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El fascismo que hay en Pablo Iglesias

20 de Junio de 2016
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Pablo Iglesias
Cuando en 1914 Benito Mussolini abandona el Partido Socialista de Italia (PSI), donde había tenido un papel muy destacado, lo hace desde una concepción vitalista de la política que le llevará, al paso de unos años, a encabezar un movimiento que no duda en usar la violencia como principal táctica de conquista del poder hasta el punto de que la táctica ha pasado a la historia como el principal componente del fascismo, pero había más cosas.En 1919 Mussolini funda los Fasci Italiani di Combattimento con un programa básico que a la postre se demostrará cambiante e intercambiable, y unos seguidores “camisas negras” dispuestos a seguirle fielmente. Lo único importante para él  es llegar al gobierno en el menor tiempo posible, aunque el punto de partida del fascismo es un socialismo fuertemente nacionalista que reivindica un papel preminente de Italia en la configuración de una Europa en ese momento renqueante.Al margen de ese punto de partida, y de los debates académicos sobre la naturaleza doctrinal del fascismo,  lo cierto es que el fascismo de Mussolini, - en definitiva el realmente existente a lo largo de la historia - se nos presenta como un producto asombroso de adaptación a las circunstancias. “Donde dije digo,  digo Diego” si con eso se alcanza lo único importante: llegar a conquista el poder en un periodo de tiempo mínimo. Más o menos socialista, según el momento y también según el auditorio. Más o menos radical en los modos y las formas. Mussolini es ciertamente el maestro del giro estratégico, de la ambigüedad calculada y de la apelación a las emociones sin ofrecer un cuadro programático claro sobre lo que desde el lado de la política se quiere hacer con un país.Finalmente el producto político fascista es un populismo  intervencionista que pacta con las fuerzas de la derecha para contener al comunismo renunciando antes a sus pulsiones revolucionarias iniciales.Eso es el fascismo que realmente existió en la historia, y lo demás son estereotipos o discusiones académicas. El fascismo es el abuelo irrenunciable de todos los populismos que ahora existen y circulan por el mundo, sea o no reconocido por sus protagonistas. Afortunadamente, los tiempos han cambiado y a nadie mínimamente inteligente en la Europa democrática se le ocurre reivindicar ya la violencia como método de conquista el poder, como tampoco la dictadura del proletariado está ya en la agenda de ningún partido comunista.Pablo Iglesias, que encaja bien en el concepto de lobo con piel de cordero, es un estudioso de las ideas políticas y creo que siente una cierta fascinación por los movimientos de masas del siglo pasado. Siguiendo a Ernesto Laclau ha reconocido que el comunismo no gana elecciones y ha buscado nuevas referencias, recursos y abrigos emocionales.Iglesias como Benito Mussolini, se ha convertido en un maestro del oportunismo y, por tanto, del giro estratégico; ha comprendido perfectamente bien el componente mayoritariamente emocional que mueve a los votantes; ha renunciado a los programas máximos en materia social, a favor de un vago intervencionismo estatal adaptable a las exigencias del momento; incluso, cada vez son más frecuentes su apelaciones a  la patria y al patriotismo como elemento de encuadre de sus simpatizantes, algo que nadie se había atrevido hacer en nuestro país durante los últimos cuarenta años. “Nosotros recuperaremos la bandera de la patria”, dice, aunque no dude en buscar alianzas con movimientos independentistas. Realmente asombroso. Todo esto podría tener algún nombre. No lo llamo fascismo, lo llamo izquierda fascistizada.
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