desde que ganó los comicios en el año 2020.

Cuando el pueblo lanza a la clase política un mensaje tan contundente, los aludidos están obligados a tomar decisiones, aunque vayan en contra de sus intereses personales. Los políticos están al servicio del pueblo, no al revés. El artículo 2 de la Constitución de la República Dominicana es contundente: «La soberanía reside exclusivamente en el pueblo, de quien emanan todos los poderes».

En consecuencia, el jefe es el pueblo y no los representantes políticos de los partidos y cuando un jefe da un mensaje contundente, el resto tiene que cumplir. La ciudadanía dominicana no dejó lugar a la duda: no quieren ni a Leonel Fernández ni a Abel Martínez ni a Miguel Vargas. El pueblo avaló la gestión de Luis Abinader y el deseo de que continúe los cuatro años que constitucionalmente la corresponden para, de este modo, poder culminar el proyecto que está llevando a República Dominicana a ganarse el respeto internacional que por méritos le corresponden.

Por esta razón, las leyes que sostienen el Estado de Derecho permiten un camino a Fuerza del Pueblo, el PRD y el PLD, un camino a seguir tomando decisiones muy difíciles, pero que marca la senda del verdadero patriotismo. El escritor uruguayo Constancio Vigil afirmó en una ocasión que las personas deben alejarse de aquellos que emplean el tiempo en repetir que son patriotas pero que viven del patriotismo de los demás.

En concreto, los tres partidos, tras el bocinazo de realidad que recibieron el pasado domingo, si estos candidatos opositores fuesen patriotas, podrían evitar un gasto inútil al pueblo dominicano retirando sus candidaturas a las presidenciales porque ha quedado demostrado que el resultado va a ser muy similar en primera ronda.  Eso es democracia también porque está recogido en las propias leyes electorales. El pueblo se lo agradecería.

Con este gesto ellos podrían tener más tiempo para, de cara a 2028, poder presentarse con mayor dignidad, con más criterio y con más posibilidades, posiblemente, de conseguir su objetivo, porque la alternancia en democracia es democracia real. Como consecuencia, eso no es una locura, sino un gesto que podría evitarle millones de dólares a República Dominicana, en una contienda que ya se sabe de antemano cual será el fin porque ya la sociedad ha elegido y lo ha hecho bien claro y alto.

El pueblo dominicano salió a las urnas en mayo del 2020 con la esperanza de provocar un cambio en el país donde el núcleo sobre el cual se debía actuar son sus intereses. Hoy, cuatro años después, los hechos demuestran que el gobierno del presidente Luis Abinader ha cumplido las promesas a los dominicanos y dominicanas. Sin duda, esta es la razón por la que siguen depositando su confianza en aquellos que son apoyados por el primer gobernante. De no ser así, los resultados habrían revertido la situación. Una vez más, al estilo dominicano, se puede decir que hechos mataron a palabras, para desgracia de la oposición demagógica.

El político húngaro, Lajos Kossuth, señaló que «el patriotismo es la cuna del sacrificio. Por esta sola razón no se dan las gracias cuando uno cumple con su deber». Tras los resultados del pasado domingo, el deber de las formaciones opositoras es escuchar lo que el pueblo les dijo porque, con unos resultados tan contundentes, no existe posibilidad alguna de una reversión electoral. No ha pasado en toda la historia de la humanidad.

Cuando el pueblo habla de esta manera, la clase política tiene que actuar en consonancia. En este caso, ha determinado que no se cree ninguno de los proyectos presentados por Leonel Fernández, Abel Martínez o Miguel Vargas. Los datos han matado el relato que pretendían imponer. Nadie les creyó. ¿Por qué lo tendrán que hacer en menos de tres meses? No hay marketing político que soporte esto, por más que Leonel pretenda hacer ver una realidad de hace tres décadas, cuando la situación no se parecía en nada a la actual.

Maquiavelo, el mayor pensador del pragmatismo, afirmó que «el que es elegido príncipe con el favor popular, debe conservar al pueblo como amigo». Eso es lo que hace el presidente Abinader, ganarse la confianza de la ciudadanía a través de darles lo que ningún otro presidente les quiso ofrecer en dos décadas. Leonel no ha sido nunca amigo del pueblo, más bien lo contrario porque el régimen de corrupción que implantó quitó recursos a la ciudadanía para entregárselos a una minoría.  

En múltiples ocasiones, el pueblo no se siente responsable de los fracasos de los gobiernos a los que votó, pero lo que sí está claro es que recibe los beneficios de los éxitos. El patriotismo no es una palabra inventada, sino que se demuestra con los hechos de amor al pueblo soberano. Lo mismo que el heroísmo, que Bob Dylan definió como el acto de entender la responsabilidad que conlleva la libertad. Es el momento de los hechos, de demostrar el patriotismo y, quizá, la heroicidad que supone aceptar la no aceptación por parte del pueblo. Es duro, pero para avanzar en democracia se hace necesario que la oposición no confunda su labor legítima, dé dos pasos atrás para tomar impulso de cara a dentro de 4 años, momento en el que, tal vez, el pueblo les vuelva a creer.  

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