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El país del esperpento

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análisis

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Caen las hojas de los árboles en estos tristes y melancólicos días otoñales y, como ellas, también caen las esperanzas del PP y Vox de gobernar un país que creen, siempre lo han creído así, que les pertenece, que es suyo porque así ha sido durante muchos, demasiados, años. Y no solo es suyo porque lo escrituraron a su nombre después de apoderarse de él por medio de un cruento golpe de Estado, también es suyo por la ley de Dios, concretamente por la “G” de Dios es decir “por la Gracia de Dios”, que figuraba en las monedas acuñadas durante la dictadura para que no hubiera duda de que Dios estaba, y está, faltaría más, de su parte. Con Dios de su parte y la ayuda de una bien engrasada maquinaria de propaganda mediática machacando día y noche sin descanso en la prensa, radio y televisión, los del PP y sus socios de la ultraderecha estaban seguros que ganarían estas pasadas elecciones, incluso ya tenían repartidos los ministerios, éste para mí y éste para ti. Ya veían a España, su España, otra vez en buenas manos, gobernada por españoles de bien y de orden. Pero el Destino, ese mamarracho caprichoso y volandero les jugó una de sus malas pasadas al apartarles de esa victoria que ellos ya daban por segura. Y eso es algo que no pueden digerir ni soportar.

No pueden soportar que  Sánchez, el Anticristo, y sus malvados y diabólicos socios confabulados para, naturalmente, destruir España, hayan conseguido más apoyos que ellos en el parlamento, concretamente todos los apoyos, menos los de sus leales y amados dirigentes de Vox, el partido de ultraderecha con los que ya  había acordado gobernar España, su España, los próximos cuatro años. Pero desgraciadamente para España, y para los españoles de bien y de orden, no salen las cuentas, esas malditas cuentas, y los enemigos de España y de los españoles, porque para PP y Vox todos los que no piensan como ellos son enemigos de España, han conseguido, con sus malas artes de siempre, arrebatarles su querida nación.

Y estas malas artes, ese maléfico conjuro, esa maldición gitana se han materializado gracias a la ya famosa ley de amnistía que, naturalmente, solo busca destruir España. Y eso es algo que los españoles de bien y de orden no pueden consentir, y no van a hacerlo de ninguna de sus maneras, porque ello supondría claudicar, entregar España a sus enemigos.

Y con la patriótica determinación de parar la ignominiosa venta de España a sus enemigos, las derechas, con ese trío de superhéroes, casi podríamos hablar de semidioses, formado por Feijóo, Ayuso y Abascal, intentaron colar la mentira, y repetirla hasta la saciedad hasta convertirla en verdad, que debía gobernar la lista más votada. De este modo querían engañar a la gente que no estaba informada porque solo oye a los medios de comunicación que dicen lo que quieren oír. Pero la falsedad, a pesar de repetirla una y otra vez, no consiguió calar en una ciudadanía que se resistió a creerse el embuste. Óscar Puente se encargó de desmontar la mentira en una memorable intervención en el Congreso. Como por ese camino no iban a conseguir nada, se agarraron a una última y definitiva carta, a un último clavo ardiendo, una última y desesperada oportunidad de recuperar como sea lo que las urnas, esas malditas urnas, le habían negado. Y esa carta a la que se jugaban todo era la de reprobar, condenar y demonizar la concesión de la amnistía a Puigdemont, equiparándola a un golpe de Estado, nada menos.

Y quién sabe si esta nueva mentira, este embuste convenientemente presentado, aliñado y condimentado bien podría colar en un país tan desmemoriado y descuidado como éste. Contaban con esa querencia por el olvido, el desinterés, la indolencia y la indiferencia que siempre ha aquejado y caracterizado a este país. Y la mentira, como decimos, consistía en proclamar a bombo y platillo que la amnistía iba a destruir, demoler, derribar, deshacer, aniquilar a España.

Como quiera que le vieron posibilidades de éxito, visos de esperanza a esta nueva mentira, decidieron apostar por ella a lo grande. Para ello encargaron un  nuevo apocalipsis al simpar Miguel Ángel Rodriguez. Y una vez redactado el argumentario, solo necesitaron el imprescindible “Nihil obstat”, es decir, la aprobación y bendición de ese ser de las alturas conocido aquí en la tierra como José María Aznar, que estudió el texto detenidamente con esa cara que cada vez se parece más a un boto campero, solo que el boto tiene más expresión; y, finalmente, con la firma como asesora de  esa  iluminada, de esa no solo ejemplar española, sino gloria de España, llamada Isabel Díaz Ayuso. La idea era propagar a los cuatro vientos que la amnistía a Puigdemont acabaría con la democracia, con La Constitución, con el Estado de Derecho, las libertades y, en suma, con España. Sin duda pensaron que esta nueva ocurrencia podría redimirles   del fracaso electoral y recuperar parte del dineral gastado, sin escatimar en recursos humanos y materiales, en el acoso y derribo al gobierno de Sánchez y su maligno, su satánico gobierno socialcomunista, terrorista, chavista, bolivariano… etc. Lo que suponía una vuelta de tuerca más a la mayor operación de acoso y derribo a un gobierno en lo que llevamos de democracia. A un gobierno salido de las urnas, les guste o no, al que han llamado de todo: ilegítimo, ilegal, traidor…etc. y  todo insulto, descalificación, falsedad que se les ha venido a la cabeza sin cortarse un pelo, tal es su vileza, su cinismo, su desfachatez y sinvergonzonería.

Y con ese permanente ataque, esa incesante crispación, desahogaban su terrible frustración, su dolorosa impotencia, su manifiesta incapacidad de acabar de una vez por todas con el gobierno de su archienemigo Pedro Sánchez que, tanto él como su gobierno, resistían los continuos bombardeos de insultos, bulos, descalificaciones y manipulaciones. Parece mentira, pero a pesar de la dureza de sus ataques y la munición de grueso calibre empleados por el PP y sus poderosos medios de comunicación, o mejor cabría decir de manipulación, apenas  hacía mella en el gobierno, que seguía como si nada, a lo suyo. Y lo suyo han sido muchas y buenas medidas que han beneficiado a mucha gente de este país, sobre todo a la clase trabajadora, a la que el PP, a pesar de los votos, del apoyo de millones de trabajadores a su causa, nunca les ha tenido en cuenta, nunca se han parado a pensar que quizás no les vendría mal a esos trabajadores y trabajadoras una subida del salario mínimo que tanto necesitaban, además de otras mejoras en derechos laborales; una subida de las pensiones acorde con el IPC, o una decidida apuesta por la sanidad y la educación públicas. Muy al contrario, el PP ha seguido defendido y defenderá una privatización de la sanidad y la educación, a la que no ven ni han visto nunca como servicios públicos, sino como un gasto del que hay que librarse, y que cada uno se apañe como pueda. El que no tenga para pagarse un tratamiento, una operación, pues que ahorre, que se busque la vida. Lo mismo opinan del problema de la vivienda, que sigue siendo inaccesible, inalcanzable para una inmensa mayoría de trabajadores y trabajadoras. 

Y como a pesar de las intensas campañas de desprestigio contra el gobierno, no han ganado las elecciones y, por lo tanto, van a pasarse otros cuatro años en una para ellos insoportable oposición, han apostado por este brutal despliegue, por este muy efectista espectáculo en sesión continua contra la amnistía. Un turbulento, fragoroso, ensordecedor, atronador espectáculo digno de La Fura dels Baus, al que asistimos a diario estupefactos, sin dar crédito a lo que estamos viendo.

Una Ayuso más desatada que nunca, que no es poco decir, ha encabezado, como no podía ser menos, las protestas clamando como una posesa que el gobierno ha cometido un abuso, un atropello, dado un golpe de Estado, y que ella defenderá “los intereses de España” y devolverá “golpe por golpe todo el daño que se le está haciendo a España, cediendo de facto la nación vasca y catalana a los independentistas, en contra del Tribunal Supremo, el CGPJ y en contra de la Transición”.

Cuando dijo lo de La Transición, me acordé de que aquello sí que fue una amnistía, mucho más que eso, fue tragarse el enorme, el descomunal sapo en forma de olvido, de borrón y cuenta nueva, de aquí no ha pasado nada. Una amnistía general, una ley de punto final que libró de toda responsabilidad penal a los, estos sí, y con todas las letras, autores y cómplices necesarios del golpe de estado fascista del 36  contra La República y su legítimo gobierno. El gran poeta y escritor José Manuel Caballero Bonald lo dijo mejor: “La Transición fue un apaño de urgencia, una componenda para que la izquierda aceptara un poco para no perderlo todo, y la derecha cediera algo para no perder nada. Se estableció como un ten con ten con la ley de amnistía, que impidió un nuevo enfrentamiento entre los herederos del régimen y los que abogaban por un tribunal que juzgara sus crímenes. Se decretó la Historia sin culpables, el punto y aparte y demás. A lo mejor no se pudo hacer de otra forma; a lo mejor era entonces la única solución posible, no digo que no, pero ahí hay algo que soldó mal y quedó un franquismo latente que reaparece de vez en cuando. Nadie juzgó los crímenes cometidos durante la dictadura. Seguramente en estos primeros años no se pudo hacer porque se habría ido todo otra vez al garete. De pronto los franquistas se disfrazaron de demócratas inmediatamente, parecía que nadie había sido franquista. Todos eran demócratas. Y se prefirió no mover demasiado las cosas por temor a que se produjera otro enfrentamiento irreconciliable”. Aquello sí fue una amnistía que deja en nada a la de Puigdemont y los suyos.

Ahora el PP y Vox claman contra esta amnistía a los independentistas, la magnifican para conseguir sus fines que no son otros que conseguir recuperar con mentiras lo que las urnas le han negado. Las dos derechas cuentan con un impagable aliado:  la desmemoria de la gente, su apatía, su desinterés, su indiferencia por la historia. Para ambos partidos es una bendición, una bicoca que la gente no recuerde nada de aquella amnistía general, de aquel sapo del tamaño de King Kong que nos tragamos después de la muerte del dictador, Caudillo de España por la G de Dios.

Los que no somos españoles de bien y tenemos memoria, nos tuvimos que tragar esa descomunal injusticia, ese horroroso sapo que fue la amnistía general, y de postre la monarquía, que tampoco fue plato de gusto, en aras de la convivencia y la reconciliación de un país que ha sufrido mucho. Y lo que le queda. Y ahora, sin embargo, ellos, los españoles de verdad, no pueden tragar de ninguna manera, ni en aras de la convivencia y la reconciliación entre españoles, un mosquito del vino como Puigdemont.

Tal parece que, como no conocemos nuestra historia, estemos condenados a repetirla una y otra vez, como Sísifo y su piedra. Y el PP a emplear sus distintas varas de medir según interese a sus fines partidistas, por encima de ese interés de España que tanto cacarean y adornan con mucho despliegue de banderas. Banderas y símbolos de todos, que  se los apropian con el mayor descaro.

Sirvan de ejemplo, de muestra de lo que se está diciendo, dos portadas del diario ABC de hace treinta y veintisiete años, pero que podían ser de hoy mismo. Una de las portadas es del año 1993, donde aparece a toda página una foto de Felipe González y Jordi Pujol, entonces máximos dirigentes del PSOE y Convergencia i Unió que acaban de acordar un pacto. Y como pie de foto, en letras bien gordas, para que se  vean bien, aparece este texto: “González se humilla y compromete los intereses generales de España”. Tres años después, en 1996, en este caso el pacto es entre el PP de Aznar y Jordi Pujol que sigue al frente de Convergencia i Unio. Un pacto en que Aznar cedió muchas y más importantes competencias y dinero que las que había concedido González tres años atrás. Y todo ello a cambio de los dieciséis votos que le faltaban a Aznar para ser presidente del gobierno. En la portada aparece  la foto a toda página de Aznar y Pujol, pero el pie de foto fue muy distinto. En letras también gordas aparecía este texto: “Aznar y Pujol: pacto para la gobernabilidad de España en los próximos cuatro años”.

Es decir, cuando lo hace la derecha es por el interés de España y su gobernabilidad, y cuando lo hace la izquierda es pura y simple traición a España y humillación ante los independentistas. Por desgracia para este país, todo este despropósito, este desvarío, este esperpento sigue y seguirá vigente porque forma parte de nuestro ser, de nuestra naturaleza. Y seguirá perpetuándose el esperpento en otros políticos que por suerte ya no conoceremos, ni padeceremos.   

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1 COMENTARIO

  1. Sólo puedo decir a gracias x este gran articulo sr Alejandro. Ojalá algún otro periodista de este y otros medios pudieran o quisieran aprender a escribir. Pero ese es el problema de ellos

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