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El PP promete volver a engañar a los catalanes

Feijóo confía en que Alejandro Fernández pueda recuperar el voto perdido de Ciudadanos, aunque el partido no ofrece solución alguna al problema territorial de Cataluña

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análisis

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En las elecciones catalanas de 2021, el Partido Popular cosechó un resultado calamitoso. Tres escaños de 135 en el Parlament y un deshonroso paso al grupo mixto, como octava y última fuerza con representación parlamentaria, lo decía todo. Aquel desastre fue la consecuencia lógica de tantos años de abandono de Cataluña, de tanto 155 con suspensión de autonomía, de tanto garrotazo vil del piolín y de tanta policía patriótica. Los catalanes castigaron duramente a la derecha tradicional española y si entonces el PP hubiese decidido colgar el cartel de cerrado por defunción en su sede local no hubiese pasado nada. Tenían claro que la gestión desde Madrid había sido lamentable y asumieron con resignación cristiana que ya nunca más se comerían un colín en aquellas tierras periféricas.

Sin embargo, hoy creen que sus perspectivas son bastante más halagüeñas de cara a la cita del 12M, ya que que las encuestas dan al partido de Alberto Núñez Feijóo un significativo crecimiento electoral a costa del cadavérico Ciudadanos, que casi con toda seguridad pasará al vertedero de la historia el día después de los trascendentales comicios. De hecho, los síntomas de descomposición de la naranja podrida siguen siendo evidentes. Baste recordar que, hace solo unas horas, la portavoz de Cs en el Parlament, Anna Grau, ha renunciado a presentarse a la cita electoral, paso previo para dejar la política. “Gracias, Ciudadanos, por la ilusión y la convicción de que, con el corazón en la mano, se podía cambiar todo. Me afilié en Madrid el once de noviembre de 2019. Gracias Ciutadans por hacerme regresar a mi tierra. Cuando muchos se marchaban sin esperanza, yo he tenido el honor, el más grande de mi vida, de ser diputada en el Parlament con el partido que hizo historia el 2017”, ha escrito, a modo de testamento político, en la red social X, antes Twitter. La Grau al menos ha tenido la vergüenza torera de irse a su casa tras el descalabro, no como otros que han optado por la solución Cantó, o sea transmigrar a otros partidos más seguros, véase el PP o incluso Vox, consumándose así un sonrojante caso de transfuguismo masivo y generalizado.

La más que cantada desaparición de Ciudadanos va a servir para que el PP recobre algo de aire en Cataluña, o eso al menos creen los politólogos expertos en estudios demoscópicos. Sin esta fagocitación acelerada, más bien ejercicio de canibalismo necrófilo electoral, seguramente los populares cosecharían un resultado aún más penoso que el de hace tres años, lo cual ya es decir. En ese escenario optimista que dibuja el Partido Popular (aunque no deberían tirar las campanas al vuelo, el 12M puede pasar cualquier cosa) entra en escena el elegido por Feijóo para liderar la presunta remontada constitucionalista. Y ahí surge la gran pregunta: ¿era Alejandro Fernández el hombre idóneo para encabezar la candidatura a la Generalitat, tripulando el milagroso regreso a puerto del barco a la deriva? Solo las urnas lo dirán. De momento, Fernández parece contar con el apoyo de la dirigencia, o eso dicen. No en vano, Feijóo ha anunciado que asistirá al acto de toma en consideración de la Junta Directiva Autonómica, a celebrar hoy en Barcelona, lo que al menos servirá para que un presidente del PP vuelva a pisar Cataluña, algo que no ocurría desde no se sabe cuándo.

La mayoría de los catalanes hace tiempo que dieron la espalda al proyecto del Partido Popular, que ya no seduce ni a la alta burguesía de Canaletas. El catalán es por naturaleza defensor de lo suyo, de sus costumbres y tradiciones, de sus instituciones y su pela, y eso todavía no lo ha comprendido la derechona patria, que sigue manteniendo una concepción unitaria del Estado entre rancia y viejuna. En buena medida, ahí está la razón de que buena parte de las élites, defraudadas con lo que le ofrecía el PP, hayan roto sentimentalmente con España, dando el salto a la independencia como paso previo al paraíso fiscal. Sin dinero no hay revolución, y en los últimos años ha habido mucho empresario aventurero y mucho financiero de la banca catalana que se ha dejado engatusar por los cantos de sirena de Junts sencillamente porque el callejón sin salida que les ofrecía Mariano Rajoy no les seducía lo más mínimo. Por si fuera poco, la coalición que los populares mantienen con el neofascismo de Vox en otras autonomías no ayuda precisamente a que el pujolismo financiero empiece a recuperar la confianza en el tan manido como utópico encaje de Cataluña en España. Más allá de que muchas compañías multinacionales decidieran largarse de Barcelona en los peores días del procés, el empresariado catalán se mantuvo a la expectativa, o incluso coqueteó con los indepes, a la espera de ver si Puigdemont tiraba para adelante con la Republiqueta o “se cagaba en les calçes” (en las bragas), como decían algunos de sus compañeros de sedición cuyas conversaciones quedaron grabadas para siempre en el sumario Voloh sobre la trama rusa/putiniana del procés.

Alejandro Fernández, el elegido para españolizar Cataluña otra vez, no parece tener el carisma suficiente ni el discurso entonado capaz de sintonizar con el electorado catalán. Tampoco le ayuda demasiado que cuente con el respaldo total del búnker, o sea Aznar, Aguirre y Cayetana Álvarez de Toledo, gente cuyos nombres provocan auténtica urticaria popular desde Portobou hasta Alcanar. Y por mucho que la prensa quiera pintarlo como un verso suelto que desafía la autoridad del jefe Feijóo (puro teatrillo para tratar de recuperar el voto disidente del catalán de derechas), pocos confían en el efecto Fernández. Es cierto que el candidato le echa imaginación a las campañas, como cuando se presentó a la alcaldía de Tarragona a ritmo de una pegadiza canción de Lady Gaga (Ale-Ale-Alejandro), y que inventa eslóganes facilones (“Si tienes alguna duda de quién mola en Tarragona: Alejandro se mueve, Alejandro se moja”). Pero desde fuera, y a priori, todo apunta a que este hombre más de lo mismo está bastante lejos de ser el bombero capaz de sofocar el incendio catalán, hoy algo amainado tras la política de desinflamación de Sánchez/Illa. Recuperará parte de la tarta perdida de Ciudadanos (algo que por otra parte no tiene ningún mérito, es un proceso biológico natural de los partidos), pero habrá que ver cuántos escaños araña. De entrada, Dolors Montserrat va a ser la presidenta del comité de campaña, otra decisión de Génova 13 que tira para atrás a la mayoría de los catalanes. Aquel discurso que la Montserrat soltó en la Eurocámara (el más que cursi y sobreactuado “Escucha, Europa; actúa, Europa”), con el que trató de concienciar a los ciudadanos del viejo continente de que España se rompe, propalando la leyenda negra de nuestro país y haciendo mala prensa de los paisanos de su pueblo, está demasiado fresco en la memoria de muchos. En definitiva, que uno cree que el problema del PP no es de caras, sino de ideas. La derecha española sigue sin entender Cataluña. Y el político que no entiende Cataluña, no entiende España. He aquí la cuestión.

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2 COMENTARIOS

  1. El voto españolista en Catalunya está muy repartido incluyendo la Federación Catalana del PSOE, antiguo PSC.
    El PP no le importa Catalunya como sujeto fuera de su concepto castellano de España.
    Las mayoría absoluta que buscan esta en otra parte. Al PP-VOX Catalunya sólo les sirve para que ganar más votos a través de la catalanofòbia. Mientras nos consideren como una colonia de la Corona de Castilla poco hay que hacer

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