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El fascismo español nació en Cuba

Los historiadores Xavier Casals Meseguer y Enric Ucelay-Da Cal publican un interesante libro, 'El fascio de las Ramblas. Los orígenes catalanes del fascismo español', sobre de un movimiento autoritario que retorna con fuerza

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análisis

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Los historiadores Xavier Casals Meseguer y Enric Ucelay-Da Cal han publicado un interesante libro, El fascio de las Ramblas. Los orígenes catalanes del fascismo español, sobre un movimiento que culminó con la llegada al poder de Franco tras la Guerra Civil. En la obra se indaga en los orígenes cubanos del fascio hispánico. La Habana en el siglo XIX era la tercera ciudad española más importante (después de Madrid y Barcelona) y en ella “tuvieron lugar dos procesos clave en el tema que nos ocupa”, según los autores. Uno fue la concentración de poder que conoció el titular de su Capitanía y que le convirtió en virtual “virrey” de la isla con el apoyo de sus élites propeninsulares (opuestas a toda reforma que alterase el statu quo de Cuba) que formaron una suerte de “Corte” en torno al capitán general. Asimismo, este dispuso de una milicia civil que las citadas élites promovieron y lideraron, el llamado Cuerpo de Voluntarios. Este se creó en 1855 para luchar contra el “separatismo” (que incluyó a cubanos autonomistas e independentistas) y contra posibles revueltas de esclavos. “Los voluntarios, que iban uniformados y armados, profesaron un nacionalismo intransigente que les convierte en precursores del futuro fascismo peninsular”, aseguran los historiadores.

En 1869 acaeció la conjunción organizada de estos tres elementos: Capitanía, élites y los voluntarios. El entonces capitán general Domingo Dulce quiso introducir reformas y ampliar el marco de libertades de Cuba siguiendo órdenes del gobierno, pero topó con la oposición de las élites citadas. Estas urdieron un complot contra este militar mediante el capitán general que le precedió, Francisco Lersundi, y el Cuerpo de Voluntarios. Así, en mayo Lersundi asedió la Capitanía con cientos de voluntarios y forzó a Dulce a renunciar a su cargo al carecer de fuerzas para imponerse. “Como este renunció a sus poderes de forma reglamentaria, el cambio de titular de Capitanía fue legal y pacífico. Desde entonces las élites mencionadas actuaron con autonomía de Madrid y solidificaron sus lazos con Capitanía, mientras los voluntarios reprimieron a reformistas e independentistas cubanos a sus anchas”.

“Esta experiencia antillana, apenas conocida en la narrativa de la historia de España, fue decisiva tanto en la evolución del militarismo español como en la del fascismo porque configuró un artefacto político-militar singular que denominamos ‘Capitanía cubana’”, aseguran. Tal expresión alude a la asunción del poder civil por Capitanía de forma dictatorial, con el apoyo de las élites locales y una milicia civil auxiliar. Esta última, que en Cuba encarnaron los voluntarios, reflejó ya el limitado espacio político que el militarismo español dejaría al desarrollo del futuro fascismo en la Península. De hecho, la definición de “militarismo” presume que los oficiales del Ejército han de predominar sobre los políticos civiles. Ello fue así porque el Ejército se autoerigió en garante del orden establecido ante toda amenaza “separatista” o revolucionaria y quiso monopolizar el patriotismo.

El otro proceso que se desarrolló en Cuba e interactuó con el anterior fue que allí afloraron tanto el nacionalismo español exacerbado como los nacionalismos centrífugos peninsulares. De este modo, la llamada Guerra de los Diez Años (1868-1878) contra los insurrectos de la isla hizo cristalizar un autodenominado “españolismo” que asimiló nación e imperio (concibió a la Península y a sus dependencias de Ultramar como un todo indivisible) y reclamó una adhesión “incondicional” contando con el apoyo de Capitanía.

Tras la pérdida de Cuba en 1898, la pauta de ocupación castrense del poder civil de la “Capitanía cubana” se exportó a la Península y arraigó en Barcelona. Allí los militares procedentes de Ultramar creyeron hallarse ante la misma amenaza bifronte de La Habana: el “separatismo” (encarnado por el catalanismo emergente) y la revolución (el temor al obrerismo organizado sustituyó al que infundían las revueltas de esclavos). De este modo, a partir de los problemas de orden público, Capitanía empezó a asumir competencias civiles en detrimento del gobernador civil, en un proceso que tendría su inicio en la huelga general de 1902.

Por esta vía, entre 1919 y 1923, cuajó una genuina “Capitanía cubana” en Barcelona, según Xavier Casals Meseguer y Enric Ucelay-Da Cal. En ese periodo fueron sus “virreyes” de facto los generales Joaquín Milans del Bosch (capitán general de Cataluña entre septiembre de 1918 y febrero de 1920) y Severiano Martínez Anido (gobernador civil desde noviembre de 1920 hasta octubre de 1922). Milans expandió su poder al reprimir la agitación que el fin de la Gran Guerra en 1918 generó entre catalanistas y sindicalistas. “La de los primeros se materializó en una campaña de demanda de autonomía en la que el Ejército vio un separatismo tan amenazador como el cubano. Y la de los segundos la estimuló el triunfo de la revolución bolchevique en 1917, que incentivó la radicalización del potente sindicato de cariz anarcosindicalista omnipresente en la zona metropolitana barcelonesa: la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). Esta organización alumbró grupos de acción que generaron un pistolerismo endémico que Milans quiso contener con mano dura. Su actuación esbozó entonces una dictadura regional sin quebrar de forma oficial la legalidad (como en Cuba)”. Pero no la pudo consolidar al ser forzado a dimitir en febrero de 1920. Le sustituyó como “hombre fuerte” Martínez Anido, quien durante su mandato (el “anidato”) consolidó la autocracia en Cataluña que Milans perfiló. En consecuencia, ambos militares actuaron como los capitanes generales de La Habana: ocuparon el poder civil con apoyo de las élites locales y una milicia auxiliar, conformando una “Capitanía cubana” en Barcelona.

En este escenario, la milicia auxiliar de esta Capitanía cubana surgió de modo espontáneo o se improvisó sobre la marcha, de modo que desempeñaron su rol en Barcelona cuatro actores distintos entre 1919 y 1922. Primero, entre fines de 1918 e inicios de 1919 lo hizo una Liga Patriótica Española (LPE), que practicó el escuadrismo contra el catalanismo. Al estallar una intensa conflictividad social a partir de febrero de 1919, la LPE se esfumó y desempeñó tal función el Somatén, una milicia civil que actuaba como cuerpo auxiliar de orden público. Pero el protagonismo creciente de los grupos de acción del cenetismo requirió que desarrollasen la función de milicia auxiliar otros actores: primero fueron grupos parapoliciales conocidos como la ‘banda negra’ y desde 1920 ejerció este rol el llamado Sindicato Libre. Así las cosas, veremos cómo la LPE y el Libre, amparados por Capitanía, encarnaron el primer fascismo barcelonés.

“Hemos designado a este último como ‘Fascio de Las Ramblas’, una expresión que fue acuñada en 1931 por ámbitos de izquierda para aludir de forma irónica a una organización fascista que supuestamente organizaba Ramón Sales, el dirigente del citado Sindicato Libre”, añaden. Sales anunció la creación de tal milicia el 11 de abril de ese año a bombo y platillo, pero sus declaraciones posiblemente fueron un globo sonda o un farol político. “Pese a su inexistencia, hemos escogido esta expresión para designar al fascismo barcelonés inicial porque Las Ramblas fueron un escenario y escaparate a la vez de las primeras tramas fascistas barcelonesas. Y es que en este bulevar primero se enfrentaron catalanistas y españolistas de la LPE. Después Las Ramblas fueron un espacio de eclosión del pistolerismo. Los matones de ambos sindicatos (Libre y CNT) se reunían en sus cafés y sus grupos de acción actuaron en buena medida en la zona marcada por esta arteria: el casco antiguo y la zona que sería conocida como barrio chino”. También Las Ramblas reflejaron la importancia de los militares que mediaron en aquel universo de choques entre catalanistas y españolistas, libres y cenetistas. Sus centros coronaban simbólicamente el principio y el final de Las Ramblas: el Casino Militar estaba al principio, en la plaza Cataluña, y la Capitanía al final, en la zona próxima al mar.

“Ateniéndonos a lo hasta aquí expuesto, partimos de las premisas siguientes: que la emergencia y la evolución del fascismo en España fue inseparable de la del militarismo del siglo XX (por lo que es necesario estudiar la configuración de ambos de forma simultánea); que ambos fenómenos tuvieron sus orígenes en la Cuba decimonónica, pero también los marcaron las campañas militares de Marruecos; que su configuración y eclosión tuvo lugar en la Barcelona del período 1919-1923, caracterizada por una conflictividad política y social intensa con un poderoso tema identitario de fondo; y que en su desarrollo interactuaron de forma compleja propuestas fascistas de Barcelona y, en menor grado, otras de Madrid”, concluyen los autores.

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5 COMENTARIOS

  1. La Concentración de Weyler, suceso histórico tan poco comentado internacionalmente, fué la guinda del pastel de una política extremista con fuertes tintes fascistas aplicado en la Isla y que acrecentó la impopularidad del Régimen de entonces.

  2. El sentimiento colonialista no se destierra fácilmente. Quiénes fueron los culpables de estos hechos? Los voluntarios? Los independentistas? Los reformistas? NO, fueron los colonialistas españoles. Por qué este artículo no pública los datos de la reconcentracion de Weyler?

  3. La reconcentración de Weyler, un triste capítulo de la Cuba colonial. Cientos de campos de concentración, privando de alimentos, agua y las mínimas condiciones de vida a los cubanos criollos y todo aquel que fuese «sospechoso» de estar contra el régimen español en la isla. Cientos y cientos de muertos (niños, mujeres, ancianos, hombres) que pasaron por condiciones infrahumanas. Fascismo puro se aplicó contra la población, una vergüenza!!

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